¿Cuántas divisiones tiene el Papa? | Javier Toledano

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Qué lejos queda aquella Conferencia Episcopal que se dirigía a la fraternal grey católica afirmando que la unidad de España era un bien moral superior y a preservar. Y eso que había contado entre sus filas a primeros espadas de la cizaña particularista como Narcís Jubany o Monseñor Setién, y en el clero diocesano con simpatizantes de ETA (no en vano dicen que la banda terrorista tiene hondas raíces jesuíticas y que el huevo de la serpiente se incubó en el seminario) y portavoces y apóstoles del aborigenismo catalanista.

De un tiempo a esta parte la jerarquía eclesiástica nacional practica a las mil maravillas aquello de nadar y guardar la ropa o de estar en misa y repicando las campanas. No se mojan ni bajo el agua… bendita. A la cabeza de todos ellos anda Omella, con “elle”, necesaria precisión ortográfica, que la mitad de las veces parece temeroso monaguillo al servicio de esa religión sustitutoria que es el nacionalismo identitario, hoy imperante en Cataluña, habida cuenta que la fe de nuestros mayores, en esa región, va camino de convertirse en algo residual, en un vestigio del pasado.

Echa uno la vista atrás: Apolonia Lizárraga, navarra de cuna y superiora de las carmelitas de Barcelona, aserrada viva por milicianas de la CNT en la checa de la calle San Elías, siendo sus despojos alimento para una piara de cerdos. Bartolomé Pons, azotado en público y aplastado en una prensa de vino en Pachs del Penedés. O el obispo auxiliar de Tarragona, Manuel Borrás, quemado vivo en las inmediaciones de Montblanch, mientras Companys daba órdenes precisas de liberar solamente a ese cobardón de Vidal i Barraquer. Ante esos mártires, y ante tantos otros, miles de sacerdotes asesinados y ni una sola apostasía, dijo Paul Claudel, hoy podemos contraponer al heroico Monseñor Argüello, que corrió a defender a Irene Montero cuando ésta, con torpes subterfugios, reivindicó la bondad de la pederastia. O a esa luminaria de la teología que es el ultraseparatista Joan Planellas, actual obispo de Tarragona y uno de los instigadores más activos en la expulsión de Albert Boadella de la localidad gerundense de Jafre, cuando el obispo era el párroco del lugar.

Sucede con estos pastores que uno puede no perder la fe, pero sí la afición. Y con mayor motivo si elevamos nuestra mirada al actual ocupante de la silla de Pedro y le comparamos con relevantes figuras como Wojtyla y Ratzinger. Bergoglio llamó a parar a Milei en las urnas. No queda claro si el llamamiento lo hizo o no ex cathedra, pero no se descarta que redacte en breve una encíclica instando a los sindicatos peronistas a paralizar el país para derrocar al recién electo presidente.

Con este panorama eclesiástico de fondo llama poderosamente la atención que muchos fieles recen el rosario delante de la sede central del PSOE. Eso es fe y lo demás tonterías. Uno se teme que si esas oraciones llegan antes al vicario de Cristo en la tierra que al Altísimo, el intermediario las desvíe de la ruta para que no alcancen su objetivo. Tengo mis dudas de que la oración sea una respuesta política oportuna ante el desafío que representa el reeditado gobierno de Pedro “Pinganillo” Sánchez, toda vez que el autogolpe institucional protagonizado en Cataluña por el gobierno regional (año 2017) ha tomado el puente aéreo y a bordo del Falcon se ha instalado en la capital. Que es, punto por punto, el esquema en su día anunciado por Jaime Mayor Oreja, al que llamaron exagerado, cenizo, loco.

La gente libre es de protestar como mejor le parezca. Y al rezar ningún daño hacen a nada ni a nadie. Otras protestas encapuchadas acaban, en cambio, con docenas de contenedores quemados, asaltos a comercios, por lo general de lujo y con el expolio preferente (lo hemos visto muchas veces) de suculentas paletillas de jamón ibérico. Por ello sorprenden celo y celeridad con la que los agentes, a las órdenes de Marlaska, que otrora, cuando combatió a ETA, fue Grande, y ahora es Mínimo al protegerla, detienen a una señora envuelta en una bandera nacional con el sagrado corazón de Jesús inscripto, a guisa de escudo. Como aquellos escapularios del “detente bala” de los voluntarios del requeté.

No les ha faltado ocasión a los comentaristas pro-gubernamentales de hacer burla de esas gentes y de su piadosa protesta. Y nos recuerdan a Stalin, exseminarista y atracador de bancos antes de convertirse en uno de los mayores asesinos de masas, cuando, preguntado por la diplomacia vaticana y su poder de persuasión, replicó aquello de “¿Cuántas divisiones tiene el Papa?”. Y es que esas prisas por llevar a la señora disidente esposada al pretorio, mientras los agentes lanzaban gas pimienta contra ancianos manifestantes, no casan en absoluto con la guasa que se traen los corifeos del sanchismo con las humilísimas siervas de la adoración nocturna. Y uno se pregunta si al felón monclovita y a sus esbirros, capaces de confraternizar con el brazo político de ETA en Pamplona, les entra el terror pánico ante un padrenuestro y tres avemarías ejecutados en silencio y recoleta actitud. ¿Será que los aguerridos comecuras del actual frentepopulismo temen más una hostia consagrada que una buena ensalada callejera de hostias?

Estando metidos de lleno en las señaladas fechas de la Natividad del Señor, cabe que la próxima operación policial de envergadura desmantele una clandestina y peligrosa cantata de villancicos en Ferraz, arma lírica de destrucción masiva contra la mala nueva herodiana y amnistiadora. Cascos, escudos, pelotas de goma, porras recauchutadas y furgones repletos de peligrosos fieles contrarrevolucionarios. Ora pro nobis.

Javier Toledano  | Escritor

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