Comer insectos, una imposición de la agenda 2030 que está muy lejos de convertirse en un placer para el paladar

Share on facebook
Share on twitter
Share on linkedin

La Agencia Europea ha autorizado cuatro nuevos tipos de larvas que ya son aptas para el consumo humano

Comer insectos es un hábito alimenticio bastante típico y extendido en lugares como el continente asiático, Australia o América Central. Esta tradición arraigada y normalizada en algunas culturas, no tiene ningún éxito entre los países occidentales y es visto con verdadero asco.

En efecto, en Europa, en general, la idea de masticar estos diminutos insectos está lejos de presentarse, no solo como un placer para el paladar, sino como una verdadera tortura. España no es una excepción. Sin embargo, pese a esta oposición ciudadana, las élites globalistas y los organismos supranacionales como la Unión Europea están impulsando y promocionando, de acuerdo con la agenda 2030, el que comas estos insectos. Y es que, desde mayo de 2018, se han ido incorporando al mercado diferentes opciones de insectos aptas para el consumo humano.

Nuevo producto. Y ya son 4 productos aprobados en España

El último ha sido aprobado este mismo mes por la Agencia Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA). Se trata de la larva de escarabajo del estiércol (Alphitobius diaperinus), que se puede consumir entero o en forma de polvo o harina. Esta nueva fuente de proteína ha demostrado ser segura para el consumo humano en preparaciones congeladas y liofilizadas (proceso de deshidratación y congelación al vacío); por lo que podría añadirse como ingrediente a diversos productos alimenticios, como barritas de cereales, pasta, análogos de carne y productos de panadería.

Rechazo: asco

Algunos de ellos estuvieron disponibles al gran consumo a través de algunas cadenas de supermercados. Pero su comercialización no trascendió del año. «En Europa, hay mucho prejuicio. No tenemos a los insectos en nuestro parámetro alimentario y me cuesta mucho pensar que, en el futuro, la utilización mayor de la proteína de insectos sea directamente para la alimentación humana», comenta Jorge Jordana, ingeniero agrónomo patrono en Instituto Madrileño de Estudios Avanzados en Alimentación. Sin embargo, asegura que la tendencia apunta hacia la producción de insectos para fabricar piensos para la alimentación de peces, aves o de otros animales de consumo humano.

Uno de los motivos de que los insectos no formen parte de nuestra dieta tiene que ver con los aspectos psicológicos del acto de comer. Dentro de las emociones que todos ser humano mantenemos, fomentamos o escondemos, están las emociones culturales, como son la burla y el asco. Esta sensación constituye la principal razón para no consumir insectos. Así queda de manifiesto en un estudio realizado por la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) que se basa en las respuestas de 1.034 personas a una encuesta sobre el consumo de insectos.

Según sus resultados, el 86% nunca ha comido insectos, y solo un 13% los ha probado. La principal razón que aducen para no probarlos es el asco (38%), seguida por la carencia de hábito (15%), las dudas sobre su seguridad (9%) o razones culturales (6%), entre otras.

La reticencia a comer insectos también se pone de manifiesto cuando a los encuestados se les plantea si estarían dispuestos a incluirlos en su dieta habitual. Solo un 16% responde que sí.

Más alergias. Toxididad

También una mayoría, el 71%, afirma que no cocinaría insectos en casa. Como revela el estudio, al asco o a la repugnancia ante la idea de consumir insectos se unen otras reticencias, como son el riesgo a sufrir intoxicaciones alimentarias o el efecto de los antinutrientes. Y es que, pese a las cautelas en lo que respecta a la venenosidad y la esterilización de estos productos, y pese a que las administraciones alimentarias realizan una exhaustiva evaluación de los riesgos microbiológicos y alergénicos asociados a su consumo, según la OCU, el alto contenido de proteínas que caracteriza a estos productos está directamente relacionado con la irrupción de reacciones alérgicas.

También el Comité Científico de la AESAN menciona los potenciales peligros: resistencias antimicrobianas, reacciones cruzadas con crustáceos de tipo alérgico y la transmisión alimentaria de patógenos víricos, bacterianos, hongos, parásitos e, incluso, priones.

El más común, por poner un ejemplo, es la tiaminasa, cuyo consumo continuado suele causar deficiencia de Tiamina (vitamina B1), importante para el crecimiento, desarrollo y funcionamiento de las células del organismo para que, a su vez, esas células colaboren en convertir los carbohidratos ingeridos, en la energía que necesita el organismo. Algunos coleópteros contienen una sustancia que, tras su ingesta, produce irritaciones de consideración en el aparato urinario humano. Otro agente tóxico que aportan es el Tolueno.

Lo contienen algunas hormigas y afecta tanto al hígado y al riñón como al cerebro humano. Por otra parte, la EFSA ha publicado varios estudios en los que advierte de que algunos insectos pueden estar contaminados con bacterias patógenas (como Salmonella, Escherichia coli o Campylobacter)», puntualiza Marilourdes de Torres Aured, enfermera máster en Dietoterapia y Nutrición, y delegada de Nutrición en el Consejo General de Enfermería de España (CGEE).

De destacar, en todos ellos, la quitina, que entorpece la digestibilidad de las proteínas para que se conviertan en aminoácidos y, por tanto, no facilita la absorción y total utilización de este nutriente principal».

Agenda 2030

Hay una verdadera campaña de todos los organismos supranacionales para cambiar la dieta de las personas y que los insectos sean la base la misma. Según un informe del organismo supranacional, Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), – que es un organismo especializado de la ONU-  el consumo de los insectos redundará en beneficios del cambio climático al compararlas con las granjas tradicionales de vacuno, porcino o pollo entre otros. Además, las granjas de insectos requieren de menos espacio para una producción equivalente, lo que implica un menor coste económico. Esto es, la idea es no comer carne y comer insectos.

La hoja de ruta es clara: primero te los pondrán, sin decirte en los productos que consumas (productos «sostenibles» les llaman); después vendrá como una alternativa más saludable tanto sanitaria como medioambiental que la carne; el siguiente paso será que será más baratos que la carne: y por último prohibirán la carne como perjudicial para la salud y el cambio climático. Esto es, quieren que comas insectos, muchos insectos, mientras las élites globalistas se toman los chuletones de carne.

(Con información de La Razón)

Deja un comentario