Según el diccionario de la RAE, la felicidad es el estado de grata satisfacción espiritual y física. Imagino que todos los seres humanos aspiramos a disfrutar de este estado de forma permanente.
Estudios recientes aseguran que la felicidad está condicionada por tres factores fundamentales: el factor genético que afecta a nuestra salud (50%), nuestras circunstancias (10%) y nuestra aptitud para afrontar la vida (40%). Sólo el último factor, la actitud, queda bajo nuestro control. Afortunadamente, tiene un peso suficientemente importante para que le prestemos atención.
La actitud tiene que ver con superar la adversidad y las limitaciones con un enfoque positivo, con nuestra relación con los demás, con nuestras aficiones y hábitos, y también, claro está, con nuestra alimentación. En definitiva, nuestra actitud es una medida de nuestro compromiso con la felicidad. Sería pretencioso intentar hacer en estas pocas líneas un tratado con recetas de cómo alcanzar la felicidad. No soy, en absoluto, la persona más adecuada para ello. Me conformo con identificar lo que en mi humilde opinión son algunas de las cosas, relacionadas con nuestra actitud personal, que nos pueden ayudar a acercarnos al objetivo deseado. Yo los llamo, amigos de la felicidad.
Aceptarse a uno mismo
Cuando no nos encontramos bien en nuestra propia piel resulta imposible aceptar a los demás y, en consecuencia, establecer lazos de amor y amistad. No solo es nuestro propio aspecto físico el que nos puede causar rechazo, sino también nuestras limitaciones personales. Está en nuestra actitud el mejorar lo uno y lo otro. Para lo primero es fundamental cuidar nuestro cuerpo con una buena alimentación, hacer ejercicio físico y prestar la suficiente atención a nuestra apariencia.
Las limitaciones personales se pueden mejorar estableciendo objetivos de desarrollo personal alcanzables y relevantes que nos comprometan con su consecución. La consecución de estos objetivos debe asegurarnos la satisfacción de superarnos, de mejorar como seres humanos. El desarrollo personal nos exige un esfuerzo y, con frecuencia, atrevernos a salir de nuestro círculo de confort. Por eso es importante elegir cuidadosamente nuestros objetivos. Está en nosotros la decisión de escoger esos objetivos y establecer el plan para alcanzarlos.
Como creyente que soy, me viene a la cabeza la parábola de los talentos. Me atrevería a decir que no es tan importante los talentos que hayas recibidos cuando naciste, sino aquellos talentos que puedas conseguir con tu propio esfuerzo antes de que llegue el final de tus días.
Reservar unos minutos de tiempo todos los días para hacer seguimiento y felicitarse por los avances alcanzados refuerza nuestra autoestima, nuestra motivación y nuestra ilusión de vivir.
Controlar las emociones.
El amor y la curiosidad son las primeras emociones del ser humano. Si no se satisfacen adecuadamente entramos en modo supervivencia y desarrollamos desconfianza y desadaptación a nuestro entorno social.
Todos necesitamos satisfacer nuestras necesidades de protección y afecto. La formación de todo ser humano debería incluir un aprendizaje social y emocional. Este aprendizaje precedería al aprendizaje de valores y éste, a su vez, al aprendizaje de contenidos que se adquiere en la escuela. Está demostrado que cuanto antes se haga un aprendizaje emocional (control de emociones) más duradera será su persistencia en el individuo.
Controlar las emociones no significa aislarse de estas, sino saber disipar aquellas que son negativas. No hay que reprimir las emociones, pero tampoco hay que permitir que éstas tomen el control de nosotros y nos hagan infelices.
Hay quien sostiene que el ser humano envejece cuando pierde su curiosidad y su capacidad de amar. Creo que no le falta razón.
El control de las emociones resulta fundamental en la comunicación personal. La comunicación es una destreza individual a la que nuestra sociedad no parece prestar la importancia necesaria. La mala comunicación es responsable de la escalada de conflictos y malentendidos que a veces llevan a la pérdida irreversible de relaciones valiosas. Nunca hay que permitir que emociones negativas como la ira, el orgullo o el deseo de revancha tomen el control de nuestra comunicación. Cuando queramos manifestar nuestro disgusto con nuestro interlocutor, resulta mucho mejor ceñirnos a los hechos objetivos, dejando a un lado las interpretaciones, sin olvidar exponer cómo estos hechos nos hacen sentir, buscando así la empatía del interlocutor.
Dedicar tiempo y diversificar nuestras aficiones e intereses.
No debemos desatender aquellas actividades que nos hacen sentirnos bien. Incluyendo, claro está, aquellas que se realizan con la familia o los amigos. Diversificar actividades resulta fundamental. Cuando toda nuestra vida gira en torno a una sola cosa, se asume un riesgo semejante al que tomamos cuando ponemos todo nuestro dinero en una sola inversión. Es como poner todos los huevos en la misma cesta. Cuando ese único pilar de nuestra vida se tambalea, nuestra vida entera se tambalea con él. Muchos viven obsesionados con su trabajo y cuando se jubilan, o el trabajo deja de darles la satisfacción que ellos desean, la vida pierde todo interés. También puede ocurrir que en la vida nos sobrevenga una desgracia que nos incapacite para seguir haciendo algo que para nosotros es importante. No permitamos que nuestra felicidad repose en pocos pilares de apoyo.
Huelga decir, que para que esta diversificación sea factible, todo ser humano debe disponer de un espacio personal que sea respetado por su entorno más cercano. Esto no significa que no haya que hacer actividades familiares, sino que se debe también disponer libremente de tiempo para organizar actividades con amigos e incluso actividades individuales.
Armonía de nuestras acciones y decisiones con nuestros valores personales.
La vida nos enfrenta a diario a conflictos de valores que, con frecuencia, no sabemos resolver. Vivir en armonía con nuestros valores significa reconocerlos y tener la valentía de que nuestras acciones y decisiones se ajusten a ellos y, en caso de conflicto, hacer prevalecer el valor que tiene mayor importancia para nosotros entre aquellos que hubiesen entrado en conflicto. La resolución de un conflicto de valores no es gratuita. Supone siempre una renuncia a algo importante para nosotros en favor de algo que nos importa más.
Detrás de cada problema hay siempre una oportunidad
Estoy convencido que el sentido de nuestra presencia en el mundo es aprender a desarrollarnos como seres humanos. Las circunstancias de la vida, aquellas que no caen bajo nuestro control, no siempre nos deparan situaciones placenteras ¿Qué se puede hacer en esos momentos? Más allá de la inevitable aceptación de lo que no está en nuestra mano cambiar, la respuesta es siempre la misma: buscar la oportunidad que hay detrás de cada problema. Siempre la hay. Oportunidad de aprender, e incluso de reconducir nuestra vida reinventándonos para que cada nuevo día siga teniendo un aliciente para nosotros. Siempre encontraremos algo valioso si tenemos la disposición y la valentía de perseverar sin tirar la toalla ¡Si la vida te da limones, haz limonada!
En la búsqueda de la felicidad resulta siempre de actualidad la sencilla reflexión de Ina Deter que encierra toda una filosofía de vida: «El pasado es historia, el futuro un secreto y cada instante del presente un regalo».
1 comentario en «Amigos de la Felicidad | Eusebio Alonso»
Fantástico!!