Marlaska sectario y la doble vara de Interior
El escándalo del sectario Marlaska vuelve a sacudir la política española. Tal como se señala en Hispanidad, en Ferraz, Interior reprimió con gases y golpes a quienes rezaban el Rosario. Sin embargo, durante el boicot a la Vuelta Ciclista, se permitió actuar a radicales de extrema izquierda y hasta a condenados por terrorismo, demostrando la manipulación política de las fuerzas de seguridad.
Represión en Ferraz: ancianos gaseados por rezar el Rosario
En las protestas cerca de la sede del PSOE en la calle Ferraz, los antidisturbios aplicaron tácticas desproporcionadas contra ciudadanos pacíficos. Según denuncias internas policiales, el sectario Marlaska ordenó usar gases lacrimógenos, pelotas de goma y golpes contra ancianos y familias que rezaban el Rosario.
Estas técnicas, propias de escenarios de alto riesgo, se emplearon sin necesidad. Una de ellas fue el “embolsamiento”, que consiste en aislar y acorralar a manifestantes. Normalmente se aplica en partidos de fútbol de alto riesgo, pero en Ferraz se usó contra ciudadanos indefensos cuya única acción era rezar y protestar de forma pacífica.
La brutalidad policial no fue casualidad, sino una orden política dirigida a reprimir cualquier manifestación crítica contra Pedro Sánchez y su gobierno.
El contraste en la Vuelta Ciclista: impunidad para la extrema izquierda
Mientras golpeaba a quienes rezaban en Ferraz, el sectario Marlaska permitió que grupos radicales de extrema izquierda reventaran la Vuelta Ciclista a España. Según El Mundo, al menos nueve condenados por terrorismo de ETA viajaron desde Vascongadas con el objetivo de sabotear el evento deportivo en Madrid.
Estos individuos tenían antecedentes por kale borroka, desórdenes públicos y colaboración con la banda terrorista. Sin embargo, la policía no aplicó medidas contundentes como el embolsamiento o la disuasión inmediata. La inacción de Interior permitió disturbios y la suspensión parcial de la competición.
La evidencia muestra un patrón claro: Interior reprime a los católicos, pero tolera a la extrema izquierda y hasta a exterroristas cuando conviene políticamente.
Denuncias de sindicatos policiales: “órdenes políticas”
El sindicato JUPOL denunció que la actuación de Interior puso en “grave riesgo” a los agentes de la Unidad de Intervención Policial. Según sus portavoces, existieron “órdenes políticas” para permitir que los radicales actuaran en la Vuelta, mientras en Ferraz se aplicó todo el peso de la represión.
Por su parte, JUCIL, la asociación mayoritaria de la Guardia Civil, calificó el dispositivo de seguridad en la etapa final de Madrid como “absolutamente insuficiente”. Además, solicitó al Ministerio del Interior información detallada para valorar acciones legales contra la gestión de Marlaska.
La doble vara de medir confirma que estamos ante un Marlaska sectario, que utiliza las fuerzas de seguridad como instrumento político y no como garantes del orden público.
El problema de fondo: manipulación ideológica de la seguridad
La actitud de un Marlaska sectario responde a una estrategia clara: criminalizar a la derecha social y a los católicos, mientras se protege y promociona a la extrema izquierda. El gobierno de Pedro Sánchez necesita desactivar cualquier movimiento que desafíe su agenda ideológica y sus pactos políticos, incluso a costa de vulnerar los derechos fundamentales de los ciudadanos.
Golpear a quienes rezan el Rosario en Ferraz simboliza un ataque directo a la libertad religiosa y de expresión. Permitir que radicales reventaran la Vuelta demuestra la connivencia del Ejecutivo con quienes siempre han intentado destruir la unidad de España.
Marlaska, Sánchez y la indignidad política
El episodio no puede entenderse sin la complicidad de Pedro Sánchez. El presidente mantiene en Interior a un ministro indigno, cuya gestión sectaria pone en riesgo la convivencia y la seguridad de todos. No se trata de errores puntuales, sino de una estrategia sistemática.
El caso Ferraz y el boicot a la Vuelta no son hechos aislados. Ambos revelan el uso partidista de la policía, la permisividad hacia la extrema izquierda y el desprecio hacia los ciudadanos que defienden valores cristianos y patrióticos.
Marlaska representa una amenaza para la sociedad española, porque niega la igualdad ante la ley y utiliza la represión como arma ideológica.
Marlaska debe rendir cuentas. España no puede tolerar un ministro del Interior que reprime a ancianos que rezan y protege a radicales de extrema izquierda. La sociedad debe exigir responsabilidades, no solo a Marlaska, sino también a Sánchez, que lo mantiene en el cargo.