De lo depravado a lo “diverso”: La pendiente hacia el abismo | Alfonso P. Sanz

De lo depravado a lo “diverso”

Hace apenas unas décadas, la sociedad tenía claras las cosas: ciertas conductas eran perversiones, punto. Había un consenso moral que marcaba límites firmes entre lo decente y lo inaceptable. Hoy, ese consenso se ha desmoronado. Lo que antes era “pervertido” ahora se vende como “diverso”, envuelto en el manto sagrado de la tolerancia. Este cambio no es un inocente giro lingüístico; es una demolición deliberada de los cimientos éticos que sostienen occidente.

Tomemos el sadomasoquismo como ejemplo descarnado. Hace años, atar y azotar a alguien por placer era un tabú, un desvío psicológico que se mantenía en la sombra. Hoy, porquerías como las *Cincuenta sombras de Grey* se ha convertido en un espectáculo de masas. Millones devoraron una novela que romantiza el dolor y la sumisión, llevada al cine con aplausos y taquillazos. Lo que antes era depravado ahora se exhibe en librerías y plataformas de streaming, disfrazado de “diversidad sexual”. Como ejemplo cercano, hace apenas dos meses, una juez española justificaba como legal un taller de sadomasoquismo en Sabadell pagado con dinero público.

En esta misma lógica retorcida no solo las prácticas sexuales se han redefinido. Hoy, llamar “hombre” a una persona transexual que hasta hace meses lucía barba y se presentaba como varón puede costarte una denuncia. En países como Canadá o Reino Unido, México y ahora también España casos como estos han llegado a tribunales, donde el uso de un pronombre “incorrecto” se considera un delito de odio. Lo que antes era una obviedad biológica ahora es un campo minado, donde el lenguaje se doblega ante una ideología que castiga la verdad en nombre de la “inclusividad”. Esta tiranía de lo políticamente correcto nos empuja a un mundo donde la realidad misma es negociable.

¿Y dónde está el freno? Si todo lo perverso puede ser reciclado como “diverso”, ¿qué nos detiene en esta carrera hacia el precipicio? La historia demuestra que los límites morales son endebles cuando la tolerancia se convierte en un ídolo intocable. Ya hay quienes, desde oscuros rincones académicos y activistas, intentan blanquear la pedofilia, rebautizándola como “atracción por menores” o, aún peor, como una “orientación” más. Aunque estas ideas ahora son minoritarias, su sola existencia en el debate público es una sirena de alarma que retumba. Si no reaccionamos, pronto veremos a estos degenerados reclamando “derechos” en nombre de la diversidad.

Esta trayectoria es el suicidio de la civilización occidental. Confundir libertad con libertinaje y respeto con permisividad absoluta nos deja desorientados por completo. Si todo es “diverso” y, por tanto, válido, ¿qué impide que la pederastia o cualquier otra aberración se normalice mañana? La pendiente resbaladiza no es un cuento; es una realidad que se escribe con cada concesión a lo indefendible. Lo que hoy parece monstruoso puede ser la próxima “causa progresista” si no cortamos de raíz esta locura.

No se trata de ser puritanos ni de quemar en la hoguera a nadie. Se trata de recuperar el sentido común y defender principios éticos innegociables. La diversidad no es un cheque en blanco para justificar cualquier desviación. ¿Queremos un futuro donde se enseña a los niños que lo pervertido es tan solo algo “diferente”? Una sociedad que no aprende de su pasado y no vigila su futuro está condenada a caer en el abismo. Es hora de ser valientes, de trazar líneas claras y de decir basta: no todo es diverso, y no todo es aceptable.

Alfonso P. Sanz | Jurista

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2 comentarios en «De lo depravado a lo “diverso”: La pendiente hacia el abismo | Alfonso P. Sanz»

  1. Si, los mentirosos neomarxistas suelen usar el modelo llamado «la ventana de J. P. Overton» para neutralizar sus disparates en progresión geométrica y deconstruir nuestra cultura.

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