El tener una edad no es un obstáculo más allá de lo que la naturaleza por enfermedad nos impide, demos un paso más. Aún podemos descubrir que somos realmente imagen de Dios, realidad que algunos hemos ido perdiendo por los acontecimientos, los sueños, las experiencias, los fracasos. Ahora con dolores en los huesos, reuma, enfermedades crónica.
La sociedad nos hace sentir que somos un estorbo, al contrario, debemos ser personas con capacidad de amor, de apertura de espíritu, de búsqueda de la verdad, la justicia, la paz y la felicidad. Debemos transmitir esperanza, consuelo, confianza para que los que vienen detrás sean mejores que nosotros.
Con la sabiduría de nuestra vida podemos disfrutar de las palabras de Jesús: “donde yo estoy estarán ellos conmigo”. Debemos hacer realidad la oración que Jesús nos dejó “perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden”. Todo con la seguridad de que somos amados desde lo alto del cielo y desde lo ancho de la tierra, porque somos un don no un lastre, aún cansados, seguimos caminando dando muestras de que Dios nos ama, aunque nos pesa el alma con ciertos recuerdos y amarguras. En los días que la tristeza, la soledad, el pesimismo nos asaltan, debemos aprovecharlos para buscar en nuestro interior y conocernos mejor. Sabemos que con Cristo todo lo podemos. Debemos aprovechar los buenos momentos que la vida nos depare, no encerrarnos, salir, ir con amigos y por supuesto admitir todas las opiniones.
Debemos aprovechar los buenos momentos que la vida nos depare, no encerrarnos, salir, ir con amigos y por supuesto admitir todas las opiniones.
Estamos considerados como un estorbo, causamos gastos que podrían dedicarse a mejorar otros servicios sociales, ser más industriales, incluso mejorar el campo y la energía. No estamos muy bien vistos, sigamos ayudados con amigos poniendo otra vez en la sociedad los valores que dieron y dan sentido y paz a nuestra vida actual y que se están perdiendo, ayudemos a los jóvenes a recuperarlos.
No olvidemos a los que padecen Alzheimer o Párkinson, enfermedades degenerativas que los obligan a utilizar medios mecánicos. O enfermedades menos conocidas, los que sufrieron accidentes o los que nadie atiende, tanto en su vivienda, como los que viviendo en residencias de mayores no los visita nadie.
Recordemos los que saben disfrutar con el Imserso, los voluntarios en ONG, los que se reúnen en locales y cafeterías para conversar…
Jacinto Seara | Científico y escritor