El INE ha incluido la prostitución como actividad económica en su Clasificación Nacional de Actividades Económicas (CNAE) de 2025. Esta decisión genera polémica por legitimar una práctica que degrada a la persona y abre el debate sobre la moralidad de medir la explotación como un simple indicador económico.
Prostitución en las estadísticas: una decisión polémica
El Instituto Nacional de Estadística (INE) ha incorporado en su CNAE un apartado donde aparece la prostitución bajo el epígrafe de «otros servicios personales». Dentro de este apartado, el texto oficial menciona «la prestación o concertación de servicios sexuales».
La justificación del INE se basa en una traducción casi literal de una guía publicada por Eurostat, organismo comunitario que homologa estadísticas de todos los Estados miembros de la Unión Europea. Según el propio INE, la CNAE sirve para resumir y presentar información sobre la actividad económica de las empresas, lo que implica aceptar la prostitución como una actividad más en el conjunto del mercado.
Con este movimiento, la prostitución como actividad económica se normaliza estadísticamente. Y ese hecho abre una grieta enorme en la ética pública, al reducir a la persona a mero objeto de compraventa.
¿Prostitución como actividad económica o negocio de la explotación?
El debate no puede limitarse a lo técnico. Aceptar la prostitución como actividad económica significa equiparar un acto de explotación a cualquier otro servicio comercial. Si se elimina el componente ético o moral, ¿por qué no incluir también en la CNAE actividades como el robo, el tráfico de drogas o la trata de personas?
Todas estas actividades generan ingresos, mueven dinero y tienen redes organizadas. Son empresas del crimen…pero empresas. Pero ninguna sociedad civilizada puede legitimar el crimen o la explotación como simples indicadores estadísticos económicos.
La prostitución degrada a la mujer, rompe la dignidad humana y, en la mayoría de los casos, se sostiene sobre mafias y trata de personas. Convertirla en “actividad económica” supone un paso hacia su normalización, blanqueando un negocio que atenta contra los valores más básicos.
La presión de la Unión Europea y la agenda ideológica
El INE justifica esta decisión en la necesidad de armonizar sus estadísticas con las de Eurostat. Sin embargo, este argumento esconde un trasfondo político e ideológico. La Agenda 2030 y el izquierdismo europeo buscan imponer un relativismo moral donde todo se mide en términos económicos, olvidando la dimensión ética y humana.
Incluir la prostitución como actividad económica no es una mera cuestión de clasificación estadística. Es la manifestación de un modelo ideológico que niega valores como la dignidad de la persona, la familia y el bien común.
Se trata de la misma lógica que impulsa la ideología de género, el aborto como “derecho” y la eutanasia como “progreso”. El denominador común es la reducción del ser humano a mercancía o a variable estadística, despojándolo de su dignidad inalienable.
Prostitución, explotación y sociedad
La prostitución no es un trabajo. La prostitución es violencia estructural, explotación sexual y atentado contra la persona, generalmente la mujer. La mayoría de quienes ejercen esta práctica lo hacen bajo coacción, amenazas o engaño.
Convertir la prostitución en actividad económica significa legitimar un mercado de esclavitud moderna. El Estado, en lugar de combatir esta lacra, la mide, la normaliza y la convierte en parte de sus estadísticas oficiales.
Esto plantea una pregunta crucial: si la prostitución puede considerarse un indicador económico, ¿qué impide incluir en la lista otros delitos que también mueven millones de euros? El narcotráfico, el contrabando o el blanqueo de capitales generan cifras enormes. Sin embargo, ninguna sociedad seria aceptaría medirlos como actividad empresarial.
España y la paradoja moral
España se enfrenta a una paradoja. Mientras el Gobierno y los partidos de izquierda se llenan la boca con discursos feministas, permiten y legitiman la prostitución como actividad económica. Mientras dicen luchar contra la explotación, la oficializan en las estadísticas.
El doble discurso es evidente. Por un lado, se criminaliza al empresario que contrata en condiciones precarias. Por otro, se legitima a las mafias de prostitución al reconocer su “actividad” como parte del mercado económico.
La incoherencia socialista y comunista queda al descubierto. No defienden a la mujer, la instrumentalizan para su agenda ideológica, pero callan ante el negocio multimillonario de la prostitución.
Una verdadera alternativa: dignidad y libertad
La solución no pasa por normalizar la prostitución como actividad económica, sino por combatirla con firmeza. La verdadera libertad no consiste en blanquear un negocio criminal e indigno, sino en garantizar condiciones donde nadie se vea forzado a prostituirse.
La prostitución no es economía. La prostitución es explotación, indignidad y violencia. Si se acepta como negocio legítimo, ¿qué vendrá después? ¿El narcotráfico? ¿La trata de personas?