1492 | Pío Moa

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El año 1492 marca un hito fundamental, un antes y un después en la historia de la humanidad, en la historia de España y en la historia de Europa.  Es el arranque de la exploración del mundo como un todo, de la interrelación entre los continentes y las culturas más alejadas, del conocimiento de  la extensión y formas relativas de tierras y mares, de la demostración indudable de la esfericidad de la tierra, con consecuencias astronómicas y científicas en general… En toda la historia de la humanidad no se había abierto un proceso semejante,  nunca una fecha había marcado un cambio tan evidente.

Es  llamativo  que  se haya querido datar el cambio de época en la toma de Constantinopla por los otomanos, en 1453. En contraste con 1492, que marca el inicio de la mayor expansión de la cristiandad y la civilización europea, 1453  señala una gran derrota de ambas, aunque alguno de sus efectos fuera la llegada de nuevos textos clásicos al movimiento humanista italiano, que databa de antes. Es probable que el autor de la división por edades, el  alemán protestante Cellarius, haya tratado de eludir  el año 1492 por indicar, precisamente, la  obra de España.

Hasta 1492, las edades llamadas (absurdamente)  Antigua y Media, palabras que no significan nada e inclinan a interpretaciones falsas,  correspondían exclusivamente a Europa. Desde entonces, Europa se fue convirtiendo en el mayor protagonista o centro dinámico de la historia humana, hasta su entrada en decadencia tras la II Guerra Mundial, cuatro siglos y medio después.

La técnica y el espíritu

Obsérvese que el año 1492 se identifica con el descubrimiento de América, lo que es cierto, aunque pasarían algunos años hasta percatarse de que se trataba de un nuevo continente. Pero la importancia de la fecha va mucho más allá, pues entonces se abrió un proceso de vastísimas consecuencias; una de ella es que comienza por primera vez la historia de la humanidad como tal. Hasta entonces el mundo civilizado se extendía desde China hasta España por el sur de Asia, ignorándose prácticamente unas grandes culturas a otras, e ignorando todas la existencia de América y del mundo como conjunto. El año 1492 abre  una serie de descubrimientos sistemáticos que permiten unificar hasta cierto punto la historia humana. Suele hablarse de eurocentrismo  como una culpa, pero el hecho histórico real es que Europa, o algunos países de ella, se configuran como el elemento dinámico del resto. Nadie descubre a Europa, sino que Europa descubre al resto y va extendiendo en diversos grados y modos su cultura, sustituyendo a unas y condicionando a otras, superficialmente o con alguna profundidad.

Este gran proceso, con sus rasgos más fructíferos y más dolorosos,  y que exigía el cruce de los grandes océanos Atlántico y Pacífico fue emprendido por los españoles (los portugueses –que según Camoens se consideraban también españoles–  se adelantaron en la exploración de las costas de África y el Índico, pero no cruzaron los océanos (el Atlántico) hasta después que los españoles, y el caso de los vikingos apenas pasa de anecdótico).  Este hecho no coincide con la imagen negrolegendaria predominante, y un modo seudocientífico de rebajar el protagonismo hispano es declarar que,  dados los avances técnicos  europeos de la época, la travesía del Atlántico era prácticamente obligada, siendo irrelevante  quién lo realizara primero. Esto sería verdad si pasáramos por alto que los imperios chino y otomano disponían de técnica suficiente para hacerlo y no lo hicieron; que, entre los europeos solo Inglaterra, Holanda y Francia  lo intentaron, pero sin conseguir imitar las empresas españolas hasta un siglo largo después, sin apenas pasar hasta entonces de la piratería y el tráfico  de esclavos; y que la exploración del mundo no se realizó como aplicación mecánica de la técnica, sino con enormes sacrificios, naufragios, motines, hambres,  luchas con los nativos de las nuevas tierras, intrigas,  dineros, leyes, etc. Sin el espíritu que permitía o incitaba a afrontar tales adversidades, la técnica no habría valido de mucho. Aparte de que con una misma técnica pueden hacerse cosas muy distintas.

El papel de los italianos.

En Usa, por la tradicional hispanofobia predominante, aunque con excepciones, la conmemoración del descubrimiento de América aparece como un día de Italia sobre la suposición de que Cristóbal Colón era italiano. Apoyándose en documentos que podrían ser falsos, se da por cierto en la mayoría de los medios académicos que había nacido en Génova, aunque hay muchos datos que lo ponen en duda. Pero aunque hubiera nacido allí, el hecho determinante es que fue español por elección, lo mismo que Magallanes, y su empresa descubridora la realizó en España y al servicio de España sin relacionarla nunca con su supuesto origen. Ello no quita para que diversos italianos participaran en los nuevos descubrimientos,  por su relación especialmente estrecha con España. Así, cuando los ingleses intentaron hallar un paso al Pacífico por el norte, encomendaron la tarea al veneciano  Juan Caboto,  que según todo indica llegó a Terranova en 1498, desapareciendo él y su barco en una expedición posterior. Su hijo Sebastián trató de interesar a  Venecia  en una exploración para descubrir un paso a China  y Japón, pero al no conseguirlo entró al servicio de España, fue piloto de la Casa de Contratación, exploró por el Río de la Plata, ya descubierto. Juzgado en España  por haber cambiado de objetivo y perdiendo la disputa  con cosmógrafos españoles que daban preferencia al enfoque matemático y astronómico de la navegación por encima del de la experiencia de los pilotos, preferida por Caboto, pasó al servicio de Inglaterra en 1550  como piloto mayor e instructor de marinos ingleses, aunque su objetivo derivó a las relaciones comerciales con Rusia. El caso más curioso es el del florentino  Américo Vespucio, experto navegante (fue también piloto mayor de la Casa de Contratación), algo fantasioso en sus viajes, y que dio su nombre al nuevo mundo por decisión, luego generalmente aceptada, del cosmógrafo alemán Martín Waldseemüller, robándole un tanto de gloria a Colón.

Otros italianos participaron en las expediciones españolas, pero Italia como tal, no tuvo nada que ver con ellas. Es sorprendente que un país  que en asuntos  técnicos,  artísticos y de pensamiento estaba a la cabeza de Europa, hubiera sido políticamente tan incapaz.

Pío Moa | Escritor

 

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