Por octavo año consecutivo, el porcentaje de españoles que marcan la casilla de la Iglesia Católica en su declaración de la Renta ha disminuido. Aunque los datos de la campaña de 2024 muestran un aumento en el número de declaraciones absolutas y en el importe recaudado, el porcentaje de contribuyentes que optan por destinar el 0,7% de su IRPF al sostenimiento de la Iglesia ha caído más de medio punto, situándose en un preocupante 30,43%. Este descenso refleja una desafección profunda hacia la jerarquía eclesiástica y una pérdida de confianza en sus actuaciones.
Una tendencia alarmante que no cesa
El porcentaje de declaraciones a favor de la Iglesia lleva años descendiendo de forma sostenida. Si en 2013 se alcanzaba un 35,03%, ahora, en 2024, se registra un descenso de casi cinco puntos. Juanjo Romero lo resume en su análisis de Hispanidad: «Ni el número de declaraciones ni la cuantía total dependen de la Iglesia. Lo que debería preocupar es el porcentaje de españoles que, pudiendo contribuir, deciden hacerlo«.
El aumento del número de declaraciones y de la cuantía total recaudada no es indicativo de una mejora en el compromiso de los fieles, sino del crecimiento económico y de la inflación. Este récord de 358,8 millones de euros recaudados no debe enmascarar una realidad preocupante: cada vez menos personas se identifican con la jerarquía eclesial y su labor.
Confusión doctrinal y adaptación a la agenda woke
El problema está más allá de las cifras económicas. Éstas son la consecuencia. Muchos señalan que la desafección hacia la jerarquía eclesial tiene raíces profundas en una crisis de identidad y misión. La jerarquía, que debería ser garante de la fe, genera, según muchos fieles, una confusión cada vez mayor.
El diagnóstico es claro: «La Iglesia se está convirtiendo en una ONG asistencial dirigida por funcionarios eclesiales. Aunque tenga un componente social, eso no es la esencia de la Iglesia«, comentan los fieles. Este deslizamiento hacia un modelo que prioriza, y casi excllusiviza la acción social sobre la evangelización y la defensa de los principios doctrinales ha creado un profundo disgusto en los creyentes.
Además, la percepción de que la jerarquía de la Iglesia está cediendo ante la agenda woke, transigiendo en aspectos doctrinales fundamentales, agrava esta desconexión. Muchos fieles reclaman una Iglesia que no tema desafiar las corrientes ideológicas predominantes y que reafirme su compromiso con la verdad y la fe, algo que, en opinión de estos fieles, no está sucediendo.
Desafección en las regiones nacionalistas
Otro dato significativo es el desplome del porcentaje de asignación en regiones con un fuerte componente nacionalista y separatista, tal como recoge la tabla de Infocatólica. En Cataluña, apenas un 15% de los contribuyentes marcan la casilla de la Iglesia, un porcentaje que es la mitad de la media nacional. En el País Vasco y Galicia, los números son igualmente bajos.
Un discurso más alineado con el nacionalismo de la iglesia en estos lugares parece haber pasado factura a la jerarquía eclesial en estas regiones. Este distanciamiento subraya una vez más la desconexión entre las acciones de los obispos locales y las expectativas de los fieles.
¿Qué debe hacer la Iglesia?
El descenso sostenido en el porcentaje de asignación debería ser una llamada de atención urgente para la jerarquía. Los fieles piden claridad doctrinal, compromiso evangelizador y valentía para enfrentarse a las corrientes ideológicas que buscan diluir la identidad de la Iglesia.
La misión de la Iglesia no puede reducirse a ser una entidad asistencial o un actor político más. Su razón de ser es espiritual y trascendente. La actual estrategia, que parece buscar agradar a todos pero descontenta a los creyentes más comprometidos, debe ser revisada si se quiere revertir esta tendencia de desafección.
El descenso continuado en la asignación de la X de la Iglesia refleja algo más que números: es el síntoma de una desconexión profunda entre la jerarquía eclesial y los fieles. Si no se toman medidas urgentes para recuperar la confianza y reafirmar la misión esencial de la Iglesia, este alejamiento podría agravarse, con consecuencias irreparables para su futuro en España. La Iglesia debe actuar, no solo para garantizar su sostenimiento económico, sino para reavivar la fe y la fidelidad de quienes aún confían en su misión.
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