¿Alguien pudo prever la implosión de la URSS? Algún comentarista llegó a suponerla, pero sin un análisis concreto, una total excepción en cualquier caso. La caída de la URSS abrió paso a una nueva situación mundial en la que Usa, por su poder económico y militar, y por la atracción de su democracia, orientaría política y culturalmente al resto del mundo hacia pacíficas sociedades de alto consumo, superando las miserias de la pasada historia humana. La OTAN dejó de ser una alianza defensiva para volverse ofensiva en una serie de guerras (Serbia, Irak, Afganistán, Libia, Siria, actualmente Ucrania) que presuntamente impondrían la democracia en países sometidos a regímenes tachados de tiránicos. Parecía una evolución necesaria e imparable.
Hace de ello solo 35 años, y lo que ha ocurrido en este lapso ha resultado tan impensable como la implosión de la URSS. El pésimo resultado de las invasiones de Irak y Afganistán, movió a la OTAN a sustituir la intervención directa por la financiación y apoyo a fuerzas desestabilizadoras locales en Libia, Siria, Egipto y finalmente en Ucrania. El resultado ha sido una serie de derrotas de la OTAN — ante todo de Usa e Inglaterra–. Ninguna de estas operaciones ha traído paz o democracia alguna, y sí masas de muertos y refugiados, países enteros destrozados y algún golpe militar (Egipto). En cambio, el islamismo radical ha crecido en oleadas después de décadas de occidentalización o secularización frustrada, haciendo del mundo musulmán un poder extendido desestabilizadoramente a la propia UE, en buena medida como efecto de los desplazamientos masivos provocados por las citadas ofensivas.
Al mismo tiempo China ha surgido como una peculiar superpotencia totalitaria con economía de mercado, que ya desafía la hegemonía useña en los planos económico, científico, técnico y militar. Y Rusia se ha repuesto en gran parte de su postración, adoptando mejor o peor una economía de mercado y un sistema en principio democrático: hoy es una potencia militar y económica muy a tener en cuenta en el panorama mundial.
La cadena de operaciones de la OTAN, todas ellas fallidas salvo la de Serbia, ha culminado por ahora en Ucrania, en pleno centro de Europa, rompiendo la racha de paz en el continente de la que se jactaba la UE, cuyos dirigentes hablan ahora de extender la guerra de Ucrania ante la dificultad de derrotar a Rusia.
Todos estos enormes sucesos eran imprevisibles hace 35 años. Muchos de ellos incluso hace 15. Pero no menos importantes son los cambios internos en Usa y la UE. Estas guerras han repercutido en ellas, directa o indirectamente, empujando a la sustitución progresiva de la democracia por belicosos regímenes lgtbi y climatohistéricos, lo que ha generado a su vez unas resistencias cada vez más fuertes, una polarización social de efectos difíciles de controlar. Se habla de guerra civil o de partición de Usa, lo que sería catastrófico para todo Occidente. Y aunque tal cosa resulta muy improbable, siempre se viene a la mente las improbables implosión de la URSS y sucesos subsiguientes, contra casi todos los análisis de los expertos, en apariencia lógicos y de conclusiones forzosas. Dijo Keynes alguna vez que no suele ocurrir lo ineluctable, sino lo imprevisible.
Aunque desde España no podríamos pretender orientar al resto del mundo, ni siquiera a la UE, estas realidades, que se combinan con la caída de la Constitución y la democracia, nos obligan a replantear tanto la política interior, que debería recuperar la democracia, y la exterior, que debería asegurar la neutralidad de España, al modo de Suiza o Austria.
Pío Moa | Escritor | https://www.piomoa.es/
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