El “cambioclimatismo” se ha convertido en un auténtico filón. No sólo para generar nuevos negocios (“las renovables”) por lo general subvencionados con ingentes ayudas públicas (impuestos a la ciudadanía) y la mar de pingües y lucrativos para unos cuantos cantamañanas… sea el caso, entre muchos y especialmente hilarante, del heterodoxo proyecto de inundación del Cuerno de África a placas solares dentro de la trama “Tito Berni” a través de un organismo patrocinado por el gobierno, Fundación Internacional para Iberoamérica… (Iberoamérica en el Cuerno de África, átame esa mosca por el rabo)… sino también por dar pábulo a inigualables piezas de la retórica contemporánea. Ahí refulge esplendorosa la incombustible niña Greta que ha pasado de aquellos altitonantes y algo desabridos “id a tomar por culo” y “vais a morir todos, hijos de puta”, a manifestar recientemente más elaboradas cavilaciones: “el hombre blanco, heterosexual y de mediana edad (sic), no es adecuado para el clima”.
Aquí no interesa decidir si la antropogenia de la que tanto se habla es o no el vector clave para explicar la mudanza del clima. Si el clima, al contrario y por naturaleza, ha cambiado y cambia siempre, pues no es una inmutable razón matemática, sucediéndose óptimos climáticos (baja Edad Media) y mini-glaciaciones (siglos XVII y XVIII) al margen de la acción humana. Que si las flatulencias contaminantes (efecto invernadero) del ganado bovino, o en períodos geológicos pasados, de los rebaños de enormes dinosaurios, colosales globos aerostáticos de gas metano liberados a la atmosfera. Para mí tengo, que uno ha de ser consciente de las escalas, de lo que en su mano está y depende, y que sea cual sea el papel que jueguen en esta función lo mismo vientos, que radiaciones solares o la explotación de los combustibles fósiles, lo que es obligado es cuidar con sentido común el medio ambiente y legar un entorno natural en buen estado a las futuras generaciones. Y más allá de ello, las personas temerosas de Dios y de las humanas leyes nos encogemos de hombros, aun a pesar de sufrir en nuestras laceradas espaldas el restallante latigazo, infamante baldón y sambenito, del “negacionismo” de rigor.
Pero si hay algo llamativo en todo este despiporre climático, con su cohorte de ruinosas y contaminantes centrales desalinizadoras, aspas eólicas (causantes de la muerte del aguilucho Bonifacio) y otras bagatelas, jugosas comisiones de por medio, es la prolija creatividad literaria, o mejor, periodística, que alienta. Un alud de expresiones rimbombantes y grandilocuentes coloniza las noticias “meteo” de un tiempo a esta parte. Muchas de ellas aterradoras. Para muestra un botón: “la ciclogénesis explosiva”. La primera vez que un servidor se enfrentó a ese concepto, corrió a esconderse bajo la cama… ¡Ciclogénesis explosiva… y yo con estos pelos!… Eso no puede ser nada bueno, pues le trae a uno a las mientes algo así como el apocalipsis, la debacle definitiva, el fin de los tiempos y hecatombe de la especie humana. Pasado el susto, va y nos azota, no la tradicional ola de frío polar, eso está anticuado y es una minucia… hete aquí que nos acomete “un zarpazo polar” o “un vórtice polar arrasador” que, como su nombre indica, es mucho más que esa antañona ola siberiana de chichinabo.
Procede, pues, aherrojar al paisanaje a un reverencial miedo (terror pánico) al clima a través de esa herramienta del activismo cambioclimatista que es el lenguaje, lanzando y difundiendo a través de los medios de comunicación mensajes estremecedores con la cadencia de tiro de una ametralladora. Aunque la fórmula “la pertinaz sequía” fue en tiempos muy eficiente, se desecha en la actualidad por sus connotaciones regimentales y hay que procurar expresiones nuevas y al gusto de los multimillonarios gurús de la nueva y obligatoria religión, tipo Al Gore y Bill Gates, que entre la promoción de energías alternativas y cultivos de algas y otras chamuchinas vegetales, sin olvidar los nutrientes contenidos en suculentas especies de insectos y gusanos, multiplican sus dividendos que es un contento y sobrevuelan el mundo a diario a bordo de sus jets privados altamente contaminantes.
Aquí van unos sugerentes acrónimos en aras de nuevos y escalofriantes tópicos periodísticos, quizá no los más afortunados, para instilar ese pretendido temor entre las gentes del común: HDT, Horripilante Desbarajuste Térmico (cambio brusco de temperatura), EMMC, Espeluznante y Mastodóntico Mazazo Calórico (calorina canicular), DEADOS, Despanzurre Eólico-Abrasador De Origen Sahariano (vientos cálidos de componente sur), ACP, Abracadabrante Catábasis Pluvial (lluvia intensa), RIE, Rigodón Isobárico Estratosférico (Dios sabe qué). Se trata de combinar bombas ciclónicas, tifones, tempestades, sequías, vendavales e inundaciones con adjetivación tremendista. Formule usted sus propuestas e ingrese de motu proprio en el selecto club de los heresiarcas del clima. Ha nacido, el último que apague la luz, el “tremebundismo cambioclimático”.
(Javier Toledano | escritor)