Sociedad Civil: la última Esperanza de Regeneración Democrática | Eusebio Alonso

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Resulta cada día más evidente que estamos asistiendo a la decadencia del sistema de partidos surgidos de la transición, incapaces de hacer frente a los problemas reales de los ciudadanos y a las políticas globalistas y supranacionales que están asolando el sector primario y las libertades de todos. La política española se ha convertido en el negocio del enfrentamiento social del que acaban sacando provecho los partidos nacionalistas que solo defienden sus propios intereses y el supuesto bienestar de la pequeña región a la que dicen representar, buscando privilegios a costa del esfuerzo del resto de los ciudadanos. Este es el triste resultado del modelo de democracia cautiva que tenemos hoy en día en España.

A muchos nos invade la sensación de que la democracia, conseguida tan trabajosamente, ha sido secuestrada en España por los partidos políticos mediante el establecimiento de unas reglas del juego que impiden a los ciudadanos, legítimos propietarios de la soberanía popular, retomar el control para reconducir al sistema por el camino de la regeneración democrática. Para  mantener la democracia en permanente cautividad, los políticos cuentan, entre otras, con las siguientes herramientas:

  • Una falta de independencia de poderes: legislativo, ejecutivo y judicial; considerados garantía de cualquier sistema democrático. Falta de independencia que permite retorcer la interpretación de la Constitución y las leyes según convenga al que gobierna. Si aun así algún político con conocimiento de información sensible acaba en la cárcel, no es demasiado difícil que, independientemente de la gravedad de su delito, consiga obtener el indulto. A diferencia de lo que ocurre en tauromaquia, la política premia a los «morlacos» más despreciables. Para colmo del despropósito, algunos políticos llegan a alardear con descaro de tener el poder judicial a su servicio. Recordemos cuando Sánchez tuvo la desvergüenza de preguntar a su entrevistador ¿De quién depende la fiscalía general del Estado? Un triste ejemplo que define, por sí solo, la talla «democrática» del político aludido.
  • Unos medios de comunicación serviles, que dependen de las ayudas y la publicidad institucional para sobrevivir, que confunden a los ciudadanos, según les dicten, sobre lo que les conviene o sobre lo que es cierto o falso, hasta que ya resulta demasiado tarde para actuar. Tal como afirmaba recientemente un usuario de Facebook: «España debe ser uno de los países en los que se venden más periodistas que periódicos». Para proteger el brazo mediático del poder ya empiezan a aparecer campañas, financiadas con el dinero de todos, que califican de desinformación todo lo que no publique la prensa controlada por el poder. No sorprendería que, en breve, veamos cómo se persigue la discrepancia con penas de cárcel y multas severas como ya ocurre en muchos paises iberoamericanos en manos de la izquierda. Hoy en día, la censura se viste de protección al ciudadano contra la desinformación. El mundo orwelliano descrito en la novela 1984 ya está servido.
  • Una falta de responsabilidad en el cumplimiento de los programas electorales para los que han sido votados que, por desgracia, no tiene coste alguno en las urnas ni ante los tribunales al no estar tipificado el delito electoral. Aquí se demuestra, tristemente, la ingenuidad, falta de coherencia y el sectarismo de buena parte de la ciudadanía que siguen confiando en aquellos que les han engañado en repetidas ocasiones.
  • El descaro de despreciar cualquier cifra de abstención electoral. Abstención que es siempre legítima, ya que el votar es un derecho pero no es un deber. La abstención no es una renuncia a ejercer el derecho al voto, sino una forma diferente de expresarlo que debería ser respetada. Es aquella que permite medir el desencanto ciudadano con los partidos en liza como estrategia necesaria de regeneración. Si realmente se respetara el derecho de no votar, la abstención tendría que estar representada proporcionalmente, o de acuerdo a la ley d’Hont, en las cámaras con escaños vacíos. Curiosa democracia ésta que legitima en las urnas a los partidos que apoyan abiertamente el terrorismo, a los que se declaran enemigos de España y a aquellos de ideología, como la comunista que está prohibida en países como Alemania, responsable de miseria, muerte y perdida de libertades allí donde ha conseguido gobernar; pero menosprecia el derecho de que la abstención tenga una representación justa en las cámaras ¿Qué derecho tienen los partidos políticos más votados de apropiarse de la abstención en su propio beneficio? Por si fuese poco, tampoco existe un límite mínimo de participación electoral por debajo del cual se invaliden unos comicios. Con que un solo ciudadano ejerza su derecho al voto, se llenarían las cámaras completamente. Esto podrá ser legal, pero ¿se puede considerar legítimo?
  • La exclusión de la participación ciudadana en la elección del destino que se da a los impuestos. Solo podemos decidir con conocimiento si el 0,7% de nuestro IRPF va a la iglesia católica, porque la otra casilla de 0,7%, la destinada a fines de interés social, bien podría destinarse a financiar cualquier cosa. Por ejemplo, podría estar financiando, en su epígrafe de ayuda al desarrollo, la causa Palestina que ya sabemos, tras escuchar las noticias recientes, en qué consiste.
  • La imposibilidad práctica de que los ciudadanos puedan modificar las leyes para reconducir la situación en el momento que lo deseen. La única baza de que disponen los ciudadanos para ello es la iniciativa legislativa popular, sobre la que pesan muchas trabas: como son el enorme número de firmas necesarias, el hecho de que no todas las leyes puedan ser modificadas por esta vía y, además, que la propuesta resultante se acabaría votando en el parlamento por partidos que nunca pondrán en peligro sus intereses y los privilegios de los que disfrutan como son, por ejemplo, su salario, el trato de favor en el pago de impuestos, las condiciones ventajosas de acceso a la jubilación, etc.

Igual que en el casino, es la Banca la que establece las reglas, y por eso siempre gana. No nos engañemos, todos los partidos que han tenido responsabilidad de gobierno en España, desde la transición democrática hasta la actualidad, son corresponsables de lo que ocurre y se han beneficiado de este vergonzoso juego que no es otra cosa que el gran NEGOCIO de la política. Nunca estarán interesados en cambiar nada que pueda perjudicar sus intereses. Entretanto, la mayoría de los ciudadanos son testigos indefensos del aumento sistemático de sus impuestos para financiar ocurrencias desatinadas como los innumerables e innecesarios chiringuitos ideológicos y el ineficaz Estado Autonómico, así como de la degradación progresiva de los indicadores de bienestar social y la pérdida de libertades hasta límites inaceptables. ¿Es ésta es la democracia que buscábamos cuando aprobamos las Constitución del 78? ¿Estamos realmente satisfechos?

La ambición de anteponer los intereses partidistas a los intereses de la nación, “impide”, al día de hoy, evitar el chantaje nacionalista con la búsqueda de un acuerdo de gobierno de salvación nacional entre PP y PSOE. La historia reciente demuestra que ninguno de los dos partidos, PP y PSOE, ha tenido escrúpulos para ceder a las demandas de los partidos secesionistas cuando no han conseguido gobernar con mayoría absoluta. Si el PP, habiendo sido el partido más votado en el 23J, no ha conseguido en esta ocasión arrastrar el apoyo de alguno de los partidos nacionalistas es porque, para que los números salieran, tendría que haber contado con VOX en la componenda, cosa que le habría resultado muy complicada al no tener, VOX, nada que ganar a cambio y sí mucho que perder, al poner en entredicho sus valores más sagrados. No obstante, haciendo de la necesidad virtud, el PP ha sabido vender su fracaso ante sus votantes. Es decir, lo ha justificado como consecuencia de no haber querido sobrepasar, aceptando las exigencias nacionalistas, los límites que pusieran en riesgo la igualdad de derechos de todos los españoles. ¡A buenas horas, mangas verdes! Cuando todos sabemos que, en todas las ocasiones en las que han necesitado el apoyo de esos partidos carroñeros, les entregaron privilegios, fuese vía presupuestos o estatutos de autonomía, a cambio de afectos en el cenagoso lupanar de la política nacional. Resulta tan poco creíble la decencia impostada del PP como si la célebre madame de Pompadour tuviera la intención de dar cursos de castidad. Sería deseable que aprendiéramos alguna vez la lección de no olvidar demasiado rápido la historia reciente.

El pastel de la política está ferozmente repartido y existen pocas posibilidades para que un nuevo partido pueda abrirse camino en un mundo hostil y despiadado en donde los medios de comunicación paniaguados y las redes están controlados por las cuotas de poder de los partidos existentes. El negocio de la política es el que es, y para abrirse camino, solo cabe derribar a otro para ocupar su puesto. Eso, o que aumenten el negocio con nuevas ocurrencias disparatadas: tal vez mediante la creación de nuevas autonomías donde se hable el «farfullo», recordando irónicamente la ingeniosa ocurrencia del inolvidable Vizcaíno Casas.

Posiblemente, la única forma para que la democracia vuelva realmente a manos del pueblo, es que éste se persone abiertamente en la vida pública como Sociedad Civil. Sin complejos, con transparencia y actuando de forma independiente de cualquier influencia política, económica, sindical o religiosa. Formalmente se define a la Sociedad Civil como el conjunto de ciudadanos organizados que actúan en el campo de lo público en busca del bien común, sin ánimo de lucro personal ni buscando el poder político o la adhesión a un partido determinado. La Sociedad Civil busca actuar como un grupo de presión en los temas realmente importantes de la sociedad como son la salud, la educación, la igualdad, el medio ambiente, el bienestar social, el desarrollo, la cultura y los derechos humanos. Su actuación pretende visibilizar y corregir «la incapacidad o la falta de sensibilidad del Estado para dar respuestas a demandas aplazadas y crecientes de una gran parte de la población”. Se podría decir que la Sociedad Civil realiza también la función de oposición popular en las calles para completar una deficiente o inexistente oposición parlamentaria.

La Sociedad Civil surge, a menudo, de la transición de Estados autoritarios y democracias corrompidas hacia democracias formalmente liberales. También ante la pérdida de poder y soberanía de los Estados, la globalización económica y la influencia de organismos supranacionales. En estas circunstancias, la Sociedad Civil constituye una estrategia de supervivencia para la autogestión de los bienes y la movilización de protesta civil contra las consecuencias más funestas de la crisis económica y la exclusión social y política.

La Sociedad Civil tiene dos componentes principales: por un lado, las organizaciones que definen y defienden los derechos individuales, políticos y sociales de los ciudadanos y que propician su libre asociación, proporcionando un marco de defensa ante la acción estratégica del poder; por otra parte estarían los movimientos sociales que plantean nuevos principios y valores, nuevas demandas sociales y vigilan la aplicación efectiva de los derechos ya conseguidos. De esta forma, la Sociedad Civil contiene un elemento institucional definido básicamente por la estructura de derechos de los Estados de bienestar contemporáneos, y un elemento activo, transformador, constituido por los nuevos movimientos para la mejora del bienestar social.

Necesitamos una Sociedad Civil, sin hipotecas, que defienda y desarrolle los derechos ciudadanos. Sociedad Civil que se movilice de forma libre y contundente, como lo hace en otros países, cuando se presenta un problema que afecta a toda la ciudadanía o una parte de ésta, sin tener que pedir el beneplácito de nadie para hacerlo. Sociedad Civil que se presente, como movimiento social, en un plano de superioridad respecto de los partidos políticos y les exija compromisos a cambio de apoyo y de paz social. La fuerza de la Sociedad Civil está en el poder electoral de los ciudadanos que representa y en su capacidad de movilización y de rebelión cívica.

¿Por qué no seguir el ejemplo de otros países, como Holanda, que viendo peligrar su sector primario han decidido dar la batalla, movilizando su Sociedad Civil hasta el punto de crear nuevos partidos políticos como el BBB (BoerBurgerBeweging) para defender sus intereses amenazados?

La organización denominada Sociedad Civil Catalana nos ha dado el pasado 8 de octubre, en Barcelona, un bonito ejemplo de iniciativa y de movilización ciudadana en defensa de la cultura catalana como parte de la española y de la cohesión y convivencia entre ciudadanos que se sientan españoles a la par que catalanes. Bien es verdad que también hubo representación de algunos partidos políticos, pero solo en un acto de apoyo, respetando el protagonismo del organizador de la manifestación. Ese es el enfoque adecuado: que sean los partidos políticos los que apoyen a los movimientos ciudadanos. Nunca, al contrario. Existen otros ejemplos notables de Sociedad Civil como es el caso de HazteOir cuya finalidad es la defensa de la familia, la educación y la vida.

Me pregunto, si una sociedad mayoritariamente abúlica y anestesiada como la nuestra, carente en buena medida de pensamiento crítico, que ha sustituido los valores éticos por el pensamiento woke, que está más preocupada por lo que pasará en su telenovela favorita o por el «pico» de la Jenny que por el futuro de nuestro país … ¿Será capaz de organizarse mayoritariamente como Sociedad Civil para defender sus intereses y el futuro de sus hijos? Supongo que es difícil que así sea. No obstante, estoy seguro que, al igual que la Sociedad Civil Catalana, habrá muchos más que lo intenten, convencidos como yo, de que no tenemos otra alternativa de regeneración democrática. Estoy seguro de que todos, al final, cuando muchos decidan despertar de su interminable siesta, agradecerán que la Sociedad Civil haya dado un paso al frente.

Eusebio Alonso | Licenciado en ciencias físicas. Subdirector del diario online  Adelante España.

1 comentario en «Sociedad Civil: la última Esperanza de Regeneración Democrática | Eusebio Alonso»

  1. Fuera la partitocracia, todo queda en manos de un solo hombre q es aquel q crea las listas electorales, Donde esta la democracia en ese partido?Busquemos la solución mediante La Sociedad Civil del Estado es decir Asociación por encima de partidos políticos nacionales

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