En una inquietante deriva, Reino Unido está consolidando un modelo de Estado policial. Bajo el pretexto de combatir los delitos de odio, las autoridades han comenzado a perseguir comportamientos infantiles y comentarios triviales habituales en el aula, clasificándolos como “incidentes de odio no delictivos” (NCHI, por sus siglas en inglés). Estas prácticas no solo minan derechos fundamentales, sino que también reflejan una preocupante desconexión entre las fuerzas del orden y las prioridades reales de seguridad ciudadana.
Niños detenidos
Según recoge The European Cnservtaive, un informe reciente obtenido mediante una solicitud de libertad de información reveló casos que subrayan esta alarmante situación. En un episodio registrado por la policía, un niño de nueve años fue investigado por llamar “retardado” a un compañero en la escuela primaria. En otro incidente, dos niñas de secundaria fueron detenidas tras decir que un compañero “olía a pescado”.
13.200 «incidentes de odio» reportados por el Times —incluidos aquellos que involucraban a niños pequeños
Estos ejemplos, lejos de ser excepcionales, forman parte de los 13.200 incidentes de odio registrados en los últimos años, según The Time, y señala que, entre los miles de británicos que están siendo investigados por NCHI hay “varios” niños más . El periódico también reveló una “confusión generalizada entre la policía sobre qué tipos de incidentes deben registrarse”. La ambigüedad en los criterios ha generado que comentarios inofensivos sean tratados con el mismo rigor que amenazas reales.
Persecución a periodistas y ciudadanos
El fenómeno no se limita a las aulas. La galardonada periodista Allison Pearson fue visitada por agentes de policía en su domicilio el Día del Recuerdo, debido a una publicación en Twitter realizada un año antes. Sorprendentemente, tres de las principales fuerzas policiales del país participaron en la investigación del caso. Este hecho desató una fuerte reacción nacional e internacional, poniendo de manifiesto la creciente represión.
“La libertad de expresión está siendo erosionada de manera alarmante”, afirmó un defensor de derechos civiles tras conocer el caso. “Las redes sociales y los entornos escolares se han convertido en zonas de vigilancia policial”.
Prioridades invertidas
Mientras las fuerzas del orden persiguen a niños y ciudadanos por comentarios inocuos, los delitos graves como robos, agresiones y vandalismo parecen recibir menos atención. En palabras de un padre británico: “Casi ningún pub, café o grupo de padres en el país está libre de historias personales sobre la incapacidad de la policía para atrapar a verdaderos delincuentes”.
Esta situación genera preguntas fundamentales sobre el futuro de las libertades individuales en Reino Unido. ¿Se está encaminando el Reino Unido hacia un estado policial y represor?
El caso del Reino Unido es un llamado de atención global sobre los peligros de eliminar derechos básicos con la excusa de ir «contra los delitos de odio», que ha pasado a convertirse en una herramienta para silenciar voces ni en una excusa para criminalizar comportamientos infantiles.
Los funcionarios del gobierno laborista han respondido a la reciente reacción negativa anunciando una revisión de las directrices del NCHI para proteger “el derecho fundamental a la libertad de expresión”, pero el partido ya ha dejado clara su intención de fortalecer las leyes contra los “delitos de odio”, bajo el pretexto de tomar medidas enérgicas contra los abusos antisemitas e islamófobos. Esto es, la consolidación de la represión y la censura en el Reino Unido.
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