España ha perdido la soberanía nacional. Somos un país vasallo al servicio de terceros. Aunque duela, es la realidad.
La sumisión a la Unión Europea. Cuando la Unión Europea impone más de la mitad de las leyes que España debe elaborar, es evidente que la soberanía nacional ha sido cedida. La entrada en la UE no solo ha traído una integración económica, sino también un desmantelamiento progresivo de nuestra industria y una destrucción sistemática del sector primario. Nuestra principal contribución a Europa es el sector servicios; hemos sido relegados al papel de «camareros de Europa».
El Parlamento español se ha convertido en un mero ejecutor de órdenes externas. Entre 2019 y 2024, el 53,6% de las leyes aprobadas en España tuvieron su origen en las instituciones europeas. De las 246 leyes aprobadas en ese periodo, 51 se derivan directamente de reglamentos europeos, mientras que otras 81 hacen referencia a recomendaciones o iniciativas comunitarias. Este dato demuestra que, cada año, la mitad de las normas que rigen nuestro país vienen impuestas desde Bruselas.
Además, el chantaje financiero es otro mecanismo de control. Los fondos europeos no son un regalo, sino una herramienta de sometimiento. A cambio de recibir estos fondos, España debe implementar reformas y leyes dictadas desde la UE. España no gobierna; simplemente obedece.
Dependencia en defensa: un ejército al servicio de la OTAN. Nuestra soberanía no solo está comprometida en lo económico y legislativo, sino también en la defensa nacional. España no decide su política militar; es la OTAN, es decir, Estados Unidos, quien dicta dónde y contra quién debemos luchar.
Actualmente, España tiene desplegados 3.000 militares y guardias civiles en 16 misiones en cuatro continentes. El problema es evidente: España no tiene control sobre sus decisiones militares. No decidimos cuándo ni dónde actuamos; simplemente seguimos órdenes impuestas desde Washington y Bruselas.
La necesidad de recuperar la soberanía nacional. España ha sido reducida a un vasallo de la UE en lo económico y legislativo, y de Estados Unidos en lo militar. Esta pérdida de soberanía debe ser revertida si queremos recuperar nuestro lugar en la historia y garantizar el futuro de las próximas generaciones.
Para ello, es imprescindible recuperar el orgullo por nuestra historia y entender que España no tiene un proyecto, sino que es ella misma un proyecto de civilización. La grandeza de España siempre ha estado ligada a su identidad y propósito. Cuando España entendió la invasión musulmana como una afrenta a su esencia, emprendió una Reconquista de siete siglos. Ya desde el inicio de la invasión musulmana se habla pérdida de España”. Había que reconquistarla. Los cristianos no aceptaron nunca el dominio musulmán, lo tomaron siempre como algo provisional.
Cuando el descubrimiento de América brindó la oportunidad de evangelizar, España llevó la fe a medio mundo. No se trató solo de una expansión territorial, sino de una misión civilizadora que transformó la historia. La Monarquía Hispánica asumió el deber de extender el cristianismo, llevando consigo no solo la religión, sino también la cultura, el idioma y el derecho. España emprendió una labor evangelizadora y civilizadora que dejó una huella imborrable en toda Hispanoamérica.
Ahora, el desafío es la reconquista de nuestra soberanía. España solo será grande cuando sus ciudadanos comprendan la gravedad de esta pérdida y emprendan el camino de la recuperación. La única vía para ello es que España y los españoles vuelvan a decidir qué queremos y cómo lo queremos. Es hora de actuar.
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