El Bunker gana: Ortega Smith y el fin del Vox fundacional

purga en Vox

La salida de Ortega Smith de la Ejecutiva del partido marca el fin de una era en la que Vox ha conseguido crecer y asentarse como alternativa política. Han sustituido a los fundadores por personas provenientes del PP.

Dentro de Vox funciona un aparato paralelo que es el manda, el «bunker»: Kiko Méndez-Monasterio y el clan Ariza.

La purga en Vox se consuma con la salida de Javier Ortega Smith de la Ejecutiva. El partido cierra una etapa y confirma el triunfo del aparato sobre el proyecto fundacional.

El final de una etapa que sí funcionó

La salida de Javier Ortega Smith de la dirección nacional de Vox no representa un simple relevo interno. Marca el cierre definitivo del Vox fundacional que irrumpió en el Congreso en 2019 con 24 diputados y un discurso sin complejos.

Aquel Vox creció porque ofrecía una alternativa real al consenso izquierdista-globalista y al bipartidismo PP-PSOE. Defendía la unidad nacional, la soberanía y la confrontación ideológica clara. Ese proyecto hoy ya se está diluyendo.

La purga en Vox no empieza con Ortega Smith. Antes cayeron Iván Espinosa de los Monteros, Rocío Monasterio, Macarena Olona, Víctor Sánchez del Real, Agustín Rosety, Mazaly Aguilar, etc.. Todos ellos formaron parte del núcleo que levantó el partido.

No hablamos de militantes secundarios. Hablamos de los motores políticos, organizativos y electorales del Vox original. Su salida no responde a casualidades ni a decisiones personales aisladas. Han sido purgados silenciosamente.

Las purgas silenciosas y el control del mensaje

Ortega Smith no fue un dirigente más. Abogado del Estado, secretario general durante los años de expansión y ejecutor político sin complejos, representó el ala más firme del partido. Su estilo directo definió una época.

La purga en Vox se ejecuta mediante ceses silenciosos y relatos de “cierre de etapa personal”. El caso de Espinosa de los Monteros resultó paradigmático. Su autonomía, su proyección pública y su capacidad para atraer voto urbano incomodaron a la nueva dirección.

El patrón se repite siempre igual. Caen los perfiles con personalidad, con discurso propio, peso político y capacidad mediática. Permanecen los cuadros disciplinados, sumisos y obedientes.

El Búnker: el poder real dentro de Vox

Dentro de Vox opera un aparato paralelo conocido como el búnker. Todo el mundo en el partido lo sabe. Dos nombres concentran ese poder: Kiko Méndez-Monasterio y Gabriel Ariza, hijo de Julio Ariza, presidente de El Toro TV.

Méndez-Monasterio mantiene una relación muy estrecha con Santiago Abascal desde sus años en Intereconomía. Cofundó la agencia Tizona Comunicación, asesora al partido y participa en Fundación Disenso y el sindicato Solidaridad. Su influencia resulta total. Intervino en negociaciones de gobierno autonómico y controla áreas clave de comunicación y formación. Su entorno familiar -su hermana Lourdes y su sobrina Rocío de Meer– ocupan escaños y cargos orgánicos relevantes. «Dos familiares directos entre 33 diputados. No está mal…

Gabriel Ariza, «Gabi», como le conocen, es el hijo de Gabriel Ariza, es el director de Infovaticana, un diario ultra sensacionalista eclesial- y Kiko montaron Tizona Comunicación, la empresa que se encargó de la organización del primer gran evento de Vox. Año 2018. En Vistalegre. A su vez, una de las marcas de Tizona es Issep, el instituto en el que imparten clase Kiko y otros tantos dirigentes de Vox. El grueso de sus alumnos son empleados del partido a los que se les beca.

La purga en Vox coincide con el fortalecimiento de este aparato. Kiko y Gabi o Gabi y Kiko. Da igual. No están en la dirección pero junto con Abascal son los que mandan en el partido.

El control no es solo ideológico. Es también estructural.

De partido de ruptura a partido de sistema

El Vox actual apuesta por perfiles procedentes del PP. Son gestores. No ideólogos. Nombres como José María Figaredo, Carlos H. Quero o Isabel Pérez Moñino simbolizan esta nueva etapa. Ahora, Abascal lidera un equipo con caras nuevas, gestores, del PP.

O para más señas, Júlia Calvet, la diputada del Parlamento de Cataluña que ha sustituido a Ortega Smith en la Ejecutiva de Vox. Procede de una familia independentista y ella misma ha confirmado que lo fue durante su adolescencia, participó en manifestaciones separatistas de ANC y Òmnium Cultural. Después fue una persona próxima al PP catalán de Alejandro Fernández, pero, finalmente, y cuando había posibilidades de salir elegida, aceptó la oferta de Vox y fue fichada como número 6 por Barcelona en las elecciones catalanas de 2024. Esto en el puesto de Ortea Smith irá una exseparatista y exPP. ¡Y con tan solo 26 años!.

La ideología es lo de menos, Lo que se quiere es el poder y la gestión. La misma canción de siempre. ¿No suena a la música del PP?

La purga en Vox acompaña un giro estratégico. El partido suaviza o silencia posiciones clave: ya sea crítica frontal a la Unión Europea, confrontación cultural sin complejos, denuncia de intereses geopolíticos y cuestionamiento del consenso liberal. Es más light.

No se trata de evolución política natural. Se trata de adaptación al sistema partitocrático.

El salto a gobiernos autonómicos y pactos con el PP exigió disciplina institucional y control absoluto del mensaje. La dirección cerró filas en torno a Abascal y redujo la pluralidad interna.

¿Unidad o eliminación de la disidencia?

La dirección justifica las purgas en nombre de la unidad. Sin embargo, cuando un partido expulsa a sus fundadores, la pregunta resulta inevitable: ¿unidad para qué y al servicio de quién?

La purga en Vox responde a tres posibles intereses. Control del poder orgánico. Eliminación de voces incómodas ante futuras alianzas. Alineamiento con intereses externos. No es una acusación. Es una hipótesis política razonable ante los hechos.

El Vox que entró en el Congreso ya no existe. En su lugar queda una organización más cauta, más controlada y más integrada en el sistema que decía combatir.

Una advertencia para los votantes

La purga en Vox no es un asunto interno sin consecuencias. Afecta al sentido mismo del proyecto político. Cuando un partido sacrifica principios para ganar estabilidad, pierde su razón de ser.

Vox debe decidir si quiere seguir siendo una alternativa de ruptura o un partido funcional al sistema. La salida de Ortega Smith marca un punto de no retorno.

La política española no necesita más gestores sin alma. Necesita convicciones firmes y coherencia moral. El tiempo dirá si Vox recuerda por qué nació.

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