Por tierras de España: «Viento del Norte en el Puerto de la Peña Negra» | José Riqueni

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Viento del Norte en el Puerto de la Peña Negra

 

Parador de Gredos, miércoles 28 de julio del Año de Nuestro Señor de 2021, 8:35 am, 17ºC, Km 0.

Tras un frugal desayuno en el que di cuenta de dos tazas y media de café con leche, vaso y medio de zumo de naranja, tres tostadas de pan integral con mantequilla y mermelada de melocotón, croissant en su punto y dos trozos de un delicioso bizcocho casero, nos dispusimos a disfrutar de la ruta del día, antes bien estudiada y diseñada en nuestro “Cuaderno de viaje”.

Cabe decir que tales rutas se disfrutan ya en su planeamiento, durante su ejecución y en los imborrables y gratos recuerdos que dejan en los estantes de nuestra alma y que tan necesarios son para transitar por la vida con la luz y el contento que ellos nos aportan cada vez que recurrimos a un pasado pleno.

A día de hoy, en esto de los viajes por España, nos sucede que a pesar de los achaques que trae el paso de los años, aún anda uno tan ilusionado como aquel jovenzuelo que fue, deseoso por descubrir cada rincón de la España desconocida y siendo adicto, lo reconozco, a contemplar, verano tras verano, los pastos dorados por la luz dorada e inclinada de las primeras horas del día, esa que da vida al pasto del borde de la carretera, y a la vez sentir ese frescor de la mañana de verano que nos llena de vida, asistiendo a la algarabía de los pajarillos de la foresta que revolotean alegres a nuestro paso, visionando, paisaje tras paisaje, la hermosura y grandeza de España, hasta detenernos aquí y acullá para charlar con gentes de mil lugares al objeto de interesarnos por sus costumbres, tradiciones y afanes, también para degustar vinos, panes, carnes, pescados, quesos, chacinas y repostería, que España es tierra de buen y muy variado yantar.

Y porque “ca uno es ca uno”, eso dicen en Olivares (Sevilla), y es verdad, absolutamente cierto, ya que, si renunciamos a lo que nos gusta, a esas ilusiones que dan el timbre a la voz de nuestro ser, entonces uno deja de ser uno mismo. Así que, por ello, mientras Dios nos dé lucidez para manejar un coche por las carreteras más solitarias España, eso haremos, justo eso mismo.

Pero dejemos atrás la metafísica del ser y centrémonos en la ruta de hoy que, por más señas, tiene buena parte de cientos y cientos de curvas y contracurvas en lo que es una carretera de media montaña.

Desde el rellano del parador tomamos dirección al Barco, el Barco de Ávila.

Km 9: Hoyos del Espino. 8:52 am, 12 ºC. Visitamos el Santuario de Nuestra señora del Espino. Fuente de agua helada y cruz de piedra en el rellano del patio arbolado frente a la puerta principal. Bonitas vistas de Hoyos. Seguimos y tras pasar Navacepeda, cruce a la derecha.

Km 16: Cruce a la derecha hacia La Herguijuela. Una máquina ocupa toda la carretera. Está arrancando las piedras del borde derecho. Supongo que querrán ensanchar por ese margen. Esperamos un rato y nos dejan justo paso entre la máquina y el quitamiedos, a la izquierda queda el abismo.

Dejamos el coche en un ensanche y entramos a la Herguijuela por sus extramuros, casas de piedra abandonadas, semiderruidas. La plaza aparece como era de esperar, con su abrevadero y fuente (1918), pero nos sorprende una construcción muy curiosa. Se trata de un amplio espacio rectangular alagado con bancos de madera y techado, abierto por su frente. Le llaman “El portal de la plaza”. Se trata de un descansadero en el paraban los hombres cuando regresaban de sus labores en el campo, las mujeres llenaban sus cántaros, los niños jugaban y las bestias bebían en una comunidad natural. En el centro de la fachada principal de esa construcción tan bien pensada aparece un rótulo que escribe: “Año 1930. No se permite blasfemar, ni hacer cosas que perjudiquen, esta obra se ha hecho para el bien de todos. Debemos conservarla”. Una señora pasa, observa que estamos tomando nota y nos dice en la distancia mientras se aleja: “Eso lo hizo mi abuelo Bibiano, alcalde en los años 30”.

 

“El portal de la plaza”. La Herguijuela (Ávila)

En la parroquia de Nuestra Señora de los Ángeles, una señora limpia el pasto y asea el patio de la iglesia para las fiestas del pueblo. Charlamos con ella y a petición nuestra nos hace sugerencias sobre la zona: “En San Bartolomé hay unas vistas muy bonitas de Gredos ¿Han estado en el Pozo de las Paredes en Navacepeda? Yo soy de Navacepeda. En el Pozo nos bañábamos de niño, no había nadie, sólo los del pueblo, hoy aquello está lleno de gente. Allí hay un puente romano y un merendero ¡Vayan, vayan a verlo!”.

Km 29: Puerto de la Peña Negra. 1.909m, 10:30am. Justo al ver el cartel del puerto giramos a la izquierda. Encontramos una casita que funciona como bar, ya que al lado existe una pista para el despegue de parapentes, de ahí que el establecimiento se llame “El Despegue”. En la terraza acristalada, protegida de los aires, tomamos el segundo café de la mañana.

Bar “El Despegue”. Puerto de la peña Negra (Ávila)

 –¿Hoy no vuelan? – le pregunto a la señora que atiende el bar.

–No, eso depende del viento. Aquí vuelan con viento del norte. Los de Piedrahita están pendientes del viento y cuando es favorable suben.

Km 45: Piedrahita. Parque con busto del III Duque de Alba (Fco. Álvarez de Toledo). Palacio del Duque de Alba convertido en el Colegio Público Duque de Alba. Plaza de España, ¡como Dios manda!, e iglesia de Santa María la Mayor en misa de 12 a la que acuden los parroquianos tras el campanero. La Cabaña (Restaurante), buena pinta, pared con la iglesia. C/Pastelería, C/Tejedores, C/Beatas…siempre nos llama la atención el nombre de las calles, como en Toro (Zamora): C/Abrazamozas, C/Sal si puedes…

Repostamos, que el depósito está menos de medio y el bólido también tiene sus necesidades.

Km 69,8: El Barco de Ávila. 12:40 pm, 28ºC. Siempre nos ha llenado de emoción visitar el Barco, una cabeza de comarca que, como tal, surte de lo necesario a decenas de núcleos de población esparcidos por las sierras de los alrededores. En su plaza principal, como si no pasara el tiempo, encontramos las tiendas que venden las famosas judías del Barco y legumbres varias, la carnicería con su solomillo de ternera de Ávila a 30€ y en una de sus esquinas el “Bar España”, veladores apiñados, aquello atestado de gente que vociferaba. Así que nos fuimos a un lugar más tranquilo, de aire más sano, justo enfrente, al otro lado de la plaza, y… ¡acertamos!, “Bar el 7”, patatas revolconas, croquetas rellenas y demás especialidades de una cocina tradicional, precios de risa.

–Pimentón, ¿verdad? –le pregunto al camarero.

–Sí, pimentón de la Vera –me responde alegre, orgulloso de un producto que es de Cáceres, no de Ávila. Signo inequívoco de su amplitud de miras y es de suponer que de su amor por España y sus productos, como así lo siente intensamente uno, el escribano de estas palabras.

–De Aldeanueva del Camino, al norte de Cáceres –le insisto.

–De allí, de allí mismo es este pimentón…

Buscamos el coche y encontramos señalizado, en la parte alta del Barco, el “Cordel de Extremadura”, una de las vías principales de la trashumancia del ganado en tiempos de la Mesta y de súbito la mente nos lleva al Canal de Castilla, a Castrojeriz con su mirador, a visionar los llanos y extensos campos de aquella Castilla cerealista y ganadera.

Tomamos el coche y buscamos la carretera a Gredos.

En Navacepeda pueblo, se toma la carretera a la Plataforma de Gredos y se llega a un primer puente que cruza el río Tormes que acaba de recibir las aguas del río Barbellido que baja desde las lagunas de Gredos.

La verdad sea dicha, el Pozo de las Paredes, el puente romano, y un restaurante con zona de recreo-merendero en la que hay una fuente y una barbacoa cubierta, son lugares de imprescindible vista.

Km 115: Parador de Gredos. Ducha, ropa de senderismo, café en la terraza y a las siete de la tarde largo paseo por el pinar de Gredos, justo bajo el Parador, 1h 15min de grata caminata entre pinos albar.

 

José Riqueni Barrios | Escritor

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