Por tierras de España: Sigüenza, Medinaceli y Santa María de Huerta

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Foto de portada: Plaza Mayor de Medinaceli (Soria)

Sigüenza, Medinaceli y Santa María de Huerta

La ruta de hoy nos lleva a pasar la mañana en Sigüenza (Guadalajara), la parte central de las horas de luz en Medinaceli y la tarde en Santa María de Huerta.

Tres hitos culturales con su correspondiente, asociado e ineludible complemento de dar buena y puntual cuenta de la gastronomía del lugar: Segundo desayuno, almuerzo y merienda.

Sigüenza

De Sigüenza recordamos una ciudad llena de vida, su catedral-fortaleza cuyo interior es asombroso y esa joya que encierra dentro, la misma por la que es renombrada, “El Doncel de Sigüenza”.

La opción de comenzar esta ruta en Sigüenza se debe a que es una gran ciudad en dimensiones y calidad en su contenido, de ahí que dediquemos las primeras energías de la jornada en entrar en ella, sortear sus calles y dejar el coche lo más próximo posible a la catedral.

Vista en la distancia, la histórica y medieval ciudad de Sigüenza reposa sobre la ladera de una colina y de su caserío emergen las siluetas de la catedral y el castillo (Parador Nacional). Su casco viejo se reparte por calles estrechas salpicadas de casas con nobles fachadas y portadas románicas. La Plaza Mayor es el centro de esta ciudad desde el siglo XV -antes lo fue la Plazuela de la Cárcel-, cuando el Cardenal Mendoza decide derribar parte de la muralla para obtener este espacio que permitiese un mejor acceso a la catedral. A él se debe, pues, la construcción de esta hermosa plaza porticada en sus lados Este y Sur. En dicha plaza encontramos edificios de estilo renacentista como la casa del Cabildo, la casa del Mirador (s. XVII), la casa de la Contaduría (s. XV), el Palacio de los Deanes (s. XVI), actual sede del Ayuntamiento de Sigüenza, y el inicio de la Calle Mayor que sube al castillo. Entre los artífices de este recinto figuran Rodrigo de Calahorra (1498-1515), Gonzalo de Azebo (1498-1519) y Juan de las Pozas (1498-1519).

Sigüenza cumplió durante la edad Media una importante función defensiva, ello explica que la fachada de su catedral, cuya nave principal comenzó a construirse en el s. XII. El interior de este templo merece un recorrido pausado por la cantidad de joyas artísticas que encierra: puertas, conjuntos escultóricos, sepulcros, rejas, púlpitos…, aunque sin duda es “El Doncel” la escultura que recibe más atención y el punto de mayor interés dentro de este templo para el grueso de los visitantes.

El Doncel de Sigüenza (Catedral)

 La capilla de los Vázquez de Arce se encuentra en el interior de la catedral y es posible que fuese diseñada y llevada a término por el escultor Sebastián de Almonacid. Allí yacen los restos mortales de unos padres y el sepulcro de su hijo, “El Doncel”, Martín Vázquez de Arce, un joven que con unos 25 años murió defendiendo la cruz, luchando en tierras de Granada contra los defensores de la media luna creciente y la estrella.

El Doncel se trata de una de las grandes joyas de la escultura gótica española. Enmarcado en un arco de medio punto, la estatua del difunto no se muestra yacente, como es típico en la Edad Media, sino leyendo un libro, recostado de perfil, con actitud serena y una expresión que transmite paz y sosiego, aceptando la muerte con la tranquilidad de quien ha cumplido en vida todo lo que debía hacer. Su ensimismamiento intelectual contrasta con su indumentaria bélica, ya que aparece ataviado con armadura, espada y puñal al cinto, sobre la que destaca la cruz de la Orden de Santiago, de la que su padre era comendador, y que aporta el contrapunto, el de un hombre de letras y de armas que se funden en esta figura, única en su época, y que además va introduciendo unos nuevos tiempos, los del Renacimiento y el Humanismo. La figura está escoltada por un león y un pajecillo que llora.

Otros lugares de interés que podemos encontrar en esta ciudad de Sigüenza, entre otros, son: Museo Diocesano, castillo, murallas y puertas de la ciudad, iglesias de Santiago, de San Vicente y de Santa María de los Huertos, casa del Doncel, plazuela de la Cárcel, barrio de San Roque, parque de la Alameda y ermita del Humilladero.

Medinaceli

Encaramado a una pared, al borde de un balcón natural que se asoma al valle del Jalón, se asienta un singular caserío de piedra amasado como si fuese de barro, durante siglos y siglos, por romanos, árabes y cristianos.

Un arco de tres puertas, que en tiempos del Emperador Domiciano (s.I d.C.) servía de pórtico de entrada, da la bienvenida al viajero actual y recuerda que Medinaceli era parada obligada en la calzada romana que comunicaba Emerita Augusta (Mérida) con Caesar Augusta (Zaraguza).

Llegado el siglo XI, Soria también serviría como lugar de paso entre el Levante y Castilla. Estamos en unas tierras que, durante siglos, debido a su situación en la confluencia del valle del Jalón y del Arbujuelo, fueron un enclave estratégico de primer orden.

El autor de “El Cantar” describe el camino hacia el destierro de El Cid y sus huestes, así como narra el viaje de las hijas del Cid y de sus maridos, los infantes de Carrión, que culmina con el ultraje de éstas en el Robledal de Corpes (actual Castillejo de Robledo) y su regreso a Valencia, escoltadas por Álvar Fáñez.

A día de hoy “El Camino del Cid” es un itinerario turístico-cultural que recorre Burgos, Soria, Guadalajara, Zaragoza, Teruel, Castellón, Valencia y Alicante.

Al pasear por la Plaza Mayor de Medinaceli, sobrecogidos por una intensa sensación como de estar más cerca del cielo -por algo Medinaceli es un topónimo árabe que significa la «ciudad del cielo”-, tal escenario de piedra antigua y soportales de castellanos guerreros sin que sepamos el porqué, nos transportó de algún modo y en cierta medida a la Edad Media.

Placa del Cid (Medinaceli)

 De manera que una vez entramos en este mar de piedra antigua, un recinto cargado de historia, nuestro contento y emoción fueron a más. Deambulando sin prisas, sumergidos en aquella atmósfera de tanta personalidad, allá lo lejos divisamos una placa sobre una columna que sustentaba dos arcos. Nos acercamos y leímos un texto inolvidable, una letanía que cada vez que nos llega de improviso de la mano del recuerdo nos sitúa forma vívida en aquel día y lugar: “A Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid Campeador, que inmortalizó esta villa de Medinaceli”.

Los lugares de interés que podemos encontrar en esta ciudad de Medinaceli son: Plaza Mayor, Arco romano, Murallas árabes, Alcazaba árabe, Colegiata de Nuestra Señora de la Asunción, Convento de Santa Isabel y Beaterío de San Román.

Santa María de Huerta

En la actualidad, la comunidad de Sta. Mª de Huerta está formada por una veintena de monjes al amparo del Espíritu y que ha conformado una existencia de oración y trabajo, soledad interior y vida comunitaria, silencio que escucha y palabra que comparte y acoge, separación y solidaridad con el mundo, en especial con los pobres. Estas son las señas de identidad que definen un modo vida peculiar que no pretende separar lo humano de lo divino, sino darle a cada uno su sitio y espacio.

Adelántense pues los hermanos para honrarse unos a otros (Rm 12,10); tolérense con suma paciencia sus debilidades, tanto corporales como morales; obedézcanse unos a otros a porfía; nadie busque lo que le parece útil para sí, sino más bien para otro”.

Regla de San Benito LXXII 4-7

 

Monasterio Santa María de Huerta (Soria)

Hace siglos, al llegar a este lugar, los primitivos monjes se encontraron con un pequeño poblado, la aldea de Huerta, que desapareció muy pronto. El actual pueblo de Huerta surgió alrededor del monasterio, como grupo de arrendatarios de los monjes y bajo la dependencia espiritual y temporal de los mismos, era el Barrio de Huerta, y se mantuvo hasta la exclaustración de 1835. Hacia 1850, Huerta adquiere el título de Villa y se le antepone el de Santa María.

©José Riqueni Barrios | Escritor

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