Por tierras de España: El Valle de Ocón

Share on facebook
Share on twitter
Share on linkedin

 El Valle de Ocón

 Foto de portada: Santa Lucía (Valle de Ocón. La Rioja)

 Entre la Rioja Media y la Rioja Baja, justo a la derecha de la carretera que lleva de Logroño a Calahorra (N-232), como detenido en el tiempo, se encuentra el Valle de Ocón, declarado por la Unesco en el año 2003 “Reserva Mundial de la Biosfera” en aras a su enorme riqueza natural y también porque alberga el último hayedo de Europa en dirección suroeste.

El Valle de Ocón es el principal de los pequeños valles que desde Sierra La Hez conecta con la depresión del Ebro. Dicha cordillera montañosa forma parte del Sistema Ibérico al encontrarse situada entre las cuencas del Jubera y del Cidacos.

El municipio de Ocón está formado por seis localidades: La Villa, Santa Lucía, Las Ruedas, Pipaona, Aldalobos y Los Molinos, además del despoblado Oteruelo. Dispuestos, cada uno de ellos, a una altitud diferente que va desde los 648 m de Los Molinos, hasta los 910 de La Villa.

Valle de Ocón

En la práctica viajera, una vez uno se baja del coche y pisa tierra, deambula por callejas y observa en derredor, asistimos a un microcosmos de núcleos urbanos muy próximos, uno de los rincones de La Rioja con más encanto y que desde siempre tuvo un sentimiento de singularidad, de ahí que en el escudo de Corera se lea: “Non nos venimos de reyes vienen de nos”.

El nombre del Valle está relacionado con la flora ya que oko significa «racimo de cualquier planta», lo que nos puede hacer pensar en «racimo de poblaciones», al fin y al cabo está formado por pequeños pueblos, dos de ellos abandonados hoy en día. En el año 934 en los documentos aparece con el nombre de ocone y ya en 1074 con el nombre de okón.

El avance de los cristianos sobre la morería dejó tras de sí leyendas que se fueron transmitiendo de padres a hijos. Una de ellas habla de un tesoro que enterraron los moros en su retirada, el lugar no era otro sino «donde el rayo de sol al amanecer se pone en el primer roble de la sierra». Otras leyendas refieren moras encantadas.

Entre 1004-1035 Ocón fue conquistado por Sancho el Grande de Navarra y García «el de Nájera» (su hijo), que, al casarse con Estefanía Berenguer, en 1054, recibió en arras el Valle. Durante la minoría de edad de Alfonso VIII de Castilla, el rey de Navarra lucha por recuperar los territorios de la Rioja que habían sido arrebatados por Castilla. De octubre de 1162 a marzo del año siguiente los navarros ocuparon Logroño, Navarrete, Entrena, Pazuengos, Ausejo, Resa, Autol, Quel y Ocón. En 1173 los castellanos inician la recuperación de la Rioja y aliados con Aragón recuperan, entre otros, Ocón. En 1174 Alfonso VIII concede a Ocón el fuero municipal de Ocón. Con esto designan en él alcalde el ejercicio de la administración de justicia y en el Consejo se establece el recurso de alzada ante el rey y el pago de fonsadera. Este Señorío medieval contaba con 11 localidades.

La propuesta de esta ruta, bien estando alojados en Logroño, como fue nuestro caso, bien en la romana Calahorra, pasa por tomar dedicar la tarde a recorrer y conocer el Valle de Ocón.

Repasando nuestro cuaderno de viajes, fue una tarde, la de un miércoles 18 de agosto de un lejano 2010 cuando paseamos por las calles de estos pueblos y transitamos de aquí para allá por las carreterillas que los conectan, justo cuando los rayos de sol se repartían por doquier dando un toque de oro al paisaje, justo cuando las primeras brisas riojanas refrescaban nuestro rostro en un escenario detenido en el tiempo y pleno de sabor, ese sabor que siempre hemos encontrado en lo sencillo, que no se debe confundirse con los simple, porque lo primero está cargado de sustancia y lo segundo carece por completo de ella.

La ruta que seguimos en su día fue la que sigue.

No obstante, antes de entrar en ella advertir que el grueso de los datos que aparecerán pertenecen al “Atlas de Patrimonio Histórico Artístico” de La Rioja. Ello tiene la gran ventaja del detalle, pero desvirtúa en cierta forma la vivencia que experimentamos en su día, la de pasar una agradable tarde disfrutando del paisaje, del aire, del paseo pausado por las callejas de estos pueblos sin tanto dato, sólo observando algunos rasgos distintivos de cada agrupamiento urbano de común presidido por su iglesia. De modo que la información que sigue debiera ser encajada en los términos que sugerimos, aunque es evidente que cada lector hará un uso propio de ella, según sus preferencias y hábitos cultural-viajeros.

Corera:

Palacio del Marqués de Vargas. Iglesia parroquial de San Sebastián, barroca (s. XVIII). Ermita de Santa Bárbara (s. XVIII).

Fiestas: 20 de enero, San Sebastián; 4 de diciembre, Santa Bárbara.

          El Redal:

Iglesia de Nuestra Señora de Las Virtudes del siglo XV. Edificios de sillería y blasonados del siglo XVI.

Fiestas: 6 de agosto, San Justo y San Pastor; 31 de mayo, Nuestra Señora de Las Virtudes.

          Los Molinos de Ocón:

Destacan los paisajes junto al río y el llamado “Barranco de las Ruedas”.

Iglesia parroquial de San Babil (s. XVII): Torre de tres cuerpos.

Existe una calle dedicada a un maestro nacido en esta población, Luis Bretón Mangado, y otra dedicada a un Obispo, también natural de aquí, Saturnino Rubio Montiel, nacido en 1889 y fallecido el 22 de abril de 1971 que ejerció como Obispo en el Burgo de Osma.

En las casas, las ventanas del granero o “el alto” tienen su ventanillo, una apertura rectangular en el centro de una de sus hojas al objeto de que corra el aire de delante atrás y viceversa. Las puertas de algunas casas tienen dos hojas y una de ellas, la derecha, a su vez, se divide en dos hojas.

Barrio de Bodegas: Situado en un extremo de la localidad, en la carretera hacia Aldealobos, se compone de pequeñas construcciones bien de una planta bien con una entrada en el corte del terreno. Con el paso de los años, de ser centros de producción se han transformado en espacios sociales para el ocio.

Ermita Santa María de Velilla: En lo más alto, desde el barrio de las Bodegas, se puede ver la Ermita de Santa María (S. XVI).

San Julián: En el término de San Julián se encuentran las ruinas de lo que fue la iglesia del siglo XII y las proximidades el conjunto arqueológico del antiguo poblado que se encontraba alrededor de la iglesia y de su necrópolis. altomedieval.

Acueducto: Restos del antiguo acueducto que llevaba agua desde Sierra de la Hez hasta Calahorra. Parte de los mismos afloran sobre el Barranco de San Julián donde es de suponer habría unos arcos para salvar el desnivel. Este acueducto es apreciable desde el Barranco del Sol hasta cerca de la localidad de Carbonera.

La Cabaña: Yacimiento arqueológico situado a un kilómetro al norte de Los Molinos de Ocón donde se han hallado fragmentos de cerámica y de material lítico. Se trata de un yacimiento eneolítico según los materiales encontrados allí como restos de vasija campaniforme.

Molino de viento (Visita con cita previa): Las gentes de Ocón hablaban de un cerro llamado “Molino de Viento” en cuya cumbre había un enorme montón de piedras entre las que emergía enigmática una gruesa pared curva. Junto a estos restos se ha construido un molino que es visitable en su interior al objeto de observar sus mecanismos y funcionamiento.

Fiestas: 24 de enero: San Babil, aunque han decidido trasladar la fiesta al último fin de semana de agosto; primer fin de semana de julio: Fiestas de Los Molinos.

          Aldealobos:

Iglesia Parroquial de San Pedro: Obra del siglo XVI terminada en el XVIII.

Ermita del Santo Cristo: Obra del siglo XVIII rehecha a lo largo del XX.

Barrio de Bodegas.

Fiestas: Último fin de semana de junio: San Pedro; segundo fin de semana de septiembre: Fiestas del Cristo

Aldealobos, años 60, Calle de la Fuente. © Justo Aguado Viguera

Oteruelo:

Ruinas de Oteruelo.

Antigua localidad de Oteruelo, despoblada a lo largo del siglo XX, con una mayor incidencia a partir de los años 60. Iglesia Parroquial de San Lorenzo. Conjunto urbano diseminado y en cuesta. Todavía se conserva el trazado y la mayor parte de sus viviendas construidas en mampostería.

Pipaona:

A la entrada, tras cruzar un puente, se puede visitar un pozo histórico y disfrutar de una amplia zona recreativa con múltiples servicios para el visitante.

Pozo Histórico (s.XVII): Se trata de un antiguo pozo de captación de aguas construido a base de cantos rodados. Está formado por un arco de medio punto de ladrillo y una pequeña bóveda de cañón a la que se accede mediante un largo corredor descendente que baja hasta la

Iglesia de Santa Catalina (s.XVI).

Ermita de la Soledad (s.XVIII).

Calzada Romana: Se conservan restos de una calzada romana que atraviesa la región procedente de Numancia y con destino a Francia.

Barrio de Bodegas

Una alameda sirve de zona recreativa y allí, en un bar en pleno un remanso de paz, tomamos unos refrescos al amor de la arboleda. Momentos de auténtico lujo y relax en un lento atardecer de agosto.

A partir de aquí el Valle se ensancha, y el río recibe el nombre de Yasa de Pipaona.

Fiestas: Santa Catalina, 25 de noviembre; San Isidro, 15 de mayo. Pero las fiestas de más afluencia tienen lugar el primer fin de semana de septiembre.

Vuelta a Ocón

Las Ruedas de Ocón:

Iglesia Parroquial de Santa Bárbara (s. XVII y XVIII).

Barrio de Bodegas.

Fiestas: Ultimo fin de semana de julio: Fiestas de Las Ruedas; 2 de diciembre, Santa Bárbara.

Villa de Ocón:

Iglesia Parroquial de San Miguel (s. XVI y XVII)

Ruinas de la Iglesia de Santa María (s. XII).

Ermita de San Juan. Ruinas (s. XIII).

Ermita de Santo Domingo de Silos (s. XVII).

Yacimiento arqueológico Marrodán. Restos de un taller de sílex del Bronce. Se localiza en un alto encima de Marrodán.

Villa de Ocón

Fiestas: de San Cosme, 27 de septiembre, pero a causa del frío se trasladó al segundo fin de semana de julio; 29 de septiembre, San Miguel.

Santa Lucía:

Iglesia Parroquial de Santa Lucía (s.XVI).

Barrio de Bodegas

Ermita de la Virgen del Carmen (s. XVIII).

Torre de los Moros: Yacimiento arqueológico en Torre de los Moros. De época altomedieval, en él se documenta una necrópolis de la época.

Fiestas: 13 de diciembre, Santa Lucía de Ocón; 16 de julio, Virgen del Carmen.

Dirección Galilea, Corera y salida a la N-232

AMPLIACIÓN

Notas sobre el molino de Ocón

Parece ser que a partir del siglo XV y XVI comienzan a proliferar en España los molinos eólicos harineros; esa cronología en términos generales cuadraría bien para la construcción del molino de Ocón. Por lo que atañe al momento final, hacia mediados del s. XVIII ya no estaba en uso. Así se deriva del Catastro de Ensenada del 1751, que ya no lo cita por haber dejado seguramente de tener actividad; por tanto, de generar rentas que hubiera que declarar. Los registrados por el documento eran de tipo hidráulico, cuya identificación sobre el terreno no resulta difícil. Tras el cierre de las actividades de molienda debieron retirarse las piedras de moler, los mecanismos de madera y los complementos metálicos que poseía, pues de ello no han quedado restos.

El alto número de molinos hidráulicos en Ocón, que registra el Catastro de Ensenada a mediados del s. XVIII, al menos en proporción a la población y a la producción cerealista de la zona, significa que debieron suponer una fuerte competencia para el viejo molino de viento. Por su menor eficiencia frente a los hidráulicos, se vería obligado a cerrar la actividad. Por tanto, el molino de Ocón habría dejado de funcionar, como más tarde, a mediados del s. XVIII. Para mayor abundamiento, unos 100 años después, el “Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico” de Pascual Madoz (1848) sólo menciona los molinos hidráulicos existentes en la línea Los Molinos-El Redal e ignora por completo la vieja obra del eólico, si es que todavía se mantenía en pie.

La orientabilidad era posible porque los molinos del tipo manchego, al que responde el de Ocón, poseían una cubierta cónica giratoria; la estructura se armaba a partir de cuatro vigas, perpendiculares dos a dos y llamadas madres, de las que salen las costillas, o palos horizontales, que mantienen fija la base circular que rotaba sobre la torre de mampostería. Del gran aro de la base parten los palos (vientos o plumas) que convergen arriba en un madero central llamado fraile. Sobre el fraile se podía colocar una veleta que indicaba la dirección del viento.

La superficie externa del tejado de Ocón es de placas de alerce, una madera con especial resistencia a la intemperie; en algunas zonas de los Alpes este material se utiliza en los tejados con una larga vida útil. El tejado cónico tiene una especie de tronera por donde sale el extremo del eje y se engarzan las aspas.

La maniobra de orientación se practicaba bien mediante un palo de gobierno, que caía casi hasta el suelo por el exterior, bien empleando un sistema de palancas en el interior, siendo este último procedimiento el aplicado en Ocón. Todo el cabezal giraba sobre la torre lubricado generosamente con grasa animal. Las operaciones para poner en marcha un molino de viento tradicional (orientación, desplegado de velas, etc.) podía requerir antaño unas 2 ó 3 horas.

Al girar la cubierta cónica también se desplazaba con ella el eje, las hélices y la rueda catalina. El conjunto, de unas 6 toneladas de peso, se desplaza sobre el anillo superior del cilindro torre hasta lograr la orientación de las hélices.

El eje es un gran tronco de roble, torneado, con 7 metros de largo y 0,45 de diámetro; su posición no es horizontal, sino que tiene una inclinación de 10/12 grados. En el extremo exterior están ensambladas las aspas, que alcanzan los 7 metros cada una. Han sido construidas con acacia por su flexibilidad, resistencia y perdurabilidad. Las velas, o lienzos, reciben directamente la presión del viento; son piezas de lona a las que se les ha incorporado un sistema de cuerdas y carretes para plegarlas y desplegarlas a voluntad en poco tiempo. Antiguamente tenían cosidas 10 asillas cada una en su recorrido longitudinal por las que se pasaba una soga corredera y ésta se sujetaba a los extremos libres de los cabrios; de ahí que el desplegado de los lienzos requiriera tanto tiempo.

Las aspas tenían un estudiado alabeo, para facilitar la acción del viento, que ha sido reproducido también en el molino de Ocón. Los extremos de las aspas recorren casi 44 metros en cada giro, dando vueltas a un empuje medio del viento de entre y 7 y 10 metros por segundo.

Hacia el centro del eje está ensamblada la llamada rueda catalina, un potente engranaje de 2,4 m. de diámetro fabricado en roble y con 40 dientes de encina. Su función consiste en hacer que el rotor horizontal del eje, movido por las hélices, transmita el movimiento a otro rotor vertical, mediante un buje o linterna, y de aquí a la piedra volandera. La rueda catalina es una pieza maestra de la carpintería tradicional; las maderas oblicuas que fijan firmemente a la rueda con el eje se llaman zoquetes.

En la última planta del molino se realizaba la molienda. Un buje o linterna toma la fuerza de la rueda catalina y mediante un barrón de forja forma el rotor vertical del sistema que mueve la piedra superior denominada volandera. La linterna tiene 8 usillos, o pivotes verticales con sus hendiduras, donde encajan los dientes de la rueda catalina.

Una vez orientadas las aspas se suelta el freno manual y el molino comienza a girar, arrastrando la pesada piedra de moler de 120 cm. de diámetro. La piedra inferior, o piedra solera, permanece fija. Ambas piezas del molino de Ocón son de un sílex de gran dureza y portan la marca La Ferté, prestigiosa firma francesa que distribuía sus productos en España en siglos pasados. La volandera cuenta con un mecanismo manual de palanca (tiradera) que permite separarla de la piedra solera y graduar la presión sobre ésta según se desee el grosor de la molienda.

Dos potentes vigas bajo la planta de molienda, llamadas marranos, soportan las dos piedras, además del peso de la bancada de obra en la que éstas apoyan. Una puerta en los suelos de la primera y segunda plantas servía para descolgar las muelas cuando devenían inservibles y cuando había que elevar las nuevas; como polea podía utilizarse el mismo eje del molino.

Los costales de trigo, antiguamente de unos 80 kg. de peso, tenían que ser subidos a hombros hasta la segunda planta. Aquí se iban vertiendo en una tolva que permitía dosificar la incorporación de grano a las muelas a través de una canaleja. Luego la harina descendía por un canalón cerrado hasta la planta baja donde se llenaban los sacos.

Una vez vista la molienda, en lo que concierne al tema de la seguridad en los molinos de viento, cada molino tenía que contar con un sistema de frenado de la hélice en casos de excesivo viento, pues las revoluciones rapidísimas y descontroladas podían dañar gravemente la instalación con riesgos incluso para las personas. El sistema de freno se ubica en el canto de la rueda catalina; la mayor parte de su circunferencia está abrazada por una lámina de fresno y una badana cuyos extremos se unen al palo de freno accionado desde una palanca o tiradera del freno.

Pero el molino cuenta también con otros mecanismos de seguridad; el más importante es el de desplazar arriba el eje de la linterna para separar sus usillos de los dientes de la rueda catalina, con lo cual las piedras de moler no recibían empuje alguno. Finalmente, cuando el molino no realizaba las tareas de molienda, la rueda catalina se separaba de la linterna y quedaba sujeta por el freno y anclada a cuatro puntos de la pared mediante cadenas.

El molino de Ocón, además de todo lo anterior, cuenta con la posibilidad de replegar las velas y desorientar las aspas mediante un simple mando a distancia. Al haberse construido su torre más alta que los molinos tradiciones, se han elevado también los engranajes respecto al suelo de la 2ª planta para evitar todo tipo de riesgos a las personas. Antaño esos engranajes se hallaban al alcance de la mano.

En su conjunto, el molino de viento de Ocón reproduce los mecanismos tradicionales de molienda, tal como se han conservado básicamente en el modelo manchego. Se trataba de un sistema que, aunque rudimentario, lograría dar unas 12 revoluciones por minuto en sus hélices con viento de 7 metros/segundo (unos 25 km/hora) y con ello podría generar una fuerza de unos 20 CV capaz de moler 125 kg. de trigo a la hora.

© José Riqueni Barrios | Escritor

Deja un comentario