Podemos desempolva la lucha contra el «bipartidismo» y ataca a Sumar por su entreguismo al PSOE.
Se prepara para el futuro y se desmarcan claramente del Ejecutivo de Sánchez en un momento que, según dicen, ya «huele a fin de ciclo».
En los últimos meses, los comunistas de Podemos ha emprendido un cambio estratégico notable en su discurso y en sus prioridades, alejándose de la que fuera su bandera principal durante años: la «alerta antifascista». Esta estrategia, que se empezó a ser utilizada de manera efectiva en 2018 tras las elecciones andaluzas cuando Vox emergió con 12 diputados, fue una forma de movilizar a sus bases y de consolidar su posición en el tablero político.
Pero ahora Podemos ha perdido fuerza y relevancia en el contexto político actual, y entre otras cosas, su mensaje antifascista ha sido asumido por otras formaciones políticas como Sumar e incluso por el PSOE, lo que ha dejado a Podemos en una posición marginal, con un apoyo electoral que ronda apenas el 4%. Ante este panorama, la dirección del partido ha entendido que era necesario replantear su enfoque si querían recuperar relevancia y salir de la marginalidad. En este contexto se enmarca su renovada apuesta por banderas más radicales, como la defensa de la causa palestina, y por ende, cntra Israel, así como el regreso al discurso anti-bipartidista.
La pérdida de relevancia del discurso antifascista
El discurso antifascista que Podemos impulsó en los años anteriores ha perdido atracción entre sus potenciales votantes. La «alerta antifascista», que fue un eje central de su estrategia política en 2018, ha dejado de resonar con la misma fuerza que antaño. Esto se debe en gran medida a que el término «fascismo» ha sido desgastado por su uso excesivo y por la percepción de que ha perdido contacto con las preocupaciones reales de la ciudadanía. Al mismo tiempo, otras formaciones de la izquierda, como Sumar y el propio PSOE, han adoptado parte de este discurso, restando a Podemos su capacidad de diferenciarse. La bandera antifascista, que alguna vez sirvió para aglutinar a una base electoral de extrema izquierda, hoy es insuficiente para movilizar a los votantes, especialmente en un momento en que las preocupaciones económicas y sociales, como la vivienda o la precariedad laboral, son las que ocupan el centro del debate público. Y sin olvidar, por supuesto, el entramado de corrupción en la que está sumida el gobierno de Sánchez.
Este reconocimiento ha llevado a Podemos a abandonar progresivamente el discurso antifascista en favor de una agenda más radical y diferenciada. La formación liderada por Ione Belarra e impulsada de nuevo por Pablo Iglesias ha comprendido que, para salir de la irrelevancia, necesita reinventarse.
El regreso a la radicalización y el ataque al bipartidismo
Ante este escenario, Podemos ha decidido retomar el discurso que le dio sus mayores éxitos en el pasado: la lucha contra el bipartidismo. Esta estrategia, que fue central en su ascenso político en 2014 y 2015, está basada en la crítica a lo que consideran la connivencia de las élites globalistas políticas y económicas representadas por el PSOE y el PP. En aquellos años, la denuncia de la «casta» y la impugnación del sistema político establecido resonaron con fuerza entre los votantes descontentos con los partidos tradicionales, lo que permitió a Podemos situarse como una alternativa real al sistema bipartidista.
Jornadas de reflexión estratégicas
Ahora, en un intento por recuperar esa relevancia perdida, Podemos desempolva esa estrategia. Según declaraciones de sus dirigentes, la formación celebró el pasado fin de semana unas jornadas de reflexión que pretenden condicionar el nuevo curso político.
En dichas jornadas de reflexión. en las que Irene Montero abrió los debates y Pablo Iglesias cerró el evento, la formación buscó captar a un público nuevo, menos vinculado a las banderas tradicionales de la izquierda y más preocupado por cuestiones como la vivienda o la corrupción política. Esta estrategia, en la que Podemos se sitúa de nuevo como un partido anti-sistema, tiene como objetivo desmarcarse tanto del PSOE como de Sumar, al que acusan de ser demasiado entreguista y complaciente con el socialismo de Pedro Sánchez. El lema que reza «Podemos ha vuelto» asusta en Sumar y se convierte en grito de guerra para los comunistas de Podemos. Se preparan para el futuro y se desmarcan claramente del Ejecutivo en un momento que, según dicen, ya «huele a fin de ciclo».
Este regreso a la radicalización también se refleja en la adopción de nuevas banderas, como la causa propalestina. Durante las jornadas de reflexión, Pablo Iglesias y otros líderes de Podemos dejaron claro que el partido no apoyaría los presupuestos del Gobierno si no se incluye una ruptura de las relaciones diplomáticas con Israel. Este posicionamiento, que busca captar la atención de sectores más jóvenes y radicales, es un ejemplo claro del intento de Podemos por volver a las bases que le dieron éxito en sus primeros años. A través de esta radicalización, el partido espera reconectar con una parte del electorado de extrema izquierda que siente que las formaciones más moderadas de izquierda, como Sumar y el PSOE, no representan adecuadamente sus intereses y demandas.
En Sumar están asustados
Fuentes de Podemos, tanto de asistentes como de ponentes a estas jornadas de reflexión, aseguran que el encuentro fue un éxito y estuvo por encima de las expectativas. Destacan la alta participación, con salas del Círculo de Bellas Artes llenas incluso en las mesas más técnicas y menos populares. Las fuentes consultadas hablan incluso de cambio sociológico de los asistentes al evento: menos banderas y militantes, y más perfiles transversales y «nuevos». Pero eso sí, el mismo radicalismo comunista de siempre.
La crisis del bipartidismo y la oportunidad para Podemos
La estrategia de Podemos también se nutre del contexto político actual, marcado por una creciente crisis de legitimidad de los partidos tradicionales. Los escándalos de corrupción que afectan al PSOE y los problemas económicos que afectan a amplios sectores de la población han generado un descontento creciente. Podemos ve en esta situación una oportunidad para reposicionarse como una fuerza política que no solo lucha contra la derecha, sino también contra las elites políticas de la izquierda tradicional, a las que acusan de haber traicionado a sus votantes.
En este sentido, Podemos ha vuelto a centrar su discurso en la denuncia del bipartidismo. Este regreso al ataque contra el sistema establecido es un intento por conectar con los votantes desencantados con la política institucionalizada y con aquellos que creen que el PSOE y el PP representan los mismos intereses.
La ofensiva contra Sumar y la fragmentación de la izquierda
Uno de los aspectos más destacados de esta nueva estrategia es el ataque directo a Sumar, la plataforma liderada por Yolanda Díaz. Podemos ha dejado claro que considera a Sumar como una formación subordinada al PSOE y que no está dispuesta a hacer concesiones en su intento por mantener un papel relevante en la izquierda. Antonio Maíllo, líder de Izquierda Unida, apuesta por un proceso unitario «sin vetos». Pero los líderes de Podemos dejaron claro que su planteamiento pasa por salvar sus siglas y disolver las de Sumar.
Durante las jornadas de reflexión, Iglesias fue contundente al señalar que Podemos no aceptará ningún proceso de unidad que no pase por la aceptación de su liderazgo y por la defensa de una agenda radical. Esto incluye, además de la ruptura con Israel, la imposición de límites a los alquileres y una política más agresiva en la defensa de los derechos sociales.
Este ataque frontal a Sumar refleja la intención de Podemos de diferenciarse claramente del proyecto de Díaz, que consideran demasiado moderado y demasiado cercano al PSOE. La pugna entre estas dos formaciones ha generado una creciente fragmentación en el espacio político de la izquierda, lo que plantea serios desafíos para ambos partidos de cara a las próximas elecciones. Mientras Sumar apuesta por una estrategia más institucional y colaborativa, Podemos ha optado por una vía de confrontación, buscando recuperar la relevancia a través de un discurso más radical y combativo.
Y que la nueva alianza tenga claro que su enemigo ya no es solo la derecha, según el esquema de la «alerta antifascista» que Iglesias acuñó en 2018, sino también el PSOE. Se trata de volver a denunciar la «corrupción» del bipartidismo. Y transmitir un mensaje muy contundente en el ámbito de la política internacional, con una denuncia clara hacia Israel, que califican de «nazi».
Un giro hacia el pasado: el intento de resucitar el espíritu del 15-M
Podemos está intentando, en última instancia, resucitar el espíritu del 15-M, el movimiento social que dio origen a la formación en 2014. En su intento por volver a conectar con las bases de extrema izquierda, Podemos está tratando de recuperar esa retórica anti-sistema y esa sensación de que el cambio político es posible a través de la movilización social y la impugnación del sistema bipartidista. En este contexto, el regreso a las raíces del 15-M y la adopción de un discurso más radical y combativo son intentos desesperados por recuperar la relevancia y por evitar que Podemos se convierta en un partido marginal.
Es una vuelta a los años de la eclosión, cuando Iglesias asociaba el PP al PSOE y denunciaba la connivencia de sus élites (la llamada «casta»). Podemos ha vuelto al «bipartidismo», aseguran las fuentes. Y con ese regreso obligará a Sumar y, sobre todo, a Izquierda Unida, a decidir cuál será su pareja de baile en el nuevo ciclo político.
Es un giro de 180 grados que se reflejará en el Congreso de los Diputados. Podemos ha pasado a la «ofensiva», agregan desde el partido, y aseguran: «De eso no cabe duda». Entre la vivienda, la corrupción y la denuncia de Israel, quieren afianzar un verdadero proceso de resurrección.
Queda por ver si esta estrategia será suficiente para sacar al partido de su actual marginalidad o si, por el contrario, solo profundizará su fragmentación y su pérdida de relevancia en el panorama político español.
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