El OLRC exige al Ayuntamiento de Castellón y al gobierno valenciano, ambos del PP y Vox, que retiren una exposición que atenta contra los sentimientos religiosos

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En una muestra en el distrito de El Grao se muestra a San Pedro, patrón del barrio, orinando y a Cristo al lado de un retrete

La libertad religiosa, consagrada en la Constitución española, está siendo atacada con una virulencia cada vez mayor ya no solo por personas individuales sino también por partidos políticos y administraciones. Es un síntoma muy preocupante del deterioro de los valores fundamentales sobre los que se asienta nuestra sociedad.

Un nuevo caso de ataques a la libertad religiosa ha tenido lugar en torno a la exposición patrocinada por el Ayuntamiento de Castellón y el gobierno de la Comunidad Valenciana, ambos controlados por el PP y Vox, es un claro ejemplo de esta peligrosa deriva. Sí, han leído bien, por el PP y Vox.

La muestra, organizada por la asociación local Botafocs y patrocinada por ambas instituciones públicas, muestra a San Pedro, patrón del distrito de El Grao, orinando, en una de sus imágenes. En otra, los legionarios llevan al Cristo de la Victoria en un retrete; debajo, aparece la leyenda “Semana Santa”. También se mofa del Camino de Santiago.

En esta exposición se presentan imágenes profundamente ofensivas para los católicos. Este tipo de actos no solo son un ataque directo a los sentimientos religiosos, sino también a las bases más profundas de la convivencia en una sociedad que, hasta ahora, había respetado las creencias y valores de sus ciudadanos.

El Observatorio para la Libertad Religiosa y de Conciencia (OLRC) denuncia esta blasfemia

El Observatorio para la Libertad Religiosa y de Conciencia (OLRC) ha alzado la voz, exigiendo la retirada inmediata de esta exposición. La presidenta del Observatorio, María García, ha destacado la hipocresía de las instituciones públicas que, gobernadas por partidos que en teoría defienden los valores tradicionales y la cultura cristiana, permiten este tipo de ataques bajo su patrocinio. “Nos parece lamentable que instituciones gobernadas por el PP y Vox patrocinen exposiciones que atentan contra las creencias de los cristianos”, remarca la presidenta del OLRC. Es una contradicción flagrante, especialmente en el caso de Vox, un partido que se ha posicionado como defensor de la cultura cristiana y de los valores que esta representa. Sin embargo, esta situación parece demostrar que han renunciado a esa lucha cultural que inicialmente abanderaban, cediendo ante las presiones del sistema y permitiendo que se ataque impunemente a la fe de millones de españoles.

La deriva de la lucha cultural: Vox en el ojo del huracán

Lo que realmente destaca en este caso no es solo la exposición en sí, que es uno más de entre los muchos que se dan casi a diario, sino el hecho de que haya sido patrocinada por dos partidos políticos que, al menos en su retórica, se presentan como defensores de la cultura tradicional española, profundamente arraigada en el cristianismo. ¿Cómo pueden el PP y Vox justificar el patrocinio de una exposición que no solo es blasfema, sino que ataca directamente a la fe que dicen defender?

Este giro es especialmente notable en el caso de Vox, que desde su fundación ha insistido en la necesidad de defender la cultura española frente al relativismo cultural y moral que, según ellos, está destruyendo el tejido social del país. Sin embargo, la realidad es que este patrocinio indica que, lejos de estar librando una verdadera lucha cultural, Vox ha cedido ante las dinámicas del sistema. Es una rendición simbólica y puntual- por ahora-, pero no por ello menos significativa. Si un partido como Vox, que ha construido gran parte de su identidad política en torno a la defensa de los valores cristianos y patrióticos, permite que se financien y se promocionen actos que ofenden gravemente a esos mismos valores, entonces debemos preguntarnos si realmente están comprometidos con esa defensa o si, como tantos otros, han sucumbido a la presión del sistema.

El ataque a los sentimientos religiosos es un síntoma de un mal mayor

Este no es un incidente aislado. La creciente permisividad hacia la blasfemia y el ataque a los símbolos religiosos es un síntoma de un problema mucho más profundo que afecta a nuestra sociedad. Cuando se permite que se ridiculicen las creencias religiosas, se está atacando lo más profundo de la identidad de muchas personas. Para los creyentes, la fe no es solo una cuestión de tradición o costumbre, sino un pilar esencial de su vida. Por tanto, cada vez que se insulta a sus creencias, se les está negando el respeto básico que toda persona merece en una sociedad que dice ser plural y democrática.

El caso de la exposición de Castellón es especialmente grave porque no se trata de una muestra que cuenta con el respaldo oficial de las instituciones públicas. Esto envía un mensaje muy claro: las autoridades, incluidas aquellas que se presentan como defensoras de los valores tradicionales, no solo toleran estos ataques, sino que los financian y los promueven. Esto supone un salto cualitativo en la ofensiva contra la religión. Ya no estamos hablando simplemente de un incidente puntual, sino de una tendencia alarmante en la que la blasfemia y el ataque a los símbolos religiosos están siendo normalizados, incluso en aquellos sectores que, en teoría, deberían estar en contra de estos actos.

La defensa de la libertad religiosa: una cuestión de principios

El Observatorio para la Libertad Religiosa ha dejado claro que este tipo de ataques no solo son una ofensa para los cristianos, sino para toda la sociedad. La libertad religiosa es uno de los pilares sobre los que se asienta cualquier democracia sana. Cuando permitimos que se ridiculicen las creencias de una parte de la población, estamos abriendo la puerta a la intolerancia y al odio. Y lo más preocupante es que estos ataques a la religión, que hasta hace poco eran condenados por la gran mayoría de la sociedad, ahora son tolerados e incluso promovidos por las instituciones públicas.

La presidenta del OLRC, María García, ha subrayado que, mientras en España se debate la eliminación del delito contra los sentimientos religiosos del Código Penal, la mayoría de los países de la Unión Europea protegen activamente los derechos de sus ciudadanos a no ser ofendidos por sus creencias. Esto debería servirnos como advertencia: eliminar esta protección no solo nos alejaría de los estándares europeos, sino que sería un paso más en la erosión de los valores que han permitido que nuestra sociedad sea, hasta ahora, un espacio de respeto y convivencia.

El peligro de la indiferencia

El ataque a los sentimientos religiosos no es solo un problema para los creyentes. Como bien señala el Observatorio para la Libertad Religiosa, “Un total de 21 de los 27 Estados de la Unión Europea protegen los sentimientos religiosos de sus ciudadanos, con lo que eliminar esta protección del Código Penal significa posicionarnos en contra de los valores europeos”. Esto refleja un consenso claro: la religión, en sus diversas manifestaciones, es una parte esencial de la identidad cultural y social de Europa. Desprotegerla no solo significaría un retroceso en términos de derechos, sino un ataque directo a los valores europeos que tanto dicen defender aquellos que abogan por la modernización de nuestras leyes.

Es preocupante ver cómo en España, un país que históricamente ha sido un bastión del cristianismo en Europa, se permite cada vez con más frecuencia que se ataquen y ridiculicen los símbolos religiosos. Este no es solo un ataque a la religión en sí, sino a los valores que han sustentado a nuestra civilización durante siglos. La libertad religiosa, lejos de ser un privilegio, es un derecho fundamental que debe ser defendido con firmeza. Cada vez que se permite un ataque como el que hemos visto en Castellón, se está debilitando un poco más el tejido de nuestra sociedad, haciéndola más vulnerable a la intolerancia y al caos moral.

Campaña de recogida de firmas del OLRC

El Observatorio para la Libertad Religiosa y de Conciencia ha pedido, a través de una recogida de firmas, al Ayuntamiento de Castellón y al gobierno de la Comunidad Valenciana que retiren una exposición que atenta contra los sentimientos religiosos de los cristianos y que, a partir de ahora, controlen lo que se expone bajo su patrocinio.

Si el PP y Vox realmente están comprometidos con la lucha por la cultura y los valores tradicionales, deben rectificar y asumir su responsabilidad por haber permitido este ataque. No es suficiente con prometer una revisión de lo sucedido: es necesario que se tomen medidas concretas para asegurar que este tipo de actos no vuelvan a repetirse.

En última instancia, la defensa de la libertad religiosa es una cuestión de principios. Permitir que se ataque a una parte de la población por sus creencias es abrir la puerta a un proceso de desintegración social que, si no se detiene a tiempo, tendrá consecuencias desastrosas. Por eso, es esencial que las autoridades tomen en serio la petición del Observatorio para la Libertad Religiosa y retiren esta exposición, enviando un mensaje claro de que en España, la libertad de creencias sigue siendo un valor inviolable.

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