No me refiero al cuarto mundo que convive con nosotros, y la mayoría no se da cuenta, sólo Cáritas, Cruz Roja, monjas y algunas ONG se ocupan de ellos. Hay personas, más abundantes de lo que pensamos, que se preocupan de ese heterogéneo mundo. Hoy hablo de la pobreza en la cual no es posible satisfacer las necesidades físicas y psicológicas básicas de una persona por falta de recursos: alimentación, vivienda, educación, asistencia sanitaria, agua potable o electricidad. Esta pobreza es un fenómeno multidimensional que se traduce en la falta de los mínimos recursos para alcanzar las necesidades para sobrevivir.
Los datos que publica el Instituto Nacional de Estadística (INE) son muy preocupantes. El 26,5% de la población en España vive en riesgo de pobreza o exclusión social, lo que equivale a 12.720.000 personas, cifra que tiene que producir reacción política y social. Ayudan las mismas organizaciones citadas anteriormente, a lo que hay que añadir muchos ayuntamientos y parroquias y otras religiones cristianas. La pobreza golpea con más fuerza a los adolescentes: el 37,1% está en riesgo de exclusión. Según Cáritas, tres millones de hogares (el 16,8%) quedan por debajo del umbral de la pobreza tras pagar gastos básicos. Según el ya citado INE, la población que se encuentra en situación de carencia material y social severa aumentó un 9% en 2023 en relación al año anterior.
Otra cifra muy preocupante es que el 10,8% de menores vive en hogares en situación de carencia material severa; viven con una sola comida, que proporcionan las instituciones y ONG citadas, y sin la posibilidad de calentarse. Lo que se traduce en un 7 % de niños y adolescentes, más de 550.000, que no disponen de las raciones de carne, pollo o pescado mínimas para nutrirse adecuadamente. Más de 2,7 millones de menores vivieron en 2023 al límite de la pobreza y la exclusión social.
Estas familias no pueden cumplir normas tan básicas en Occidente como comer carne o pescado al menos dos días, mantener la vivienda a una temperatura adecuada, tener teléfono. El 26 % de los españoles reconoce que se salta comidas para reducir gastos. En hogares con ingresos inferiores a 15.000 euros anuales, ese porcentaje asciende al 41%. ¿No es para pensar y exigir que en nuestro país se acabe cuanto antes con esto?
Jacinto Seara | Científico y Escritor
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