“Pinganillo” Sánchez | Javier Toledano

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Pedro Sánchez se hizo retratar por su séquito en un viaje a La Palma, días después de la erupción del volcán, con un notorio abultamiento en los pantalones (instantánea apropiada para promocionar una de esas chispeantes saunas que regentaba su suegro), pero lo cierto es que el órgano que mejor define al presidente en funciones es el pinganillo. Lo más probable es que cuando el objetivo captó el volumen citado, Pedro Sánchez no estuviera pensando en las consecuencias para los isleños de aquella catástrofe geológica (muchos de los afectados siguen esperando las ayudas prometidas), si no en los innumerables encantos de Begoña, su amantísima esposa. Muy posiblemente las tetas bonitamente formadas de Amaral habrían provocado un efecto similar.

Nos dicen los defensores de la calamitosa ejecutoria gubernamental que España es un país multinivel, plurinacional o multinacional (como la compañía Coca-Cola), y que constituye una riqueza cultural envidiable, de inabarcable magnitud, disponer de tantos idiomas, tantos y “tontos”, pues algunas hablillas de muy limitada difusión aspiran a tener su propia Academia de la Lengua y van camino de optar al honorable rango de la cooficialidad. Asimismo, proveerán de cargos rimbombantes a unos cuantos linces del particularismo que se frotan las manos calculando los pingües ingresos, a cargo del erario público, que atisban en lontananza: “académico honorífico del altoaragonés pirenaico” o “candidato a cátedra universitaria que debidamente acredita el nivel superior en “fala” gallego-extremeña” de Eljas (Cáceres) y alrededores”. Idiomas, dialectos, jergas y batiburrillos orales más o menos impostados que, además, ganarán visibilidad, como se dice ahora, pues en el Congreso de los Diputados se cubrirán plazas de traductor para verter al español, ida y vuelta, farfulleos demenciales y se distribuirán pinganillos por docenas entre sus señorías.

Pero, la nuestra, con todo, es una riqueza relativa. Para riqueza, pero de verdad, tenemos ahí a Papúa-Nueva Guinea, que dispone de la nadería de 830 idiomas para 10 millones de habitantes. No es malo el saldo de Indonesia, más de 700. India le pisa los talones con 450. Brasil es otra muy sólida potencia plurilingüe con unos 220. Arrea. En esos parlamentos la ratio “traductor/congresista” habría de ser, con arreglo al delirante patrón español, de 100 a 1. Lo de España es de risa… y nunca mejor dicho, pues el espectáculo esperpéntico y ridículo del hemiciclo babélico que hemos presenciado no tiene parangón conocido en el mundo occidental, y posiblemente en el mundo en su totalidad.

Cualquiera que tenga dos dedos de frente entenderá que la verdadera riqueza, cuando abundan otras hablas de menor entidad, por razones demográficas e históricas, es tener una lengua común en la que entenderse la mayoría, lo que los antiguos griegos llamaban una “koiné” y más recientemente se llamó “lingua franca”. Pues si la riqueza cultural se barema en la cantidad, nadie discutirá que es Papúa-Nueva Guinea la nación soberana más rica de todo el orbe planetario. Y, a quien lo dude, aguardan por allí los bimin-kuskusmin de las tierras altas del curso del Sepik, ceñudos (no fueron llamados por los caminos de la elocuencia), entrechocando los dientes y removiendo la marmita humeante aromatizada con hojas y tiernos brotes de pándano (*).

El mérito del patético desbarajuste nacional reside en que la lengua común en la que nos entendemos todos los españoles (incluidos aquellos que reniegan de su nacionalidad legal), no es una lengua de chichinabo precisamente, como una de esas jerigonzas tribales de la selva papúa. Muy al contrario, se trata de un idioma potente, con una tradición literaria envidiable, de gran difusión internacional, oficial en muchos países y con miles de estudiantes que pretenden aprenderlo repartidos por el ancho mundo, como para compensar el veto total o parcial a la lengua española, como lengua vehicular en la enseñanza, vigente contra toda lógica y todo precepto constitucional en no pocas regiones de nuestro propio país… acto hostil contra España que siempre ha contado con la vergonzosa complicidad de los sucesivos gobiernos de la nación, tanto del PSOE como del PP.

Pues ésa, la española, es la lengua que se menoscaba en España, ya desde hace décadas, pero en la actualidad más que nunca y todo porque a Pedro Sánchez le ha salido del pinganillo. Se dice que el Congreso de los Diputados es la sede de la soberanía nacional, lo mismo cuando es ejercida prudentemente que cuando es vulnerada. La citada sede ya no salió del todo incólume de la anterior legislatura y, en breve, asistirá al deshonor de una amnistía que se cocina en el más alto tribunal que más bajo caerá, y del que la humillación políglota de estos días es el preámbulo necesario. No hay ejecución pública, sea la de nuestra soberanía mediante amnistías bastardeadas, sin vejaciones previas: cuando la turba exaltada arroja al reo escupitajos, coles y berenjenas camino del patíbulo. Aquí y ahora los pinganillos de Pedro Sánchez sustituyen a las infamantes hortalizas. Cuentan que, tras una discusión, Ortega y Gasset dijo de Salvador de Madariaga, hombre culto y viajado, que era “tonto en cinco idiomas”, que son los que el diplomático y ensayista hablaba fluidamente. Claro es que, lo que vale para tonto, vale hoy para indigno y traidorzuelo Y “Pinganillo” Sánchez lo es, no sólo en cinco idiomas… en todos los que en el mundo se hablan, incluido el código tonal, silbado, en las abruptas barrancas de La Gomera.

Javier Toledano | Escritor

(*) pándano o pandano, especie arbórea tropical que goza de especial protagonismo en la mitología de los bimin-kuskusmin.

2 comentarios en «“Pinganillo” Sánchez | Javier Toledano»

  1. Los enemigos de España, la repudian porque ha sido la mayor defensora del «catolicismo» en el mundo y lo sigue siendo, pese a todas las zancadillas que le ponen. La historia española está llena de ejemplos desde los orígenes del cristianismo. Por ejemplo, Batalla de las Navas de Navas de Tolosa y la Reconquista en general, la batalla de Lepanto, cristianización de América, lucha contra los protestantismos, sus Catedrales, sus misioneros, sus mártires, sus Santos, sus festividades, su fé, etc etc etc. Tales enemigos, odian el catolicismo y creen que destruyéndolo destruirán a España o al revés, destruyendo a España destruirán el catolicismos. El ataque al «idioma español» es una excusa, un arma más, para destruir España. Tales enemigos han usado también, entre otras armas, la división de España mediante los separatismos. Durante la mal llamada «Guerra Civil» de los años 1936 – 1939, se asesinaron por los enemigos de España y del catolicismo, unos 18000 sacerdotes y religiosos católicos, además de destruir innumerables templos religiosos. Al frente de la Generalitat de Cataluña, estaban en esas fechas, Maciá y Lluis Companys, dos masones que no hicieron nada, sino todo lo contrario, para evitar tanto asesinato y firmando sentencias de muerte de inocentes. Sin ánimos de revancha ni de crear conflictividad, sino con amor cristiano y de perdón, estas cosas son las que convendría recordar a todos, incluidos los separatistas e instigadores del separatismo y de los ataques al «idioma español», que tiene las mismas raíces que el catalán y son muy similares. Y también la actual Cataluña, que fue, salvo algún error de datos históricos, la primera zona de la península Ibérica en llamarse Hispania. Ahora los separatistas, sin ningún título, ni jurídico ni moral que puedan exhibir en defensa de sus ideas, pretenden quedarse, yo diría «robar», con un trozo del territorio ibérico, que es propiedad de todos los españoles. Pasito a pasito, van avanzando en sus planes con la venia de algunos, cómplices, que miran para otra parte.

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