Nuestra historia, truncada | Francisco Alonso-Graña del Valle

Share on facebook
Share on twitter
Share on linkedin

“Si soy el roble con el viento en guerra ¿cómo vivir con la raíz ausente? ¿cómo se puede florecer sin tierra?”

 Ante todo debo pedir disculpas a los lectores por la pequeña modificación que he realizado en la cita de los hermosos versos de nuestro don Alfonso Camín que utilizo como subtítulo y que espero él también me disculparía como artificio para adjudicar a nuestra historia el protagonismo de dicha cita.

En los tiempos que corren actualmente, ante la situación política de mi querida España, esta España mía, esta España nuestra, en más de una ocasión ha sido puesta a prueba la capacidad de asombro que atesoramos los ciudadanos de a pie tras nuestra tan ensalzada Transición, capacidad que se puso en marcha, más o menos durante los desgraciados gobiernos del insufrible señor Rodríguez Zapatero de tan infausta memoria. De entonces acá, incluido sin duda el triste, incoloro e inodoro, insaboro, tibio y pusilánime (no exento, en su descargo, de una equivocada buena voluntad) de don Mariano, hemos venido sufriendo una abundante cantidad de sorpresas amargas y desagradables producidas por las no menos amargas y desagradables decisiones adoptadas por aquellos que se turnaron en los puestos de mando de esta atormentada nave. Cuando todo parecía haber tomado un camino que podría considerarse normal con alternancias en el poder, una aceptable posición económica, unas buenas relaciones internacionales, etc., se hizo con las riendas (tras un sangriento atentado aún no esclarecido y cuyo vergonzoso, ilegal y maquiavélico manejo hizo dar un vuelco radical a la situación política), aquel personaje ya citado, que sin que sepamos a ciencia cierta bajo qué dirección o mandato, se convirtió en el principal enemigo de la pacífica convivencia establecida entre los españoles, basándose para ello especialmente en la resurrección y actualización de unos rencores que habían sido enterrados en buena hora gracias a la colaboración indispensable y calificada de modélica de la ciudadanía en general. Desde el poder, desgraciada y precisamente insisto, desde el poder, estos logros fueron sistemáticamente torpedeados con las calamitosas consecuencias que empezamos a sufrir a partir de  entonces y que no fueron flor de un día sino que se fueron prolongando in crescendo, desdichadamente para nuestro castigo, propiciadas ahora por el peor gobierno que nación alguna haya podido padecer en sus anales.

Como muestra de lo expuesto anteriormente, estos días se hacen públicas nuevas disposiciones, especialmente en lo relativo a enseñanza y aprendizaje de nuestra historia que a pesar de que ya estamos acostumbrados, no dejan de sorprendernos por lo insólito y disparatado, habitual modus faciendi de estos mandamases en los que cada novedad u ocurrencia supera con creces la anterior, poniendo a prueba como decía al principio, nuestra capacidad de asombro o poder zaumásico en palabras de nuestro admirado filósofo don Adolfo Muñoz Alonso.

Desde ya la lejana época de nuestros estudios elementales, se nos ha enseñado y hemos creído que España ha tenido una contribución y protagonismo realmente importantes en el curso de la historia universal al punto de sentirnos orgullosos de ello al rememorar personajes y hechos que así lo demuestran y de los que no sería oportuno hacer aquí relación por considerarlo archisabido y requeriría un tiempo y espacio desmesurados. Después de que a través de tanto tiempo transcurrido durante el cual han sido sentados como gloriosos tantos de estos recuerdos, nos encontramos con que para las mentes preclaras que nos gobiernan hoy, lo único que merecen todos ellos es el olvido (ignoramos el porqué ya que resultaría imposible cualquier explicación) y se condena a los jóvenes estudiantes a desconocerlos, borrando todo lo acaecido en nuestra patria desde sus orígenes hasta 1812, fecha en que si nadie lo remedia, marcará el comienzo de los estudios de la nueva Historia de España. Resulta realmente penoso el contemplar cómo de un plumazo se hacen desaparecer para las nuevas generaciones hechos tan abundantes y variados como pueden ser, citados a voleo: nuestro pasado romano, la Reconquista del país contra los musulmanes, el Camino de Santiago, la defensa de Occidente frente a los turcos (y otros oportunistas añadidos), el encuentro y conquista de América, el descubrimiento del océano Pacífico, la vuelta al mundo circunnavegándolo…, en fin repito, no es preciso alargarse ni entrar en detalles.

Si no fuese por la gravedad que creemos representan las actuales disposiciones y, sobre todo su parece que irremediable puesta en práctica, esta determinación movería a risa por lo ridícula, absurda, incongruente y nos atreveríamos a decir empobrecedora para el futuro de nuestros estudios pues la ignorancia de nuestra historia no dejará de constituir una verdadera desgracia para las nuevas generaciones. Indudablemente hemos de concluir que el tema mueve más bien al llanto.

Deja un comentario