¡Nos están “cambiando el agua”!  |  Mariano Martínez-Aedo

Share on facebook
Share on twitter
Share on linkedin

En nuestro mundo actual, “lleno” de libertad, progreso y democracia, cada vez es más evidente para cualquiera que lo quiera ver, que hay unos procesos evidentes de cambio de sociedad, impulsados por grupos de intereses, donde hay multimillonarios, grupos de presión y otros actores diversos, entre los que destacan la mayoría del arco parlamentario y los organismos internacionales.  No son un grupo homogéneo ni necesariamente coordinado, pero se mueven dentro de una ideología subyacente que van imponiendo poco a poco (o mucho a mucho en ciertas ocasiones).

Es lo que se llama en ciertos ámbitos “cambiar el agua de la pecera”.  Es decir, no se trata de una evolución natural de la sociedad, donde las distintas personas y grupos defienden sus puntos de vista y opiniones, y donde la democracia, dentro del respeto de las minorías, va desarrollando las decisiones de la mayoría.  Al contrario, ese ámbito se deja teóricamente que se desarrolle pero para cuestiones menores o de detalle, mientras de forma aplastante se imponen ciertos valores y “dogmas” que todos deben aceptar, que son indiscutibles, y que aparentemente todos aceptan. Siguiendo la metáfora, no se trata de debatir con los peces sino de cambiar el agua social (valores, creencias, etc.) donde se mueven, de forma que lo acepten como algo natural e incuestionable y se adapten a ellos.

G.K.Chesterton, el famoso pensador inglés, ya hace un siglo expresó muy bien esta situación: “El mundo moderno se divide a sí mismo en Conservadores y Progresistas.   La misión de los Progresistas es cometer errores.  La misión de los Conservadores es evitar que los errores se corrijan.”

De esta forma, valores que eran naturales en un momento, pasan progresivamente a ser “cambiados” años después, para pasar a ser nuevos dogmas sociales que no pueden ser ni siquiera ser cuestionados o debatidos, llegando a la persecución judicial y social más agresiva, eso sí siempre en nombre de la libertad y la tolerancia.

Pensemos, por ejemplo, en el matrimonio, institución natural presente en todas las culturas y tiempos.  Ha tenido diferencias importantes, algunas en aspectos sustanciales como la voluntariedad (matrimonios impuestos), la permanencia (temporales o definitivos) y hasta ha habido culturas donde ha llegado a la poligamia.  Sin embargo, todas las culturas han reconocido que se basaba en la existencia de una unión entre hombre y mujer con el objetivo de tener descendencia.  Ni siquiera en la Grecia clásica, se mezcló el matrimonio (hombre y mujer con su prole) con las relaciones homosexuales, que estaban institucionalizadas en la formación, en el ejército, etc.

Pues bien, en España y en algunos otros países del mundo se ha instituido en las últimas décadas la extensión del matrimonio a la unión de personas del mismo sexo.  No ha habido un real debate público con razones a favor o en contra, sino una imposición dogmática por motivos de igualdad o de libertad.  Y ya hoy en día a nivel social-legal se empieza a considerar cualquier oposición al matrimonio entre homosexuales como prueba de discriminación injusta, de ataque a los derechos humanos y hasta de posible delito de odio.

Y la frase de Chesterton parece pensada para España.  Zapatero llega al gobierno y, entre otras medidas, impone el divorcio-express, el matrimonio homosexual y el aborto-derecho.  El Partido Popular se opone, plantea recursos de inconstitucionalidad y promete cambiarlo.  Llega al poder Mariano Rajoy con una inmensa mayoría absoluta (ya que no sólo ganó en la Cortes sino en la mayoría de CC.A.. y ayuntamientos) y no toca absolutamente nada de esto.

Tres años después de la alucinante sentencia del Tribunal Constitucional sobre el matrimonio homosexual (donde, para declararlo legal, argumentó que es necesario “leer el texto constitucional a la luz … de las exigencias de la sociedad actual” y hacer “una lectura evolutiva de la Constitución”, el PP en pleno acudió de forma institucional al enlace de su vicesecretario general Maroto.

Para terminar de rizar el rizo, se va consiguiendo una legislación/jurisprudencia asimétrica, es decir, que se aplica de forma que ciertas personas y valores son de primera y otros de segunda.  Si para ciertos actos y valores siempre se consideran como libertad de expresión y para otros siempre son muestra de odio y fanatismo, está claro cuales vana a tener derecho a existir y cuales se pretende reprimir hasta su extinción.  Nuevamente hay numerosos ejemplos de ello y vimos como el caso de Rita Maestre donde conculcó literalmente los artículos 522 a 525 del Código Penal, irrumpiendo violentamente en una misa en la capilla, desnudándose, insultando, injuriando y amenazando (“Arderéis como en el 36..”) terminó siendo absuelta.  Por el contrario, el gobierno va a imponer que rezar el rosario en la calle delante de una clínica abortista sea un delito, y además perseguible de oficio.

En definitiva, no estamos en una sociedad que evolucione “naturalmente” sino que hay grandes intereses en cambiar nuestra sociedad y en que aceptemos los nuevos dogmas (y los que vendrán) de forma crítica y resignada.  Ya conseguirán que si no nosotros, al menos las siguientes generaciones acojan esos dogmas como lo más natural y básico en su vida.  Por eso es tan importante no ceder, no desanimarse, no aceptar esas imposiciones, porque además, si lo hiciéramos, sería la señal para acelerar el cambio del agua, cada vez más turbia, más irrespirable y antihumana.   No asistamos acríticamente a este proceso, no dejemos que la unanimidad político-mediática nos convenza de comulgar con ruedas de molino, seamos hombres y mujeres que piensen.

Mariano Martínez-Aedo | Vicepresidente IPF

 

Deja un comentario