Antonio-Carlos Pereira Menaut: «No estamos ante una crisis más; estamos ante un cambio antropológico, cultural y social sin precedentes»

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Antonio-Carlos Pereira Menaut es profesor honorario, catedrático de Derecho Constitucional en la Universidad de Santiago de Compostela y catedrático Jean Monnet de Derecho Constitucional de la Unión Europea.

Acaba de publicar un interesante ensayo titulado «La sociedad del delirio», que es un análisis sobre el gran reset mundial.

El subtítulo del libro es «Un análisis sobre el Gran Reset mundial», una visión fruto del Foro Económico Mundial, ¿cree que la influencia de Davos hay que tomarla en serio?

Ante todo, la idea de resetear el mundo no es nueva. Tras 1945 se empezó a pensar en cómo evitar la repetición de las guerras mundiales. También el famoso Informe Kissinger (1974) tenía un aspecto de reseteo. Lo novedoso es formular el reseteo de una manera tan clara e incluso con aparato publicitario. Respecto del WEF y Davos y su influencia, habrá que esperar. Pero la idea de que una élite pilota el buque y puede redefinir el mundo y la sociedad, está ahí. Ejemplo a escala europea: si la Revolución Verde de la UE va adelante, en 2040 habrá cambiado hasta el paisaje, además de la dieta y el transporte (se generalizarán las bicis compartidas; quizá tener una en propiedad les parezca demasiado).

Señala que estamos ante una crisis importante, pero que lo esencial es que es diferente, ¿en qué aspectos se manifiesta esa diferencia?

Es que no estamos ante una crisis más; estamos ante un cambio antropológico, cultural y social sin precedentes y lo primero es tomar conciencia de eso. Crisis, siempre ha habido, pero esta es cualitativamente diferente; poco que ver con el final del Imperio Romano ni con otras. Por mencionar sólo algunas manifestaciones de esa diferencia: el «bebé medicamento», el vientre de alquiler, el transhumanismo; los cerebros humanos conectados, la globalización descarrilada, el creciente predominio de lo virtual sobre lo real; masas ya apreciables de personas subvencionadas que nunca tendrán trabajo ni familia estables, las calles casi sin niños —en particular, sin niños discapacitados— y en breve, niños sin hermanos, tíos ni primos… Y podríamos seguir.

También indica que la dificultad para comprenderla reside en que no tiene unas causas solo religiosas, morales o valorativas, ¿a qué otras causas se refiere?

Por supuesto que hay causas religiosas, éticas y culturales —algunas, bastante claras— pero otras proceden de la dinámica natural de la economía, la tecnología y la racionalización burocrática. Son por así decirlo, causas técnicas, que, por su apariencia buena o al menos neutra, pueden no inspirar un particular rechazo. Pasando al terreno personal, uno puede ser una buena persona y sin embargo andar como pollo sin cabeza, no tener sentido común, carecer de raíces, creer cuanto dicen los gobiernos, los expertos y la OMS; tener su atención dispersa y «capturada» por las pantallas y las redes, carecer de fondo, vivir superficialmente, ser incapaz de comprometerse, o de hacer nada sin un consejo del psicólogo u otro experto… O sea, planteamientos quizá no malos por principio pero que, salidos de madre, como están hoy, resultan negativos. Además, ha cambiado el modo en que las personas ven la vida, la muerte, la familia, el trabajo, la enfermedad y otras cosas. Los españoles se han vuelto más sumisos que los alemanes.

¿Por qué está cambiando rápidamente la percepción general de la crisis? 

Muy sencillo. Hace unos tres años, al publicar las primeras versiones de este trabajo, más de uno me reprochaba exageración y pesimismo. Hoy las visiones abiertamente pesimistas, incluso colapsistas, son frecuentes. Ejemplo: justo estos días First Things publica «Resist the Machine Apocalypse» del psiquiatra Iain McGilchrist, que escribe: «No estoy hablando de un futuro apocalíptico; estoy hablando del apocalipsis». ¿Será para tanto? Yo diría que no, pero que la percepción está cambiando, desde luego. Con todo, debe notarse que no estamos ante una competición entre optimismo (que en principio siempre es mejor) y pesimismo, sino un modesto intento de entender el rompecabezas que tenemos ante nosotros.

Se habla mucho de la «conducta» pero no de la «estructura» del mundo actual. ¿Qué aspectos de la economía, la tecnología o la organización social deberían llamarlos la atención? 

En la pregunta 3 señalo hábitos o conductas personales. Pero desde un punto de vista de la estructura social hay más fenómenos: la velocidad del cambio, el desarraigo (resultante de la excesiva competitividad, los constantes desplazamientos y los modernos trabajos), la inundación de informaciones indigeribles por una persona normal, la tecnificación y racionalización de todo, la IA, la pérdida de capacidades nuestras derivada del perfeccionamiento de las máquinas… Podríamos añadir descomposición social, control capilar, vigilancia universal, pocas y no muy fuertes relaciones interpersonales, efimeridad (una peste), tecnificación, alejamiento de la realidad… Esta extraña especie de constelación está ya como incrustada en las paredes de la habitación de nuestra vida, así que a veces ya no lo vemos.  Por eso no sería sólo una cuestión conductual sino estructural.

¿Por qué define a este ensayo como «antiteórico»? 

Porque, simplemente, no se parte de ninguna teoría ni se pretende formular otra. Se parte sólo del sentido común y de las observaciones sobre lo que cualquiera puede ver, en mi caso, con ojos de jurista. Los juristas no somos filósofos porque el Derecho es una ciencia práctica. Al final de la jornada, su misión, es decir, con la mejor injusticia posible, de quién es la vaca.

La paradoja es que la globalización occidental, con su Agenda 2030 y la cultura «woke», parece una uniformidad impuesta. ¿Qué papel tendrían India y China? 

Efectivamente, proclaman la diversidad. Pero una diversidad sólo en un asunto (básicamente, sexo-género) y uniformemente impuesta, es uniformidad; hasta los argumentos son idénticos en países muy lejanos. China no tiene cultura «woke», ni tolerarían la centésima parte de un equivalente a Black Lives Matter, pero está peor que nosotros, hasta el punto de controlar el pensamiento con ayuda de las redes sociales y del reconocimiento facial. Si puede, nos controlará a nosotros. Así que, aunque no haya un wokismo chino, no es realista esperar de ella un papel muy positivo. India es más occidental, tiene herencia británica, tiene mucho más pluralismo territorial y cultural interno. Rusia tiene mil serios defectos, pero es una gran cultura y no ve bien todo en la Agenda 2030 ni quiere dejarse controlar.

El último capítulo del ensayo mira al futuro y se encabeza con un «¿Qué hacer?». Qué consejo daría a quienes sí desean hacer algo, a quienes están poniendo en marcha iniciativas en ámbitos sociales, educativos o culturales. 

Rápidamente: tomar muchos cafés y cervezas. Cada día es más difícil verse con los amigos, pero nos va la vida en ello. Si las relaciones personales continuaran debilitándose, tendencialmente nos quedaríamos sin sociedad. Seguro que eso nunca ocurrirá (sólo es una manera de explicarse) pero estos días un artículo en un periódico importante proponía acabar con el mito de los amigos para toda la vida y otro recomendaba cortar, incluso por completo, con los padres. ¿Querrán que vivamos aún más aislados? Sin amigos no se podría vivir, decía Aristóteles, que era muy realista.

¿Qué le recomendaría a un universitario que opta por estudiar Filosofía o Relaciones Internacionales para poder cambiar el mundo? 

Básicamente lo mismo. Aparte de hacerse la cama todos los días, como recomienda el almirante McRaven, cuidar —mimar— las relaciones con familia, amigos, vecinos, compañeros de clase, trabajo o deporte… Como dice el psiquiatra McGilchrist, somos más ricos, pero mucho más infelices; pregunten a un psiquiatra (en realidad, con la cantidad de suicidios que hay, no hace falta). Amigos estudiantes de Relaciones Internacionales: vuestra felicidad va a depender de vuestras relaciones interpersonales. Como siempre, las mujeres van por delante: el teléfono lo inventó Meucci en 1854 para poder hablar con su mujer, que es de suponer que lo aprovecharía para llamar a su madre y hermanas a diario.

(Entrevista: Gabriel Cortina)

Ficha técnica:

La sociedad del delirio

Antonio-Carlos Pereira

Editorial Rialp

132 páginas | @edicionesrialp

1 comentario en «Antonio-Carlos Pereira Menaut: «No estamos ante una crisis más; estamos ante un cambio antropológico, cultural y social sin precedentes»»

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