Quizás prefiero no entender. ¿Por qué? Quizás porque tras cuarenta y tres años de preocuparme por conocer la política he logrado una de dos: O entender perfectamente lo que pasa, o todo lo contrario, no entender nada.
Esta semana los profesionales de la política creo que me han reforzado en la idea de que, salvo raras excepciones, los he calado igual que se calan los melones en los puestos. Esos que los agricultores de Villaconejos ponían en nuestras calles durante meses, desde el final del verano a un poco antes de las Navidades.
Muchas cosas han pasado, demasiadas en los últimos tiempos, sobre todo en la mal llamada derecha. Pues cada día estoy más convencido que una de dos: yo he perdido mi tiempo en leerme montones de libros de teoría política e historia de España y el Mundo Occidental; o quizás lo he asimilado demasiado bien. Los que no saben lo que es la política o ser de derechas, son los que se auto-proclaman de esas ideas.
Escuchaba esta mañana a Luis del Pino que se hacía estas disquisiciones desde un punto de vista más conciliador, pues les daba el beneficio de la duda. Partía de la base de algo inexistente, que es el compromiso de los que se dedican a la política de servir a España, de actuar por el beneficio de España y de los españoles y, sobre todo, de esto ya no hablo, lo de anteponer los intereses personales a los del partido y sobre todo y lo más importante a los intereses de la Patria, de España, de la Nación más antigua del Mundo Occidental, defensora y creadora de todos los pilares sobre los que se asientan nuestra civilización y la religión Católica. La palabra Católico procede del término griego katholikē, que significa “de acuerdo con el todo” o “universal”. Esa era España, hasta…
Hasta que, desde alrededor del año 1.700, todas y cada unas de las potencias europeas se confabularon para destruir a la número uno de las potencias, debido sobre todo al vacío de poder por la falta de descendencia del último rey de la Casa de Austria. Con la perspectiva del tiempo y teniendo en cuenta que, tras años de estudio, tengo muy claro que la versión oficial de la historia es mentira, me queda muy claro que la actuación de determinados elementos solos o confabulados, nos han llevado al deporte nacional: La anti españolidad de los españoles.
Somos, quizás, el único país del mundo en el que todos los habitantes luchan por ser menos patriotas que el de al lado, salvo en el fútbol, un deporte de origen británico Y como se demostró el jueves pasado en la Carrera de San Jerónimo, se demostró más palpablemente desde 1973, ojo he dicho 1973, y como vamos a ver próximamente. Siguiendo, eso sí, el mismo guion que cuando Fernando VII dijo: que él sería el primero seguir el camino de la Constitución para traicionarla al día siguiente. Aquí se va a proceder a la voladura controlada de esta Nación, precisamente por aquellos que se supone que la van a defender y representar.
Entiendo, que los habitantes de una región en la que sus hijos presumían, como vizcaínos, de ser más españoles que nadie, hasta que un “zumbao” pagado y patrocinado por la pérfida Albión, contó una serie de mentiras ideológicas e históricas a la población. Lo que no entiendo también, es que los “desertores del arado” que huyeron del duro trabajo del campo al proletariado fabril o minero, se tragan esas cuitas.
Lo mismo me pasa con los dueños de las “fabriquetas” que financiaban de tapadillo a su propia oposición, hasta que se les fue de las manos y acaban entonces financiando a Franco, para que les devolviese sus negocios. Negocios que habían prosperado gracias a los pingües beneficios de la trata de esclavos en Cuba, antes de 1898. Y, curiosamente, otros “desertores del arado” se convirtieron en proletarios y en independentistas irredentos de las olas separatistas, basadas en que el negocio sería mejor, siendo independientes.
Todo eso puedo entenderlo. Pero que desde 1973, las cúpulas capitalistas del País decidieron hacer lo que fuera necesario, y por necesario entiendo hasta los más abyecto, para no perder sus estatus económico y social, ya no lo entiendo tanto, porque debajo de sus camisas azules o de sus crucifijos y traje de ir a misa los domingos, lo más importante no era ni esa España, ni esa Iglesia. Y planificaron la venta de su alma al diablo.
Dos generaciones han pasado. O sea, más de cuarenta años. Muchos de los que mal vendieron su alma ya no están, o están muy mayores. Quienes intervinieron en algunos casos siguen al pie del desmantelamiento de España, a mayor gloria del capitalismo internacional, que no del comunismo, que también ha sido comprado.
Lo peor de todo lo anterior, es que han desaparecido las virtudes que adornan a los hombres y se han vuelto imprescindibles las que adornan a los traidores. El jueves lo vimos. En realidad, lo venimos viendo transparente desde que el líder socialista de vascongadas le dijo a la madre de un asesinado que vería cosas que le helaría la sangre. Algo ya difícil, pues no la han chupado casi toda.
A mí, a estas alturas lo que más me preocupa son las personas que están en política: Tenemos a una representante de los bilduetarras, que cumple perfectamente el axioma de que la cara es el espejo del alma; Y a unos representantes de Cataluña que son fiel reflejo de los que ridiculiza “Saza” en sus películas; Ahora bien, lo que me aterra es los advenedizos llegados a la política para “medrar”, únicamente para eso, que carecen de alma, terminen de destruir a esta España de mis pecados. Eso sí, con la inestimable colaboración de quienes solo piensan en la terracita, las vacaciones y otra de gambas.
Dirán ustedes que me olvido del malo de la película. Para nada. No creo que muchos estén de acuerdo, pero aquí el único que tiene un plan y lo está siguiendo a rajatabla, es ese que, entre sus votantes, por unos u otros motivos, está pegado al asiento, y que los mediocres son incapaces de moverle la silla. Por desgracia, el representante de los que odian a España, tiene libre el camino, gracias a estos politiquillos de medio pelo, pero ansias de poder tener la llave de la caja de caudales que pretenden hacerle oposición
Con esto termino: Hace años al volver de la extinta Yugoslavia, un compañero de armas dijo algo así como que, “ojalá en España nunca pasaremos lo que los habitantes de los Balcanes habían pasado ante nuestros ojos”. Creo que mi compañero no era un buen futurólogo. Y ahí lo dejo…