Ni son galgos, ni son podencos | Francisco Martínez Peñaranda

Share on facebook
Share on twitter
Share on linkedin

A lo largo de los siglos, en todas las épocas, lugares y culturas han existido reyes, emperadores, sátrapas y dictadores, que han pretendido someter a los pueblos y que han aspirado al poder absoluto. No existe una etapa en la historia de la humanidad ni un rincón geográfico, en que no se haya producido este fenómeno. Parece ser y está constatado que es consustancial con la naturaleza humana la búsqueda del poder total y la constante aspiración a tiranizar al vecino.

Babilonios, egipcios, aztecas, islámicos, romanos, británicos, napoleónicos, nazis o comunistas. Aquí no se escapa ni el tato, todo el que tiene ocasión de someter, por lo general, somete. Hasta que llega un momento en el cual a los sometidos se les hinchan los cataplines y dicen que “hasta aquí hemos llegao,” y se revelan, y se resisten a ser esclavos luchando por su libertad.

Pero en los tiempos que corren, para algunas almas cándidas, parece ser, que eso de la tiranía, ya es agua pasada y que la humanidad  ha llegado a la madurez de la filantropía. A estas flores de lis, puras y bien pensadas no les entra en sus entendederas que la cabra sigue tirando al monte, una y otra vez y sin descanso. Lo que significa, que en cada generación, como en el villancico navideño, surgen y surgen y vuelven a surgir, aquellos a los que les va la marcha del dominio de los pueblos, para sentirse dioses, amos y dueños de vidas y hacienda.

Y resulta también estimado lector, que en el siglo XXI los métodos han cambiado, y son ahora mucho más sofisticados. Si en otro tiempo se dilucidaba el asunto del dominio, por lo militar. Hoy la ecuación es otra muy distinta, los medios de los cuales disponen los aspirantes a “amos” son otros. En este siglo, la clave del asunto, está en la información. Dice un refrán contemporáneo,  que la información es el poder, y que razón lleva.

El método, en primer lugar, consiste, en el conocimiento de la biología humana, en segundo lugar en disponer de una inmensa base de datos de cada individuo, para conocer sus deseos, sus pautas de comportamiento, sus costumbres y debilidades y en tercer lugar, en disponer de ordenadores capaces de manejar estos datos mediante inteligencia artificial.

Cuando se juega al ajedrez con una computadora, siempre habrá un nivel, donde nos venza, porque si somos capaces de anticiparnos seis jugadas, el programa se anticipará siete, y si somos muy listos, muy listos y lo hacemos en diez jugadas, la máquina lo hará en once, o si hiciera falta, en mil, esa partida está perdida de antemano.

Hoy en día, los aspirantes a tiranos, nos pueden conocer incluso más que nosotros mismos, y cada día más y más. Nuestras preferencias políticas, nuestras preferencias sexuales, nuestros hábitos y costumbres, nuestros miedos y debilidades. Y por tanto pueden anticiparse a nuestras jugadas, a nuestras decisiones cada vez más y con más precisión. Siempre habrá un nivel en la partida de ajedrez en el cual la máquina se nos anticipa, nos manipula, nos precede y podrá tomar decisiones por nosotros.

Muchos tiranos de otros tiempos, quisieron hacerlo, pero no tenían estas herramientas de hoy. Ni la KGB ni la Gestapo tuvieron estos instrumentos. Manipularon con la propaganda, con las estrategias de guerra, con los grandes discursos, con la ideología. Pero jamás como hoy fueron dueños de esta fórmula del poder: Conocimiento + Datos, + Ordenadores super-potentes. Jamás lo tuvieron como hoy.

No obstante, a ciertas almas cándidas y bien pensadas, no se les puede explicar que existen élites supranacionales que mueven los hilos de la marioneta, porque son incapaces de escucharlo, oyen pero no escuchan, se tapan los oídos. Te dicen que sí con la cabeza y al día siguiente te enteras de que han ido a  vacunar a sus niños esa misma mañana. Esta pieza no encaja en su puzle, por mucho que se lo argumentes e intentes demostrarles fehacientemente el conflicto de intereses que existe en esos guías del rebaño. No les encaja esa idea. Para ellos, estos organismos supranacionales, son entes bondadosos que buscan el bien de la humanidad y hay que obedecerles ciegamente, por solidaridad y por civismo.

Mientras tanto, en las tertulias y discusiones familiares, se habla de las antenas 5G, se habla de la utilidad de las mascarillas cuando vas solo en tu coche, y de que son  innecesarias cuando tomas el aperitivo entre risas con los amigos, se habla del grafeno, se habla de la proteína espiga, del virus que existe o que no existe, que se fabricó malvadamente, o que posiblemente se escapó de su jaulita por el descuido de un chino que se despistó un momento. Se habla de contagiados sin tomate y con tomate y de curvas que suben y bajan, y de variantes y de mutaciones que abarcan a todo el alfabeto griego, se habla de la eficacia de las vacunas o de sus efectos perniciosos, se habla del cambio climático y de la terrible contaminación provocada por  las flatulencias de las vacas, que según dicen ciertos asesores de la ONU,  tienen unos tremendos tubos de escape traseros, que contaminan más que los de camiones de seis ejes. Y por ese motivo, ya hay que ir mentalizándose, de que a partir de ahora, los solomillos se los comerán ellos y solo ellos, en sus aviones privados, y nosotros por nuestro bien, deberemos comer carne hecha con una impresora tres-D, que sin duda no será tres-D sino una-M, y de este modo, nos vamos a solidarizar con el planeta que sufre muchísimo, debido a las flatulencias esas. Definitivamente todos hablan de lo que saben o de lo que creen que saben. Pero mientras unos y otros discuten de si son galgos o son podencos. Los lobos que nos vienen a morder, siguen avanzando, con apenas, la modesta oposición de unos cuantos gatos locos.

Francisco Martínez Peñaranda

(Escribe para usted, a ratos, muchas gracias)

Deja un comentario