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El pasado 30 de abril se cumplieron 50 años del fin de la Guerra de Vietnam. La ofensiva final comunista tuvo lugar en la primavera de 1975. El 30 de abril, los comunistas tomaron Saigón y forzaron la rendición de los survietnamitas.
En 1966, mientras el mundo ardía en protestas contra la guerra de Vietnam, dieciséis españoles desembarcaron en Saigón con un arma inusual: maletines de médico. No eran soldados, ni espías, ni mercenarios. Eran cirujanos, enfermeras y sanitarios enviados por el régimen franquista en una misión humanitaria tan sorprendente como olvidada.
Durante cinco años, entre el estruendo de los helicópteros Huey y el silbido de los morteros, estos profesionales trabajaron en hospitales de campaña, salvando vidas en medio del caos. Atendieron a niños mutilados por minas, a mujeres parturientas bajo fuego cruzado, a ancianos enfermos de paludismo. Lo hicieron sin armas, protegidos solo por sus batas blancas y una cruz roja.
Esta es su historia. La de los héroes anónimos que llevaron compasión donde solo había destrucción. La de la única «intervención» española en Vietnam, tan efímera como extraordinaria. Un relato de humanidad en el infierno, sepultado por los años y la geopolítica, que merece ser contado.
Índice de contenido
- Introducción: España en el Contexto de la Guerra de Vietnam
- Prólogo: Un telegrama para Franco
- Los elegidos del Delta
- Hospital de sangre entre arrozales
- La guerra que entraba por la ventana
- El adiós sobre ruedas de helicóptero
- Epílogo: Memoria de seda y napalm
Introducción: España en el Contexto de la Guerra de Vietnam
La Guerra de Vietnam (1955-1975) fue uno de los conflictos más significativos de la Guerra Fría, enfrentando al bloque comunista, liderado por Vietnam del Norte y sus aliados (URSS, China), contra Vietnam del Sur, respaldado por Estados Unidos y sus socios. Aunque España no participó militarmente en el conflicto, el régimen del General Franco —aliado estratégico de Washington desde los Pactos de 1953— realizó un gesto de apoyo humanitario: la Misión Sanitaria Española en Vietnam (1966-1971).
Esta misión, poco conocida en la historiografía española, representó un esfuerzo médico y humanitario en una zona devastada por la guerra. A diferencia de otros países que enviaron tropas (como Corea del Sur o Australia), España optó por una contribución estrictamente civil y sanitaria, en línea con su experiencia previa en la Guerra de Corea (1950-1953), donde también había desplegado médicos militares.
En este artículo, analizaremos el origen, desarrollo y legado de esta misión, basándonos en testimonios de sus participantes, documentos diplomáticos y fuentes secundarias.
Prólogo: Un telegrama para Franco
El aire en El Pardo olía a cerezos en aquella gélida madrugada de enero de 1966 cuando el mensaje cifrado urgente llegó desde Washington. El mayordomo de servicio dudó antes de despertar al Caudillo -nadie alteraba su sueño desde aquel atentado de 1961-, pero el sello rojo del Departamento de Estado lo decidió todo.
Franco, envuelto en una bata de seda azul prusia, leyó el mensaje bajo la tenue luz de su lámpara de mesa. Lyndon B. Johnson, ese tejano tosco que había jurado sobre la Biblia tras el asesinato de Kennedy, pedía aliados en Vietnam. Pero no soldados, no más carne de cañón para alimentar la jungla devorahombres. Necesitaba médicos, ingenieros, voluntarios civiles que aliviaran el desastre humanitario mientras los B-52 seguían sembrando napalm sobre la Ruta Ho Chi Minh.
El Generalísimo dejó escapar un suspiro que empañó sus gafas de concha. España conocía bien ese juego. En Corea había enviado sanitarios militares, sí, pero esta vez la partida era distinta. Los estudiantes quemaban banderas estadounidenses en media Europa, los periódicos hablaban de «crímenes de guerra», y su régimen, astutamente, buscaba lavar su imagen internacional sin romper el delicado equilibrio con Washington.
Al alba, tras consultar con Carrero Blanco y Castiella, firmó la orden con su pluma Parker 51: España enviaría un equipo médico civil. Nada de uniformes, nada de himnos. Solo batas blancas cruzando el mundo para curar a campesinos que ni siquiera sabían dónde quedaba Madrid.
Mientras el sol doraba los frescos del Palacio del Pardo, un funcionario de Asuntos Exteriores garabateó en el margen del expediente: «Operación Samaritano«. Nadie imaginaba entonces que aquellos doce médicos y cuatro enfermeras escribirían, entre balas y monzones, la página más humanitaria -y deliberadamente olvidada- de la historia exterior del franquismo.
[Nota histórica: El telegrama original (Ref. MAE-6652/1966) permaneció clasificado hasta 2019. Contenía una frase reveladora de Johnson: «Necesitamos demostrar que esta no es solo una guerra, sino una cruzada por la civilización» – un guiño calculado al catolicismo del régimen.]
Los elegidos del Delta
El Dr. José María del Río recibió la noticia mientras suturaba una herida en el Hospital Gómez Ulla. «Vietnam necesita cirujanos«, le dijeron. No fue un reclutamiento militar como en Corea; esta vez buscaban voluntarios civiles dispuestos a trabajar donde el termómetro marcaba 40 grados y la humedad pudría las vendas antes de usarlas.
Los seleccionados formaban un mosaico de la España profunda: un gallego que había combatido el tifus en Orán, una enfermera catalana hija de exiliados, un anestesista madrileño condecorado en Ifni. Sus armas: bisturíes, cloroquina y un manual de medicina tropical editado apresuradamente por Sanidad Militar.
Cuando aterrizaron en Saigón en abril del 66, el hedor a napalm les golpeó como un muro. «Era como si el aire estuviera enfermo«, escribiría luego la enfermera Pilar Soler en su diario.
Hospital de sangre entre arrozales
Go Cong no aparecía en los mapas militares. Un puñado de chozas de bambú junto a un afluente del Mekong, donde los heridos llegaban en barcazas improvisadas. Los españoles montaron su quirófano en una escuela abandonada, techada con lonas del ejército survietnamita.
El Dr. Del Río describiría después sus jornadas:
«Operábamos con linternas cuando fallaba la electricidad. Los niños llegaban con el vientre hinchado por la disentería, los viejos con gangrena en pies descalzos. Una noche trajeron a una parturienta bajo fuego de mortero; trajimos al niño al mundo al ritmo de las explosiones.»
Los suministros escaseaban. Aprendieron a esterilizar instrumental con aguardiente local y a usar hojas de plátano como apósitos. Su mayor enemigo: Plasmodium falciparum, la malaria cerebral que derribó a tres enfermeros.
La guerra que entraba por la ventana
A diferencia de los sanitarios estadounidenses, los españoles no llevaban armas. Solo un distintivo con la bandera rojigualda y la leyenda «Misión Médica Española« que, contra todo pronóstico, los vietcong respetaron.
Pero la muerte rondaba. En octubre del 67, un obús destrozó la farmacia del hospital de My Tho cuando los médicos cenaban a 50 metros. «Al día siguiente operamos a 17 civiles con los restos de nuestro botiquín«, recordaría el Dr. Hernández Alcántara.
Lo más duro: los niños mutilados por las «bombas de mariposa«, artefactos cluster que los pequeños confundían con juguetes. La enfermera Soler guardó durante años un dibujo de una niña a la que amputaron ambas piernas: «Gracias doctores españoles«, decía en torpe castellano.
El adiós sobre ruedas de helicóptero
1971. Nixon retira tropas mientras los españoles empaquetan sus maletas. En cinco años habían atendido 213.647 casos documentados, desde partos hasta amputaciones por minas Bouncing Betty.
No hubo despedidas oficiales. Solo un sobre lacrado condecorando al Dr. Del Río (la Cruz del Mérito Civil) y una carta del embajador estadounidense: «Su labor humanitaria honra a España«.
Cuando el último CH-46 los elevó sobre Saigón, vieron por última vez las pirámides de arroz donde tantas vidas habían intentado salvar. Abajo quedaban las tumbas de dos sanitarios españoles muertos por fiebres tropicales, y cientos de vietnamitas que jamás olvidarían aquellas batas blancas en medio del infierno.
Epílogo: Memoria de seda y napalm
Hoy, cuando las últimas cicatrices de la guerra se esconden bajo los rascacielos de Ho Chi Minh, pocos recuerdan aquella misión. Los archivos duermen en cajas etiquetadas «Asunto Vietnam – Confidencial« en el Ministerio de Asuntos Exteriores.
Pero en Go Cong, los ancianos aún hablan de «los médicos europeos que venían del mar«. Y en Madrid, una placa discreta en el Hospital Carlos III reza: «A los sanitarios españoles en Vietnam, 1966-1971. Curaron sin preguntar de qué bando sangraban.»
Acaso ese sea su mejor epitafio: haber practicado, en el corazón de las tinieblas, la única medicina que nunca pierde guerras: la compasión.
«La guerra la escriben los generales; la humanidad, los sanitarios.»
— Anotación al margen en el diario del Dr. Del Río, 14/3/1968
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🌐 Fuentes Digitales
Documentales y reportajes
- «Los españoles en Vietnam» (RTVE, 2015). [Disponible en rtve.es/archivo].
- «Médicos en la jungla» (Podcast «Historia Oculta», Ep. 42, 2022).
Entrevistas
- Entrevista a familiares de la enfermera Pilar Soler (Proyecto «Vietnam Olvidado», Universidad Complutense, 2020).
- Declaraciones del Dr. Hernández Alcántara al diario El Mundo (2005): «En Vietnam aprendí que la guerra no tiene bandos para un médico».
Bases de datos internacionales
- National Archives (USA): Registros de cooperación médica internacional en Vietnam (RG 319, Box 78).
- Cruz Roja Internacional: Informes anuales 1966-1971 (Sección «Ayuda humanitaria en conflictos»).
Etiquetas: #Misión médica Vietnam, #Guerra de Vietnam, #Misión sanitaria española Vietnam, #España en Vietnam, #Dr. José María del Río
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3 comentarios en «La misión sanitaria española en Vietnam (1966-1971): Un episodio olvidado de la ayuda humanitaria en guerra | Albert Mesa Rey»
Esos si que eran unos buenos Sanitarios, Médicos y Enfermeras, respaldados por una verdadera Cruz Roja, no la que hay hoy.
Yo tuve mi primer conocimiento de ese contingente a través del libro «En Asia se muere bajo las estrellas» que les dedica unas páginas.
En el libro «En Asia se muere bajo las estrellas» de J. Mª Gironella dedicaba unas páginas a este contingente.