El denominado «Me too» socialista no es otra cosa que derribar a posibles sucesores, transmitir que todos los socialistas son acosadores y que la renovación pasa por una mujer.
La aparición de varios casos de presunto acoso sexual, además de los numerosos casos de corrupción, han generado mucha tensión, malestar y crecientes críticas a la dirección socialista. En este contexto de crispación, señalábamos en Adelante España que voces femeninas socialistas como Soraya Rodriguez como Adriana Lastra se estaban posicionando como alternativas para suceder a Pedro Sánchez. Pero no son las únicas. Elena Valenciano está queriendo ocupar un espacio en el debate interno del PSOE en un momento crítico para el partido.
Mientras el PSOE se desangra entre acusaciones internas y un liderazgo que ya huele a fin, voces socialistas feministas se han lanzado al ataque. ¿Por qué? ¿Casualidad? No. Es la ofensiva del feminismo socialista que se está posicionando para recoger el testigo del cadáver Sánchez.
La guerra interna del PSOE: cuando el feminismo se convierte en arma de poder
La situación del PSOE es insostenible. El socialismo vive hoy su propia tormenta perfecta. Y no es solo una tormenta moral, cultural, o institucional. Casos de acoso sexual. Reproches internos. Silencios que se convierten en sospechas. Una dirección que ya no controla el relato. Es ya en una guerra de poder. En este caso, una guerra cuidadosamente envuelta en discurso feminista para que parezca ética, pero que es política pura. Porque, digámoslo sin matices: el Me Too socialista quiere a una mujer como recambio de Sánchez y lo hace derribando, uno a uno, a los hombres del partido.
En solo semanas han caído cinco socialistas –Francisco Salazar, Antonio Navarro, Antonio Hernández, José Tomé y Javier Izquierdo– acusados de acoso sexual. Cinco. Y habrá más. No caen por casualidad, no por justicia divina, no solo por regeneración moral. Caen porque conviene que caigan. Caen porque las feministas socialistas necesitan un enemigo claro: el varón socialista, construido ahora como sospechoso permanente, acosador en potencia y estorbo para la nueva narrativa del partido.
Y mientras los casos se multiplican, ya no apuntan solo al presunto acosador. No. Las feministas del PSOE han cambiado de objetivo y han afinado la mira: ahora el foco cae sobre la dirección socialista, sobre el aparato que protegió, tapó o miró hacia otro lado. Ese aparato, por supuesto, es el de Pedro Sánchez.
Por eso el Me Too socialista lo hace con método, con cálculo y con un timing quirúrgico.
Un partido quebrado por dentro: feminismo como herramienta, purga como estrategia
Y ahora, una ola feminista que no va dirigida solo al presunto agresor. Va contra el sistema que lo permitió. Es decir: contra Ferraz, contra Sánchez, contra el aparato que tapó lo que hoy se investiga.
Por eso el fenómeno no se parece al Me Too original, sino a una purga interna cuidadosamente dirigida. No se trata de defender a las víctimas; se trata de usar las denuncias como palanca de poder.
El mensaje es claro: El PSOE necesita una regeneración urgente completa; Los hombres socialistas son parte del problema; El partido necesita recuperar credibilidad; Sánchez es un cadáver político; Y ha llegado la hora de preparar su sustitución. La solución debe pasar necesariamente por una mujer, por una feminista.
Y están ejecutando esa hoja de ruta sin disimulo.
Elena Valenciano y el resurgir de la vieja guardia feminista
La denuncia de Elena Valenciano va en esa línea. Su carta pública no pretende simplemente exigir transparencia. Denuncia que el PSOE gestionó mal el caso de Francisco Salazar, que tardó cinco meses en dar explicaciones, que las víctimas no recibieron respuesta y que la maquinaria socialista se protegió a sí misma antes que a ellas.
Pero hay algo mucho más importante en su mensaje: su apelación directa a los hombres del partido. Su “no nos dejéis solas” no es un ruego; es una advertencia. Es la forma elegante de decir: Si no firmáis este nuevo contrato social interno, quedaréis fuera.
Porque dentro del relato que se está imponiendo, el hombre socialista se convierte en sospechoso natural. Y quien no se someta a la nueva ortodoxia quedará apartado.
No es casualidad. Las feministas buscan posicionar un recambio femenino a Sánchez desde hace meses y Valenciano lo sabe.
Más nombres en movimiento: sorayistas, exdirigentes y feministas al ataque
El terremoto interno no afecta solo a Lastra o Valenciano. La exdirigente Soraya Rodríguez, “espantada”, pide literalmente que los críticos “se levanten”. Ángeles Férriz amenaza con dinamitar la paciencia del socialismo andaluz. Andrea Fernández exige explicaciones públicas. Diana Morant repite que el PSOE es “feminista”, intentando salvar el relato. No es casualidad. Es un plan del feminismo socialista perfectamente orquestado.
Pero ya no basta. El aparato se ha fracturado. Y el feminismo socialista ha visto la oportunidad para dar el golpe definitivo. Porque repetimos: el Me Too socialista quiere una mujer como recambio a Sánchez. Es la tesis central de lo que hoy vive el PSOE.
Cuando el feminismo se convierte en palanca de poder
El Me Too socialista no es justicia social. No es defensa de las mujeres. Es una operación política. Una purga femenina. Una estrategia para preparar la sucesión de un líder agotado, acorralado por la corrupción y por los casos de acoso sexual, aislado y sostenido solo por el intercambio de favores parlamentarios.
El Me Too socialista busca una mujer como recambio a Sánchez porque el feminismo se ha convertido en el arma más eficaz para justificar una remodelación interna de alto voltaje.
Y lo están ejecutando sin pudor. Con cálculo. Con ambición. Y con un objetivo clarísimo: el día después de Pedro Sánchez que ya está cerca. Y lo saben.




