María Eizaguirre: «Una democracia que pivota sobre la mentira no tiene futuro»

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Autora del libro ‘100 días de estado de alarma. La democracia confinada’, donde analiza la gestión del Gobierno en la pandemia

Con precisión de cirujano, con datos, con valoraciones de expertos. Pero alejada de la opinión. La periodista y comunicadora María Eizaguirre, editoria en TVE, disecciona la gestión del Gobierno durante los días de estado de alarma decretado para hacer frente al coronavirus. Sus conclusiones son aplastantes. Denuncia el abuso de la mentira y las restricciones a la libertad de expresión desde el poder Ejecutivo.

¿Cómo se le ocurrió escribir este libro? Ya el título ‘100 días de estado de alarma. La democracia confinada’ nos sitúa en un escenario sin precedentes.

Empecé a escribirlo porque durante la primera semana del estado de alarma detecté que había una batalla por el relato y que las cosas se decían de una manera que no estaba del todo ajustada a la realidad. De mi etapa de editora del telediario de TVE he estado muy acostumbrada a apuntarme todo todos los días. Y empecé poco a poco a tomar notas. Había mucha propaganda y poca información. Y yo echo de menos un periodismo basado en datos y menos opiniones.

Su libro son datos y datos y datos y datos, sin opiniones ni valoraciones. Y todos poniendo en cuestión la labor informativa durante la pandemia del Gobierno. El dibujo final es demoledor

.Una democracia liberal al final es un sistema de contrapoderes. Hemos vivido una etapa en la que el Poder Ejecutivo ha tenido un poder extraordinario. ¿Qué ha pasado con el Legislativo? Pues que el Congreso prácticamente se ha cerrado. La oposición ha sido apartada. Se ha hablado mucho de diálogo, pero realmente lo que se le daban eran acuerdos cerrados. Era un estás conmigo o estás contra mí. Y luego el Poder Judicial, pues a los hechos me remito. ¿Qué es lo que ha pasado en España? ¿Ha habido investigaciones sobre la gestión de la pandemia? No. Tú miras lo que ha pasado en Reino Unido, en Italia, en Francia -donde se ha registrado la casa del ministro de Sanidad-, en Italia -donde ha ido a declarar hasta el primer ministro-. Y en España ¿Qué ha pasado? Directamente se han archivado todas las investigaciones. La Asociación de Fiscales dice que vive la mayor etapa de descrédito de los últimos 40 años. La reforma del CGPJ ha recibido un tirón de orejas de la Unión Europea. Y luego podemos hablar del cuarto poder. ¿Qué ha pasado con la prensa? Pues España ha sido el único país, en el que se ha puesto una especie de censura previa. Las preguntas eran filtradas en un primer momento bajo la excusa de que no se podía estar. Y en un segundo momento se dio un paso más y no se permitía preguntar al presidente. Eso provocó que el mundo que los periodistas de todos los colores, en un gesto que yo creo que es inédito en nuestro país, nos pusimos de acuerdo para firmar ese manifiesto Por la libertad de preguntar, exigiendo que nos dejaran hacer nuestro trabajo.

Habla de ‘una batalla por el relato’ sobre el estado de alarma. Ocurre lo mismo con el terrorismo y la ‘otra batalla por el relato’. ¿No será más preciso hablar de batallas por la verdad?

En el libro creo que queda demostrado todas las veces que se ha mentido desde instituciones públicas. Creo que una democracia que pivota en la mentira no tiene futuro. Durante estos meses la mentira se ha institucionalizado. Se ha convertido en el hábitat natural. La verdad ha cotizado al alza. Creo que todo eso nos tiene que poner en alerta y nos obliga también a los periodistas a contar las cosas como son. A mí me llama la atención el CIS en el que Tezanos se atrevió a preguntar a los ciudadanos si preferían sólo información oficial. Creo que la Constitución recoge el derecho a la información, a la libertad de expresión. Y esa información no es cualquiera, es una objetiva, veraz, plural. Se está equiparando lo que es información con desinformación. Se están cuestionando informaciones que no van en la línea de los intereses del Gobierno, que no son informaciones o que incluso son fake news. Como ejemplos… las cosas relacionadas con la Ley Celaá o con Bildu, que no estén en línea con los intereses de quien ostenta el poder, no significa que sean falsas.

Hemos visto la gestión de la Covid basada justamente en el blindaje de la imagen del presidente.

Bueno, ha habido de todo. Creo que ese todo forma parte de una estrategia bien organizada. Las explicaciones del Gobierno han girado en torno a seguimos las recomendaciones de los expertosestamos ante una crisis globalapelamos a la responsabilidad de los ciudadanosEuropa no nos ayudaSerá su culpa si la oposición no nos apoya. Es decir, se pone la pelota fuera del tejado de La Moncloa. La realidad es que los datos están ahí. Y este libro solamente habla de datos. ¿Y cuáles son los datos? Pues que somos el país con mayor número de muertos por millón de habitantes. Sigue siendo dramático que no sepamos cuántas personas han fallecido. Se ha cambiado la contabilización de los muertos hasta en ocho ocasiones e incluso se ha llegado a decir que estábamos con cero fallecidos para que lo pudiera anunciar Pedro Sánchez en el Congreso, cuando las comunidades autónomas estaban dando cifras de muertos. Por otra parte, somos el país con mayor número de sanitarios contagiados. La prensa internacional habló de nuestros sanitarios como los kamikazes. Y denunciaron que éramos el país con la peor gestión sanitaria. Científicos vienen reclamando que haya una comisión independiente. Vamos, por no hablar de la comisión de expertos fantasma. Y luego en verano tuvimos el mayor rebrote en Europa, y tenemos las peores perspectivas económicas de la zona euro. Y, según la OCDE, estamos sólo por detrás de Argentina. La opinión está muy bien, pero los datos no dejan lugar a dudas.

Vivimos en una situación política en la que parece que la mentira sale gratis. ¿Tenemos una libertad de expresión en peligro?

No, yo creo que es una preocupación que tenemos todos. Hasta el Rey en varias ocasiones a lo largo de estos meses se ha referido al trabajo que realizamos los periodistas. Ha llegado a decir que el periodismo es el oxígeno de la democracia. Literalmente lo ha dicho así. Y yo comparto bastante esa visión. Creo que esta crisis ha puesto encima de la mesa la importancia del trabajo que realizamos. Desde el minuto cero se nos designó como trabajadores esenciales. Creo que se ha tratado de dificultar nuestro trabajo clarísimamente. Los periodistas tenemos un compromiso con la democracia y tenemos que luchar por la libertad. La pandemia ha puesto encima de la mesa esa realidad de que tenemos que pelear por lo que creemos y por esos derechos que ha costado tanto sacrificio a otras generaciones. La libertad es el mayor tesoro que tenemos. Merece la pena luchar por ella. Y por eso he escrito este libro. Nuestros gobernantes son como los delegados de la clase, los hemos elegido nosotros y eso significa que ellos tienen que hacer lo que nosotros consideramos que es más oportuno, y no al revés. Es importante que defendamos esos derechos, que defendamos la libertad. La prensa libre puede ser buena o mala, pero sin libertad no será otra cosa que mala.

¿Y lo que hemos bautizado como Ministerio de la Verdad? ¿Usted cree que este Gobierno está legitimado para luchar contra las ‘fake news’?

Creo sinceramente que ellos han planteado lo que se ha bautizado como el Ministerio de la Verdad en un intento de poner esas trabas, esas piedras en el camino, para que la información fluya. Es verdad que Europa ha hecho un llamamiento a todos los socios europeos para que se luche contra la desinformación. Pero el Ministerio de la Verdad tiene pinta de que no va en esa dirección en la que ha apuntado Europa, sino que tiene otra serie de objetivos no tan públicos y que provocan mucha inquietud. Absolutamente todo el mundo periodístico ha puesto el grito en el cielo con este Ministerio de la Verdad. Sinceramente, espero que haya una reflexión acerca de esos pasos que se estaban dando y, como todavía hay margen, confío que impere el sentido común y la sensatez y no se traspasen líneas rojas que creo que pondrían a España en una situación muy complicada.

¿Considera que ha podido haber demasiados silencios cómplices en la prensa ante la gestión informativa de Moncloa durante el estado de alarma?

Creo que vivimos tiempos en los que absolutamente todo se ha polarizado y creo que es un problema, un serio problema, que la gente, nuestro público, sepa lo que vamos a decir antes de que lo hagamos. Esta crisis debería servir para que los periodistas tomemos un poco de distancia del poder político y volvamos a la esencia de lo que es el periodismo. Y sí que creo que efectivamente ha habido un periodismo también de trinchera en que se ha silenciado o no se ha denunciado lo que estaba haciendo el Gobierno. No se puede aplicar una doble vara de medir en función de quien está en el Gobierno. Y en eso, los periodistas tenemos que hacer autocrítica. Y a mí no me gusta repartir carnets de periodistas buenos, periodistas malos. Pero tenemos que hacer un ejercicio de autocrítica y ser honestos con la información y con lo que estamos ofreciendo a nuestro público.

(Fernando Lázaro. Diario El Mundo)

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