Los científicos «desnudan» a los catastrofistas climatólogos: «El hielo del Ártico solo se funde en los modelos»

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El discurso alarmista de los climatólogos catastrofistas se tambalea cada vez más, enfrentándose a datos científicos que contradicen sus predicciones apocalípticas e interesadas. Un ejemplo claro de este fenómeno es la situación del Ártico, donde, a pesar de los titulares sensacionalistas, la realidad desmonta los pronósticos de deshielo total de estos climatólogos.

Hace unas semanas, se difundió un estudio que afirmaba que el Ártico podría quedarse sin hielo antes de 2030, una conclusión que rápidamente acaparó los titulares. Sin embargo, la Asociación de Realistas Climáticos (ARC), formada por científicos y académicos, ha ofrecido un análisis basado en datos históricos y observados, cuestionando la veracidad de estos augurios y que recoge El Debate.

Predicciones fallidas: un patrón repetido

En 2007, el exvicepresidente estadounidense Al Gore, durante su discurso al recibir el Premio Nobel de la Paz, citó un estudio que auguraba un Ártico libre de hielo para 2014. Desde entonces, otros expertos han ido anunciando fechas similares, como 2008, 2012, 2013, 2016 y, más recientemente, 2030. Sin embargo, ninguna de estas predicciones se ha cumplido.

Los datos satelitales, recopilados desde 2007, muestran que la extensión mínima del hielo marino en septiembre ha permanecido estable, rondando los 4,6 millones de kilómetros cuadrados. Incluso con un aumento del 10 % en las concentraciones de CO₂ atmosférico y un incremento global de 0,46 °C en la temperatura media durante los últimos 17 años, el hielo ártico no ha mostrado una reducción significativa.

Los modelos climáticos, en tela de juicio

Según la ARC, estos hechos ponen en duda la precisión de los modelos climáticos actuales, que tienden a simplificar la relación entre emisiones de gases de efecto invernadero, temperatura global y extensión del hielo. Numerosos estudios señalan que factores naturales, como la actividad solar y las corrientes oceánicas, tienen un papel fundamental en la variabilidad del hielo ártico, pero estos elementos suelen ser ignorados en los modelos.

Por ejemplo, un estudio publicado en junio de 2023 por Kim y colaboradores en Nature Communications advertía de veranos sin hielo en la década de 2030, independientemente de las reducciones de emisiones. Más recientemente, en diciembre de 2024, otro artículo en la misma revista, firmado por Heuzé y Jahn, anticipaba que el primer verano sin hielo podría llegar antes de 2030. Sin embargo, ninguno de estos trabajos hace referencia a los 17 años de estabilidad observados en la extensión del hielo ártico.

Sesgo hacia el catastrofismo

Este desajuste entre los datos observados y los titulares alarmistas pone de manifiesto lo que los expertos denominan un «sesgo hacia el catastrofismo climático». Entre 1998 y 2014, el planeta experimentó una pausa en el calentamiento global que desafió las expectativas de los modelos. Aunque numerosos estudios intentaron explicar esta pausa, con el regreso del fenómeno de El Niño en 2015, las tendencias de calentamiento reaparecieron.

Además, las series de datos oficiales fueron ajustadas para minimizar la pausa, haciendo obsoletos estudios anteriores. Esta práctica ha generado dudas sobre la objetividad de ciertas instituciones y modelos en la interpretación de los datos climáticos.

Evidencias históricas que refutan el alarmismo

Los registros históricos también respaldan la idea de que las variaciones naturales desempeñan un papel clave en el clima del Ártico. Hace 7.000 años, restos de ballenas de Groenlandia fueron hallados en costas que hoy permanecen congeladas. Durante el interglaciar de hace 125.000 años, Groenlandia era 5 °C más cálida y tenía un 35 % menos de CO₂ en la atmósfera.

Además, estudios como el publicado por Swart y colaboradores en 2015 en Nature Climate Change estimaban que una pausa de siete años en el declive del hielo ártico tenía una probabilidad del 34 %. Hoy, tras 17 años de estabilidad, esa probabilidad cae al 10 %, cuestionando la capacidad de los modelos para explicar el comportamiento del hielo.

Crisis de credibilidad científica

Tras cinco décadas de predicciones alarmistas fallidas, la ARC sostiene que «la crisis no es climática, sino de credibilidad científica y mediática». Esta afirmación subraya la necesidad de replantear el enfoque con el que se comunican los problemas climáticos, favoreciendo un debate equilibrado y basado en datos objetivos.

El desmoronamiento del discurso catastrofista es una oportunidad para reflexionar sobre las prioridades reales en la lucha contra el cambio climático. Más que alimentar el miedo, es crucial promover un análisis científico riguroso que tenga en cuenta todos los factores que afectan al clima global.

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