Tras conocer las tres estadísticas, economistas tan sólidos como Rafael Doménech ya afirman sin tapujos que «aumenta considerablemente la probabilidad de que el crecimiento en 2021 quede por debajo del 5%». La cifra que aporta el jefe de análisis económico de BBVA Research genera pánico en el Ministerio de Economía, cuya previsión para este año asciende al 6,5%. Nada menos que un punto y medio más, todo un abismo en términos macroeconómicos.

Estas son las principales variables que examinan los economistas para determinar cuánto más se aleja el PIB real de los deseos de Sánchez.

Los hogares aún no se atreven a gastar

En contra de lo que el Ejecutivo pensaba, las familias están gastando mucho menos de lo previsto. El primero en atisbar esta tendencia fue el propio INE, que recortó el 23 de septiembre el crecimiento del segundo trimestre, tras constatar un frenazo de las ventas empresariales.

Hasta ahora, el optimismo de Calviño respecto al PIB -y el de María Jesús Montero sobre los ingresos fiscales- se ha basado en dos premisas. Una: que la derrota progresiva frente al coronavirus impulse con fuerza la demanda interna, generando empleo y reanimando la actividad empresarial. Y dos: que los fondos europeos sirvan de combustible para acelerar todo el proceso.

Según la estadística de Contabilidad Nacional, el consumo de los hogares ni siquiera avanzó en verano. Al contrario, decreció un 0,5% respecto al trimestre anterior. La comparación interanual también arroja un aumento demasiado pobre (1,1%), teniendo en cuenta que en el verano de 2020 aún había severas restricciones para el ocio y el turismo.

Otro dato publicado este viernes aporta luz al inesperado dato del INE. Según el Índice de Confianza del Consumidor (ICC), elaborado por el CIS, las expectativas de los españoles han caído con fuerza en octubre (3,9 puntos). Desciende 4,9 puntos la confianza en torno a la evolución de la economía; y 3,7 puntos la percepción del mercado de trabajo.

La cesta de la compra, amenazada

El ascenso fatigoso del PIB coincide con la amenaza creciente de la inflación. De nuevo según el INE, los precios crecieron un 5,5% en octubre, empujados por la subida imparable de los productos energéticos. Se trataría de un incremento mensual más, encuadrado en la crisis energética, de no ser por el rumbo que refleja la inflación subyacente. Este indicador, que no tiene en cuenta los vaivenes de los precios de la energía, ha pasado del 0,0% de abril al 1,4% este mes. Esta escalada indica que la subida de la luz y el gas comienza a salpicar a otros productos de la cesta de la compra.

España es el país donde más repuntan los precios. Según Eurostat, la inflación crece más del doble que en Portugal (1,8) y muy por encima de otras economías del entorno, como Francia (3,2%) o Italia (3,1%). Las tasas más elevadas son las de Irlanda (5,1%) y Alemania (5,1%). El diferencial español con la media de la Eurozona asciende ya a 1,4 puntos.

De entrada, Funcas ya prevé que la subida elevará el gasto en pensiones en cerca de 10.000 millones de aquí a 2023. Pero la subida del IPC presionará al alza otras partidas, sobre todo, los costes salarios, tanto públicos (funcionarios) como privados (trabajadores sujetos a convenios).

Las exportaciones aguantan… por ahora

Si la evolución del consumo de los hogares sorprende para mal, sucede lo contrario con las exportaciones. Según la Contabilidad Nacional del INE, crecieron un 6,4% en el tercer trimestre, muy por encima de los servicios (3,2%), la industria (2,0%), la construcción (1,8%) y la agricultura (–5,5%). También subieron con fuerza los precios de exportación de productos industriales (un 12,7% interanual).

La fortaleza de las exportaciones llama la atención de algunos analistas, habida cuenta de que los graves problemas de abastecimiento están añadiendo trabas nunca vistas al comercio mundial. Que las ventas al exterior no han flaqueado en el tercer trimestre se debe, entre otros factores, a la mayor velocidad de recuperación de nuestros ‘clientes’. Por ejemplo, la economía de Estados Unidos crece a un ritmo del 4,9%, idéntico al de China. También avanzan más que Portugal (4,2%), Italia (3,8%) o Francia (3,3%).

El problema es que el sector exportador se expone a dos amenazas a corto y medio plazo. Si prosigue la escalada de los precios energéticos, la factura puede tornarse insoportable para algunas empresas, condenadas a elevar precios y perder competitividad a la hora de vender al extranjero. Lo mismo sucede con el desabastecimiento de materiales. El aumento de la demanda en Navidad puede contribuir a obstruir las ya de por sí atascadas rutas marítimas, empeorando la falta de suministro.

Tras el otoño gris, el invierno crudo

El Gobierno confía -y en ello coinciden otros socios de la UE- en que las tensiones comenzarán a remitir en primavera, a medida que se corrijan los desequilibrios en el mercado energético. Para ello, debería solventarse paralelamente la crisis de suministros. Hasta entonces, al Ejecutivo -y a los españoles- no les queda otra que capear el temporal.

Los mercados de futuros anticipan que los precios energéticos seguirán por las nubes. A la luz (cara) se sumará en invierno el aumento de la demanda de gas (igualmente caro). Y subirán más aún los carburantes si la ministra de Transición Ecológica, Teresa Ribera, logra sacar adelante el Fondo de Sostenibilidad. Este mecanismo carga sobre un grupo de empresas energéticas (sobre todo, las petroleras) el coste de las primas a las energías renovables (7.000 millones). Los dueños de gasolineras (Repsol, Cepsa o BP) han advertido desde que nació el fondo que trasladarán el sobrecoste a las estaciones de servicio.

Mientras las variables macroeconómicas avanzan en uno u otro sentido, el Gobierno está obligado a sacar adelante tres reformas exigidas por Bruselas. En otoño tendrá que dejar enfiladas la laboral y la de las pensiones. Y en invierno, debe arrancar la fiscal. Un triple reto para una coalición que afronta, con tensiones internas, un futuro demasiado incierto.

(Con información de VoxPopuli)