Las enfermeras: los ángeles que ya se ganaron sus alas | Alejandra Soto

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Asian doctor helping elder woman with walker in hospital hallway.

“Les dijeron que no podían llevarse el trabajo a casa y ellas decidieron llevarse el trabajo al corazón.”

Concluía la película “Qué bello es vivir” con la ya mítica frase de que “Cada vez que suena una campanilla, es porque se ha ganado las alas un ángel”. Y es que echando una vista atrás, con todo lo que hemos vivido -y sin duda, lo que aún nos queda por vivir-, no me cabe la menor duda de que si fuéramos capaces de escuchar más y hablar menos, estaríamos oyendo un campanilleo constante en cualquier parte del mundo.

¿Y saben quiénes son especialistas en escuchar? Las enfermeras. Esas mujeres tan hipersexualizadas en la web a los que muchos ningunean con eso de “enfermera porque no pudiste con medicina ¿eh?” y por las que poco han hecho las feministas (tal vez porque no salgan tanto en la tele como las azafatas de Moto GP) y menos aún los sindicatos de tira nacional (quizás porque con eso de ser un servicio esencial a pocas huelgas podían acompañarles).

Si, ellas mismas. Las que llevan años soportando la concatenación de contratos de mierda de no más de quince días, con turnos igual de insufribles como los que nos han mostrado – ahora – los medios de comunicación, o que directamente tuvieron que emigrar a países como Reino Unido, para conseguir el trato – y trabajo – que merecían. Ellas aprendieron, conviviendo con la muerte y el sufrimiento, que si bien estudiaron para curar y paliar los síntomas de la enfermedad, nacieron con la generosa vocación de darse por completo a las personas más vulnerables, de ser esas palabras de consuelo, esas manos de acompañamiento, ese oído de desahogo, esa sonrisa de aliento y como no, esa cabeza inquieta siempre buscando la mejor manera de poner su conocimiento al servicio de los demás.

Estuvo bien lo del aplauso sanitario durante estos meses, no seré yo quien diga lo contrario, pero unos EPIS en condiciones hubiera estado mejor, al igual que una mayor contratación de personal para que algunos pudieran descansar, o al menos una PCR de vez en cuando para que pudieran volver a sus casas con relativa tranquilidad después de constantes contactos con positivos. Ellas no pidieron aplausos, sino poder realizar su trabajo diario en condiciones. Ya se ganaron sus alas mucho antes de que supiéramos cómo ponernos unas mascarillas, algunas lo hicieron aquel día que consiguieron sacarle una sonrisa al pequeño de oncología, otras cuando repartieron alegría por toda la planta de geriatría, muchas de ellas cuando acompañaron de la mano a aquel paciente de la UCI en sus últimos momentos y desde luego también cuando tuvieron el coraje de mirar a los ojos a sus familiares para darles tan pésima noticia.

Siempre han sido nuestros ángeles de la guarda y más aún, si cabe, en los tiempos del Covid, donde han tenido que aprender a suplir el acompañamiento de todos aquellos familiares a los que no se les ha permitido acceder a los hospitales. Si ahora están entre las profesiones “más buscadas y mejor pagadas de 2021”, como dice El Economista, es momento de poner su situación laboral sobre la mesa y proponer cambios reales y duraderos, para que el reconocimiento de nuestros “nuevos héroes” no desaparezca en los próximos meses con el fin de la pandemia, porque si algo he aprendido de ellas, es que siempre se pude dar más y siempre se puede dar mejor.

Alejandra Soto | Abogada

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