Las cuatro olas del terrorismo: El legado inextinguible de una amenaza global | Albert Mesa Rey

Un fenómeno que trasciende generaciones

El terrorismo, como fenómeno histórico y sociopolítico, ha evolucionado a lo largo del tiempo, adaptándose a los contextos ideológicos, tecnológicos y geopolíticos de cada época. David C. Rapoport, un renombrado experto en terrorismo, propuso un modelo teórico conocido como las «Cuatro Olas del Terrorismo» que describe cómo este flagelo ha experimentado transiciones marcadas por motivos ideológicos, métodos y objetivos. Desde la «ola anarquista» del siglo XIX hasta la «ola religiosa» contemporánea, cada etapa no solo refleja las tensiones históricas de su tiempo, sino que también redefine las amenazas que enfrentan las sociedades modernas. Este artículo desentraña estas cuatro olas, explorando sus raíces, impactos y relevancia en un mundo cada vez más interconectado y polarizado.

La primera ola: El anarquismo como el germen del terrorismo moderno

La «ola anarquista» (1870-1920) marcó el inicio del terrorismo moderno, según Rapoport. Este período estuvo profundamente influido por el auge de ideologías que cuestionaban las estructuras tradicionales de poder como el Estado y la monarquía. Figuras como Mijaíl Bakunin y Piotr Kropotkin defendieron filosofías que inspiraron actos de «propaganda por el hecho«, término acuñado para describir cómo acciones violentas podían catalizar revoluciones.

Los anarquistas recurrieron a atentados espectaculares, como el asesinato del presidente William McKinley en 1901 y el atentado contra el archiduque Francisco Fernando en 1914. Estas acciones reflejaban una estrategia que buscaba sembrar el caos para deslegitimar al poder establecido. Aunque su impacto fue limitado en términos de cambio político directo, sentó las bases para los futuros movimientos terroristas al introducir elementos como el uso de la violencia para captar la atención mediática y generar miedo sistémico.

La segunda ola: El nacionalismo como fuerza movilizadora

La «ola nacionalista» (1920-1960) emergió en un contexto de descolonización y resistencia contra potencias coloniales. Movimientos nacionalistas en Asia, África y Oriente Medio adoptaron el terrorismo como una herramienta para combatir la opresión colonial y alcanzar la independencia. Ejemplos paradigmáticos incluyen el Irgún en Palestina, el EOKA en Chipre y el Frente de Liberación Nacional (FLN) en Argelia o el IRA (Real Irish Republican Army) en Irlanda…

Esta ola se caracterizó por el uso de tácticas como emboscadas, atentados con bombas y secuestros. La narrativa de los grupos nacionalistas se centraba en la autodeterminación y la construcción de un Estado-nación soberano. Su impacto fue significativo, ya que muchos de estos movimientos lograron sus objetivos políticos, aunque no sin un alto costo humano y social. Además, establecieron el terrorismo como una herramienta política efectiva para grupos asimétricos que enfrentaban a potencias superiores.

La tercera ola: El terrorismo de izquierda y la revolución global

La «ola de izquierda» (1960-1980) surgió en un contexto de Guerra Fría y tensiones ideológicas entre el capitalismo y el comunismo. Inspirados por figuras revolucionarias como Che Guevara y Mao Zedong, grupos como los Tupamaros en Uruguay, las Brigadas Rojas en Italia, la Fracción del Ejército Rojo en Alemania y el grupo japonés Ejército Rojo Unido adoptaron el terrorismo como una forma de lucha contra el «imperialismo» y el «capitalismo opresor«.

Estos grupos operaban tanto a nivel nacional como internacional, utilizando tácticas que incluían secuestros, atentados y asesinatos selectivos. La conexión entre estos grupos y regímenes que los respaldaban, como Cuba o la URSS, también reveló cómo el terrorismo podía ser instrumentalizado como una herramienta en el juego geopolítico. Sin embargo, el colapso del bloque soviético y la deslegitimación de las ideologías marxistas-leninistas llevaron al declive de esta ola.

La cuarta ola: El terrorismo religioso en la era global

La «ola religiosa» (1980-presente) representa un cambio radical en los motivos y narrativas del terrorismo. Esta etapa está profundamente vinculada al auge del islamismo radical, aunque también incluye movimientos de otras confesiones religiosas. Grupos como Al-Qaeda, Estado Islámico y Boko Haram han utilizado la religión como una justificación ideológica para sus actos violentos.

Esta ola se caracteriza por una escala sin precedentes en la violencia, con ataques como los del 11 de septiembre de 2001 que redefinieron la seguridad global. Además, la globalización y la tecnología han facilitado la proliferación de ideas extremistas y la coordinación de ataques a nivel internacional. El terrorismo religioso, más que buscar cambios políticos concretos, aspira a instaurar un «orden divino» y desafiar las estructuras globales existentes. Esto lo convierte en una amenaza particularmente compleja y difícil de erradicar.

«¿Ecoterrorismo tecnológico? La quinta ola que podría amenazar al mundo digital y ambiental

Una posible quinta ola del terrorismo podría surgir en torno al ecoterrorismo tecnológico, una combinación de ideologías ambientalistas extremas con tácticas cibernéticas sofisticadas. Este fenómeno hipotético tendría como objetivo frenar el cambio climático y combatir la explotación ambiental mediante el sabotaje de infraestructuras críticas como redes eléctricas, sistemas financieros, o industrias responsables de emisiones contaminantes.

A diferencia de las olas anteriores descritas por Rapoport, esta nueva ola aprovecharía la creciente dependencia global de la tecnología y la conectividad digital. Grupos radicales podrían emplear ataques de ransomware, hackeos a gran escala y manipulación de sistemas inteligentes, como redes de transporte automatizado o plataformas energéticas. Su narrativa justificaría estas acciones como un medio para forzar un cambio sistémico frente a la crisis climática, apelando a la “desesperación de un planeta al borde del colapso ambiental”.

Si bien el ecoterrorismo ha existido de forma limitada, esta hipotética ola integraría nuevas capacidades tecnológicas, dando lugar a una amenaza inédita que podría redefinir el terrorismo en un mundo cada vez más digitalizado y globalizado.

El caso del terrorismo en España: ETA, GRAPO, Terra Lliure, FRAP y el yihadismo

En el contexto español, el terrorismo ha dejado una huella imborrable a través de diferentes etapas.

La organización Euskadi Ta Askatasuna (ETA), fundada en 1959, se enmarcó en gran medida dentro de la «ola nacionalista«, aunque sus acciones se extendieron más allá de esta. Con el objetivo de lograr la independencia del País Vasco, ETA recurrió a una estrategia de violencia sistemática que incluyó atentados, secuestros y extorsiones a lo largo de sus décadas de actividad. El asesinato de Luis Carrero Blanco en 1973 y el atentado de Hipercor en 1987 son algunos de los episodios más notorios que reflejan la brutalidad y la determinación del grupo.

El GRAPO (Grupos de Resistencia Antifascista Primero de Octubre), fundado en 1975, se alineó con la «ola de izquierda«, promoviendo una ideología marxista-leninista y llevando a cabo numerosos atentados y secuestros en la Transición Española. Su acción violenta, dirigido contra figuras políticas y económicas, buscaba desestabilizar el sistema político recién instaurado.

Por su parte, Terra Lliure, enmarcada también dentro de la «ola nacionalista» estuvo activa principalmente en las décadas de 1970 y 1980, representó el nacionalismo catalán radical, promoviendo la independencia de Cataluña a través de ataques con bombas y sabotajes. Aunque su impacto fue mucho menor que el de ETA, simbolizó el uso de la violencia con fines independentistas en otra región de España.

El FRAP (Frente Revolucionario Antifascista y Patriótico), activo entre 1973 y 1978, también respondió a la «ola de izquierda» con una agenda antifranquista. Este grupo recurrió a ataques armados y asesinatos de figuras del régimen franquista como una forma de resistencia violenta en los últimos años de la dictadura.

En el siglo XXI, España también ha sido víctima del terrorismo de la «ola religiosa«. El ataque yihadista del 11 de marzo de 2004 en Madrid, que dejó 193 muertos y más de 2.000 heridos, marcó un antes y un después en la percepción del terrorismo en el país. Este atentado, reivindicado por grupos islamistas radicales, se inscribe en el marco del terrorismo global que caracteriza la cuarta ola. Desde entonces, España ha implementado numerosas medidas antiterroristas y ha participado activamente en la lucha contra el extremismo religioso a nivel internacional.

Un ciclo que desafía a las generaciones futuras

El terrorismo, a lo largo de sus cuatro olas, ha demostrado ser un fenómeno mutable, adaptándose a las circunstancias históricas, tecnológicas e ideológicas de cada época. Cada ola ha dejado tras de sí un legado de dolor, polarización y desafíos políticos que aún resuenan en la actualidad. En España, episodios como los atentados de ETA, el GRAPO, Terra Lliure y el FRAP, junto con el terrorismo yihadista, nos recuerdan que ninguna sociedad está exenta de este flagelo.

He omitido muchos más ejemplos y detalles de grupos terroristas. En el artículo, no se han pormenorizado más ejemplos de cada ola debido a limitaciones de espacio y al enfoque del artículo, que busca proporcionar una visión general y comprensible del fenómeno en su conjunto. Este planteamiento permite identificar los patrones y transformaciones clave del terrorismo sin perder de vista la amplitud de su impacto global.

Conclusión:

El terrorismo también ha evidenciado la resiliencia de las sociedades y la capacidad de los Estados para enfrentarlo, aprender de sus lecciones y desarrollar estrategias de prevención y respuesta más efectivas. Mientras la amenaza persista, la clave radica en no bajar la guardia, en construir un futuro donde el diálogo y la cooperación internacional sean herramientas primordiales para desactivar las raíces del odio y la violencia.

El terrorismo no desaparecerá por completo, pero con un compromiso colectivo, podemos reducir su impacto y proteger los valores de libertad y convivencia que define a las sociedades democráticas. El terrorismo, a lo largo de sus cuatro olas, ha demostrado ser un fenómeno mutable, adaptándose a las circunstancias históricas, tecnológicas e ideológicas de cada época. Cada ola ha dejado tras de sí un legado de dolor, polarización y desafíos políticos que aún resuenan en la actualidad. En España, episodios como los atentados de ETA, el GRAPO, Terra Lliure y el FRAP, junto con el terrorismo yihadista, nos recuerdan que ninguna sociedad está exenta de este flagelo.

Sin embargo, el terrorismo también ha evidenciado la resiliencia de las sociedades y la capacidad de los Estados para enfrentarlo, aprender de sus lecciones y desarrollar estrategias de prevención y respuesta más efectivas. Mientras la amenaza persista, la clave radica en no bajar la guardia, en construir un futuro donde el diálogo y la cooperación internacional sean herramientas primordiales para desactivar las raíces del odio y la violencia. El terrorismo no desaparecerá por completo, pero con un compromiso colectivo, podemos reducir su impacto y proteger los valores de libertad y convivencia que define a las sociedades democráticas. Gracias por leerme.

Albert Mesa Rey es de formación Diplomado en Enfermería y Diplomado Executive por C1b3rwall Academy en 2022 y en 2023. Soldado Enfermero de 1ª (rvh) del Grupo de Regulares de Ceuta Nº 54, Colaborador de la Red Nacional de Radio de Emergencia (REMER) y Clinical Research Associate (jubilado). Escritor y divulgador. 

 

Comparte en Redes Sociales
Evita la censura de Internet suscribiéndose directamente a nuestro canal de TelegramNewsletter
Síguenos en Telegram: https://t.me/AdelanteEP
Twitter (X) : https://twitter.com/adelante_esp
Web: https://adelanteespana.com/
Facebook: https://www.facebook.com/AdelanteEspana/
Comparte con tus contactos:

Deja un comentario