Las artimañas de Pedro Sánchez | José María Nieto Vigil

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          Nuestro ínclito presidente del gobierno del Reino de España, Pedro Sánchez Pérez-Castejón, además secretario general del Partido Socialista Obrero Español, se mueve en la escena política patria con enorme prepotencia, altanería, chulería e indiferencia ante las críticas que recibe por parte de la opinión pública. Manifiestamente indolente, en apariencia apático y dejado ante los ataques que recibe desde la oposición,  hace y deshace a su antojo sin sonrojo, vergüenza y recato. Jamás he conocido  a un jefe de gobierno tan cínico, descarado, impertinente y procaz, no ya en la historia de nuestra reciente democracia, sino en el conjunto de las naciones que integran la Unión Europea. Sus actitudes son dignas de estudio psicológico.

          ¿Cuándo dice la verdad? ¿Cuándo miente? ¿Realmente sabe de lo que habla, o solamente son frases ocurrentes las que cimientan sus alegatos? Siempre he defendido que la verdad de una persona se encuentra en su mirada, pues los ojos traslucen las intenciones del que habla. La mirada y el lenguaje gestual facial de Sánchez son inquietantes. No encuentro verdad, valentía, honestidad ni lealtad. Les ruego que observen durante sus comparecencias, no lo que dice, sino como lo dice acompañando la palabra de todo un conjunto de gestos contradictorios. No hay naturalidad, menos aún espontaneidad. Todo está medido, estudiado, calculado y evaluado. El jefe del Gabinete de la Presidencia del Gobierno, Iván Redondo Bacaicoa, es el maestro de ceremonias, el director de escena, el asesor de imagen y el guionista de las representaciones teatrales de su jefe. Es, en la sombra, entre bambalinas, el creador del personaje y de su papel en el juego de la escena política española.

          Pedro Sánchez no es un hombre de palabra. Ya lo ha demostrado en su relación adúltera con Podemos y, en particular, con su vicepresidente y ministro, Pablo Iglesias, al que decía rechazar en cualquier maniobra política. También está acreditando su decencia, integridad, respetabilidad, nobleza y dignidad en los acuerdos que, sin luz ni taquígrafos, en la trastienda de quién sabe qué lugar, se están alcanzando con los enemigos de España. Siempre dice lo contrario de lo que hace y, últimamente, para evitar faltar a la verdad, ha decidido callar y no contestar a lo que le incomoda. No tiene ni talante, ni talento, ni menos aún la compostura que debería tener quien dirige los destinos de una gran nación, de nuestra Patria, España. Es un hombre ladino, taimado y de una mezquindad de proporciones inimaginables. Como dirían algunos, es un auténtico lagarto, nada inocente y profundamente hábil en la manipulación de la verdad, en la tergiversación de la realidad y en la construcción de entelequias y fantasías. Lo malo es que en numerosas ocasiones sus propuestas imaginadas terminan en verdaderas pesadillas para el común de los mortales.

          ¿Qué sentido tiene para él España? ¿Republicano o socialista monárquico? ¿Socialista o suciolisto? España como nación le importa un pito, lo único que le mueve son espurios intereses personales ajenos al interés general. Su sueño se ha hecho realidad, ser presidente de gobierno y secretario general de los socialistas. Un placer especial, desde su egolatría, le provocó desafiar y derrotar en las primarias a los patriarcas del partido que, con disimulo más o menos evidente, le rechazaban por considerarle un radical y un advenedizo. Su victoria, hay que decirlo, fue incontestable y muy pronto se dio cuenta que la época de la Vieja Guardia ya había expirado. Sus intervenciones públicas, entrevistas y comparecencias siempre han dejado una impronta de un socialismo que nada tiene que ver con la socialdemocracia europea, la que gobierna en algunas democracias. Nada de eso, un obsoleto discurso ideológico, marcadamente anticlerical, defensor de lo público y sectario en todo tipo de materias y cuestiones acompañan la nueva era inaugurada por Pedro Sánchez. El revanchismo, frentismo, un espíritu retorcido y vengativo describen el modelo anacrónico sostenido a bombo y platillo, con palmeros incluidos, desde el tablao en que se ha convertido el palacio de la Moncloa. En vez de evolucionar hacen lo contrario, involucionan hacia unas posturas de época pretéritas trasnochadas, denostadas y rencorosas. Se ha empeñado en volver al la ignominiosa, execrable y anodina II República Española.

          Nuestro ilustre presidente es republicano y por ésta razón se aviene a entablar relaciones amistosas, obscenas negociaciones y lascivas conversaciones con las hordas antiespañolas de la izquierda más radical que se pueda describir. Las mesnadas del señor de la Moncloa están integradas por tropas mercenarias a sueldo dispuestas a defenderle en la poltrona, por supuesto que a cambio de la patente de corso que reciben de aquel. Nazionalistas, independentistas, terroristas, republicanos de izquierda radical, comunistas, chavistas, regionalistas y cualquier otro personaje (Teruel existe) que vea ventajas a la sombra de la milicia convocada y reunida. Un denominador común les une en sus campañas, el del odio a España. Su misión es evidente, dinamitar la unidad de la Patria y tomar el poder aunque sea asaltándolo por la fuerza. Esta bellaquería es la que nos amenaza, intimida, chantajea y extorsiona impunemente.

          Destacan capitanes de sobra conocidos por su espíritu democrático en el campamento felón y traidor a nuestra Patria. Pablo Iglesias, Alberto Garzón, Arnaldo Otegui, José Luis Rodríguez Zapatero –aquel individuo de sonrisa insolente que dirigió a España hasta el borde del abismo-, Oriol Junqueras, Aitor Esteban, y otros tantos imposible de poder citar, blasfeman, reniegan, maldicen, ofenden y conspiran miserablemente contra el pueblo español Sí señoras y señores, la amenaza no es un cuento de hadas, es la verdad que acampa dispuesta al golpe de mano definitivo. Pedro Sánchez, con sus artimañas, es el instigador de la rebeldía y la traición perpetrada.

José María Nieto Vigil |Profesor y Escritor

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