La Vergonzosa Senda del Partido Demócrata de EEUU | Steven W. Mosher

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Los senadores demócratas acumulan días de estériles esfuerzos y no le han atinado un solo golpe a Amy Coney Barrett. Esta no era la forma en que su maquinaria de demolición de alta tecnología debía haber funcionado.

La Senadora Dianne Feinstein (Demócrata por California) y compañía sabían desde un principio que no tenían los votos para detener a la Juez Barrett. Pero apuntaban al menos a  someterla al mismo tipo de humillación ritual que han tenido que soportar otros candidatos conservadores a la Corte Suprema desde los días de Robert Bork hace más de 30 años.

Las preguntas que le hicieron a la juez Barrett sobre sexo, bebés, armas, salud, cambio climático, en realidad solo fueron meras provocaciones. Buscaban una respuesta que luego pudieran argumentar como opinión o hipótesis precedentes que la descalificaran para el cargo. Fue más que evidente que esperaban que Barrett cayera en una de sus trampas o perdiera la compostura. Esto crearía una oportunidad para que criticaran sus «creencias profundamente arraigadas» o se quejaran de su «falta de temperamento judicial.»

Calcularon muy mal. Barrett es uno de los jueces más calificados que jamás se haya presentado como candidato para la Corte Suprema de EEUU. Como el propio presidente Donald Trump dijo, «Ella es una mujer de logros sin igual, intelecto imponente, credenciales excelentes y lealtad inquebrantable a la Constitución”.

¿De qué otra manera describiría a una jueza de la corte de apelaciones que se graduó en primer lugar en su clase de la Facultad de Derecho de Notre Dame, fue secretaria del Juez de la Corte Suprema Antonin Scalia, y como confirmó la American Bar Association estuvo «bien calificada» en su confirmación de 2017 para el Séptimo Circuito?

Sin mencionar que todos los empleados vivos de la Corte Suprema que trabajaron con la juez Barrett en 1998, incluyendo tres que trabajaron para la Juez Ruth Bader Ginsburg, suscribieron un apoyo a su nominación, al igual que todos los miembros de la facultad de tiempo completo en la Escuela de Derecho de Notre Dame, donde enseña desde 2002.

Las facultades académicas están normalmente dominadas por mezquinas disputas; obtener unanimidad sobre cualquier cosa -o sobre cualquier persona- no es nada menos que portentoso.

Aparte de las incuestionables calificaciones judiciales de la jueza Barrett, también se puede agregar esto: Ella es la madre de siete hijos, incluidos dos niños adoptados de Haití y un niño con necesidades especiales. Como sé por experiencia personal -mi esposa y yo tenemos nueve hijos-, las madres de las familias numerosas no se intimidan fácilmente.

Cargando vergüenza sobre ellos mismos

¿A alguno le sorprende que la juez Barrett haya manejado la maquinaria de demolición de alta tecnología creada por los demócratas con aplomo y gracia? A mí en particular no me sorprende para nada.

Y si bien no han logrado atinarle un solo golpe, lo que indudablemente han conseguido es avergonzarse a sí mismos. Y mucho, diría yo.

Por ejemplo, Mazie Hirono. Este senador de Hawai le preguntó a Barrett, una mujer de fe y de carácter por demás obvios, si alguna vez había violado a alguien. E incluso insistió una segunda vez con su absurda pregunta.

Pero esto realmente es menos insensato que la media docena de senadores demócratas que vinieron a la audiencia con vallas publicitarias supuestamente representando a gente con condiciones preexistentes, y luego se turnaron para hacer declaraciones diciendo que  todos ellos morirían si la juez Barrett se convertía en magistrado en la Corte Suprema.

Ahora, lo único que la Corte Suprema tiene que ver con el Obamacare es decidir si es o no es constitucional, como seguramente todos saben. Pero el mensaje de su pequeño psicodrama coreografiado era otro: Querían usar la oportunidad proporcionada por la audiencia para asustar a la gente a pensar que estaban a punto de perder su atención médica.

La Senadora Kamala Harris (Demócrata por California) secuestró la audiencia de otra manera. Lo usó para avanzar en su candidatura a la vicepresidencia de los Estados Unidos dando un discurso de campaña. Y en lugar de asistir a la audiencia misma, se quedó en su oficina al final del pasillo y usó un teleprompter.

Pero el más atrevido fue el senador Sheldon Whitehouse de Rhode Island. Parecía que estaba en una audiencia sobre financiamiento de campañas y utilizó su declaración de apertura entera para lanzar en una excéntrica perorata sobre «dinero sucio». No se detuvo a hacerle una sola pregunta a la juez Barrett. Apenas si se detuvo a respirar.

Un marcado contraste

La jueza Barrett ya lleva tres sesiones maratónicas soportadas con aplomo y estoicismo, respondiendo incluso las preguntas más desatinadas con muy buen humor. Después de todo, las madres de familias numerosas están acostumbradas a tratar con niños que hacen berrinches.

Los demócratas no le han asestado ni un solo golpe, y lo saben.

«¿Puede mostrar lo que ha estado consultando mientras responde nuestras preguntas?» un senador amigo le preguntó en un momento, deslumbrado por su gracia bajo presión. (Este como otros senadores si tenían libros y artículos delante de ellos para consultar mientras peguntaban). Una sonrisa iluminó la cara de Barrett mientras sostenía un bloc de notas en blanco.

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Si todo este teatro político ha ilustrado algo, es el marcado contraste entre Amy Coney Barrett y sus interlocutores. Mientras ella ha impresionado a muchos estadounidenses como modelo de juez justo, imparcial y comprensivo, los demócratas se han presentado como unos limitados e inescrupulosos políticos. No es de extrañar que el apoyo para su confirmación haya crecido rápidamente.

Ha sido un gran acierto del presidente Trump elegir a Amy Coney Barrett para reemplazar a Ruth Bader Ginsberg. Ella fue la elección perfecta para ser su otra compañera de fórmula en las semanas previas a las elecciones porque es básicamente intocable.

Si los demócratas pensaron que iban a humillar ritualmente a la juez Barrett convirtiendo las audiencias en un camino al Calvario, de la misma forma en que lo hicieron con el juez Kavanaugh, ya deben saber que han fracasado. La única vergonzosa senda recorrida ha sido la de los opositores a Barrett dentro del Senado de EE.UU. sabiendo muy bien que su confirmación es una decisión cantada.  

Steven W. Mosher | Presidente Population Research Institute

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