La UE refuerza la agenda globalista y promoción de la Agenda 2030 en los presupuestos para el año 2025

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Las cuentas prevén un total de 199.438,4 millones de euros de gasto

La Unión Europea: títere del globalismo y promotora de la Agenda 2030

Los negociadores del Parlamento Europeo y del Consejo han acordado el presupuesto de la UE para el año 2025, confirmando lo que ya es evidente: las prioridades de Bruselas no están con los ciudadanos europeos, sino con la implantación de la Agenda 2030 y las políticas globalistas. Con un gasto total previsto de 199.438,4 millones de euros, estas cuentas son un claro ejemplo de cómo las élites comunitarias están dispuestas a sacrificar la seguridad y el bienestar de Europa en favor de un proyecto ideológico que beneficia a unos pocos.

La Agenda 2030, eje central del presupuesto europeo

El presupuesto de la UE para 2025 se presenta como un manual de la Agenda 2030. Entre sus mayores partidas destacan los 77.980 millones de euros asignados a «cohesión, resiliencia y valores» y los 56.731 millones dedicados a «recursos naturales y medio ambiente», de los cuales 39.975 millones se destinan a los llamados pagos directos para políticas ecológicas.

Este desmesurado desembolso refleja un compromiso férreo con el fanatismo verde y digital promovido por Bruselas. Sin embargo, estas políticas, lejos de beneficiar a los ciudadanos, imponen un coste cada vez mayor sobre los contribuyentes europeos, quienes deben financiar un modelo que ahoga la competitividad económica y reduce la calidad de vida.

La seguridad y las fronteras, relegadas al olvido

Mientras se derrochan miles de millones en proyectos globalistas, la seguridad de Europa sigue siendo una de las partidas más desatendidas. Según el acuerdo presupuestario, solo se destinan 4.791,1 millones de euros a inmigración y gestión de fronteras, y apenas 2.632,6 millones a seguridad y defensa.

En un momento en el que Europa afronta desafíos graves, como el aumento de la inmigración masiva ilegal y amenazas a la estabilidad interna, esta distribución presupuestaria demuestra una desconexión alarmante de Bruselas con las necesidades reales de sus ciudadanos.

Tal y como denuncian algunos analistas, esta falta de atención a la seguridad fronteriza y la defensa no es un error, sino una decisión deliberada. La UE parece priorizar la apertura de fronteras y la integración global frente a la protección de los intereses de los europeos.

Flexibilidad insuficiente y prioridades distorsionadas

La UE ha dejado disponibles 800,5 millones de euros bajo el marco financiero plurianual (MFP) para 2021-2027, destinados a emergencias inesperadas. Sin embargo, esta cantidad resulta claramente ridícula en comparación con el derroche en agendas ideológicas.

Mientras tanto, sectores clave para el futuro de Europa, como la seguridad energética o la promoción de la natalidad y la familia, siguen sin recibir la atención presupuestaria que merecen. Este desequilibrio no solo es injusto, sino peligroso, ya que pone en riesgo la estabilidad de las naciones europeas.

Un proyecto ajeno a los ciudadanos

El presupuesto de la UE para 2025 confirma lo que muchos ya sospechaban: Bruselas no gobierna para los europeos. Lejos de abordar los problemas reales del continente, como el envejecimiento demográfico, la crisis de la inmigración masiva ilegal o la creciente inseguridad, la UE se dedica a imponer una agenda globalista diseñada por élites desconectadas de la realidad.

La fuerte inversión en programas vinculados a la Agenda 2030, mientras se desatienden las necesidades de seguridad interna, no es casualidad. Tal y como han señalado críticos de todo el espectro político, Bruselas actúa como un títere de intereses globalistas, priorizando las demandas de organismos internacionales y grandes corporaciones por encima del bienestar de sus propios ciudadanos.

¿Quién paga la agenda verde?

El impulso a las políticas ecológicas es uno de los pilares del presupuesto europeo. Sin embargo, estas iniciativas, que a menudo se presentan como «el futuro», trasladan su coste directamente al bolsillo de los europeos.

Desde impuestos al carbono hasta regulaciones medioambientales que encarecen la energía y los alimentos, la transición verde no es otra cosa que una carga adicional sobre familias y pequeñas empresas. Mientras tanto, los gigantes tecnológicos y las multinacionales se benefician de subvenciones y privilegios en nombre de la sostenibilidad.

¿A quién sirve realmente la UE?

En lugar de reforzar las fronteras, garantizar la seguridad y promover políticas que beneficien a las familias europeas, Bruselas prefiere destinar recursos a proyectos de «vecindad» y «el mundo», con 16.308 millones de euros reservados para estos capítulos.

Esta distribución de recursos plantea una pregunta incómoda: ¿a quién sirve realmente la Unión Europea? La respuesta, para muchos, es clara. Bruselas ha dejado de ser una institución al servicio de los ciudadanos para convertirse en el brazo ejecutor de una agenda globalista que favorece a unos pocos mientras sacrifica el bienestar de la mayoría.

El coste de una Europa desconectada

La obsesión de la UE con la Agenda 2030 y el fanatismo verde tiene un coste enorme, no solo económico, sino también social y político. Al ignorar las necesidades reales de los europeos, como la seguridad, la estabilidad laboral o el apoyo a la familia, Bruselas está fomentando un creciente desencanto con el proyecto europeo.

Los ciudadanos europeos no necesitan más regulaciones asfixiantes ni promesas vacías de sostenibilidad. Lo que necesitan es un liderazgo que priorice sus intereses y que entienda que una Europa fuerte comienza con unas fronteras seguras, una economía sólida y un apoyo decidido a las familias.

El presupuesto de la Unión Europea para 2025 no es un reflejo de las necesidades de los europeos, sino un manifiesto de su sumisión a la Agenda 2030. Con miles de millones destinados a políticas ideológicas y globalistas, y una atención marginal a la seguridad y la estabilidad interna, Bruselas demuestra una vez más que está al servicio de intereses ajenos a los ciudadanos.

Es hora de que Europa despierte y exija un cambio real. La UE debe dejar de ser un títere de las élites globalistas y volver a centrarse en su verdadera misión: servir y proteger a los ciudadanos europeos. Sin un cambio de rumbo, el proyecto europeo está condenado al fracaso.

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