Jn 20 1-8 1: “El primer día de la semana, María la Magdalena fue al sepulcro al amanecer (la tumba estaba vacía). Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio los lienzos tendidos y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no con los lienzos, sino enrollado en un sitio aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó”.
La muerte no tiene dudas, médicos de EEUU realizaron una “autopsia” de Jesús: “Pilato condeno a Jesús a muerte y se lo entregó a los soldados, a Jesús le pusieron una corona de espinas en la cabeza, luego fue escupido y brutalmente golpeado hasta rasgarle la carne (Mateo 27:27-30, Marcos 15:19-20); utilizando mazos, los verdugos romanos lo clavaron en la cruz y finalmente dejaron caer la cruz en un agujero en la tierra entre otras dos cruces. Jesús estuvo en la cruz aproximadamente seis horas, fue desangrándose; además, la lanza, hundida entre su costilla derecha (Juan 19:34), fue para asegurar su muerte. Probablemente perforó no solo su pulmón derecho, sino también el pericardio y el corazón, lo que terminó de asegurar su muerte”.
Muchos eruditos y escépticos no han creído en la Resurrección de Jesús, uno de ellos, Morrison, escribió: “En veinte años, la afirmación de estos campesinos galileos había trastornado la iglesia judía. En menos de cincuenta años había empezado a amenazar la paz del Imperio Romano. Cuando hemos dicho todo lo que puede ser dicho… seguimos enfrentándonos con el mayor misterio de todos”. Él empezó a escribir un libro titulado “¿Quién movió la Piedra?”, para detallar sus nuevas conclusiones. Morrison simplemente siguió el rastro de evidencia, pista por pista, hasta que la verdad del caso le parecía clara. Su sorpresa fue que la evidencia lo llevó a creer en la Resurrección. En su primer capítulo del libro “El libro que se negó a ser escrito,” este antiguo escéptico explica cómo la evidencia lo convenció de que la Resurrección de Jesús fue un acontecimiento histórico real: “Fue como si un hombre que se dispuso a cruzar un bosque para ver a un familiar que vivía muy alejado, caminó y de repente salió por donde no esperaba salir.” Para finalizar, lo dicho por el inteligente Chesterton: “Si Dios no existiera, no habría ateos”.
Jacinto Seara | Científico y escritor