Todavía consternados por los efectos del paso de una de las peores DANA de los últimos años, toca hace una reflexión sobre los aciertos y errores de manera que nos sirva, a todos, de lección aprendida. No solo para exigir las responsabilidades que correspondan, sino también para aprovechar la experiencia adquirida con objeto de minimizar otras posibles catástrofes que puedan acontecer en el futuro.
En algunos medios de comunicación se ruega a la población que no asigne responsabilidades políticas de una inevitable desgracia natural de la que nadie, más que el cambio climático, es responsable. Sin duda, sería miserable aprovechar una circunstancia inevitable para sacar rédito de cualquier tipo. Sin embargo, estoy en condiciones de afirmar que lo que ha pasado en Valencia y Cuenca no ha sido tan inevitable como muchos pretenden hacernos creer interesadamente, y, en mi opinión, resulta absolutamente necesario hacer un análisis crítico un poco más minucioso antes de aceptar el trágala de los medios paniaguados al servicio del poder político.
La génesis meteorológica
La DANA, como su nombre indica, es una Depresión Aislada en Niveles Altos. Esta depresión se forma como consecuencia de la separación de una rama del chorro polar, o subtropical, que llega a producir, en la troposfera, un embolsamiento de aire frio separado de la corriente que la originó, creando una fuerte inestabilidad con una bolsa de aire caliente procedente de las capas atmosféricas inferiores. Estas depresiones tienen un efecto en niveles bajos y superficie que se manifiesta como alteración de la estabilidad con aparición de fuertes vientos y precipitaciones elevadas.
Nos guste aceptarlo o no, aunque la aparición de estos fenómenos meteorológicos es en buena medida de origen natural, no hay que descartar que, en alguno de ellos, pudiese haber intervenido también la mano interesada del hombre. La geoingeniería, que tiene por objeto el manejo del clima, dispone, al día de hoy, de capacidad para contribuir a la creación y desplazamiento geográfico de este tipo de fenómenos meteorológicos. No es ciencia ficción: tengan por seguro que el que sea capaz de controlar el clima, controlará el planeta. España, como otros paises, dispone, desde hace tiempo, de leyes que permiten modificar el ciclo del agua, sin que éstas tengan la menor intención de precisar los pormenores de cómo se pretende conseguir, ni establecer compromisos incómodos que obliguen a informar a la población de este tipo de prácticas (RD 849/1986 artículo 3.1). Las actividades de geoingeniería se guardan celosamente en secreto, circunstancia que hace siempre temerse lo peor. ¿Por qué, si no, se ocultarían? Sin entrar a valorarlo, ni querer hacer de este tema el motivo principal del presente artículo ya que hay mucha más madera tangible en la que centrarse, sí quisiera compartir con el amable lector un video. Video cuyo enlace presento a continuación. Este video me ha parecido interesante porque muestra posibles evidencias de una agresión meteorológica de un país vecino, históricamente poco amigable, con el silencio cómplice de nuestras autoridades. Como en cualquier comportamiento delictivo que pretenda ser creíble, este video aventura, no solo evidencias, sino también un móvil y una oportunidad. Por la verosimilitud de su relato, también se han hecho eco algunos medios extranjeros, aunque en los medios españoles se haya preferido esconder. Que cada uno saque sus propias conclusiones libremente.
https://rumble.com/v5kv8gw-masacre-en-valencia-cobarde-ataque-militar-nauzet-morgade.html
A falta de una auditoría pública e independiente de la gestión de la catástrofe, que dudo que jamás se haga, sí que podemos aventurar nuestra opinión, echando mano del sentido común, acerca de como tendría que haber sido una gestión responsable y sensata para poder comparar después con lo que realmente se ha hecho.
El antes de la catástrofe
Las DANA o gotas frías, como habitualmente se las denominaba en el pasado, son un fenómeno habitual en las zonas mediterráneas, por lo que no se puede alegar la sorpresa como justificación para no haber intentado hacer algo en materia preventiva. Para poder anticiparse adecuadamente a una catástrofe, una Administración responsable necesita disponer de un plan de riesgos sensato y otro de emergencias que conozca la población.
Los riesgos se miden conjuntamente por su probabilidad de ocurrencia y por su esperada gravedad. En consecuencia, aparte de la identificación de los riesgos, su probabilidad y su gravedad esperada, se debería establecer un plan de contingencias en el que se indique que es lo que se puede hacer para prevenir o aminorar la materialización de esos riesgos. La aparición de una DANA en el litoral mediterráneo no resulta, por desgracia, demasiado improbable. La gravedad de sus efectos está a la vista desde hace bastantes años. En consecuencia, parecería sensato haber preparado un plan de contingencias serio, así como la realización de las acciones preventivas recomendadas por éste.
Centrándonos en el caso que nos ocupa, aventuro que deberían existir suficientes infraestructuras de contención, de achique y desvío para que las aguas no pudieran llegar, de forma descontrolada, a las poblaciones. Las presas no solo permiten almacenar agua para su uso cuando ésta se necesite, o para generar energía eléctrica limpia, sino también para contener las aguas resultantes de las crecidas fluviales, evitando que éstas puedan anegar poblaciones. Ante la previsión de un fenómeno climático como la DANA, la Confederación Hidrográfica que controle la actuación sobre una presa, debe evaluar si ésta será capaz de retener la afluencia prevista de agua, para ver si se tiene que desaguar, de forma preventiva y controlada, el caudal existente antes de que lleguen las precipitaciones. Si llega una DANA solo hay una cosa peor que la ausencia de una presa que retenga las precipitaciones, y ésta es que exista la presa y que estalle por falta de suficiente capacidad, liberando el volumen del agua retenida de forma repentina, salvaje e incontrolada.
Por desgracia, el panorama que dicta el ecologismo suicida de la agenda 2030 es el derribo de presas para, según argumentan, facilitar el cauce natural de los ríos y la biodiversidad. Tampoco es posible realizar la limpieza de zonas boscosas ni de los cauces de los ríos por considerar algunas plantas como especies protegidas. En consecuencia, cuando se produce la crecida de un rio, no habiendo una presa que garantice de forma segura la retención de las aguas, se arrastra todo el material que encuentra a su paso, produciendo obstáculos temporales que, cuando la presión es suficientemente alta, se libera, de forma repentina, la masa de agua acumulada, formando trombas de agua que arrastran personas, coches y mobiliario urbano, fenómeno que es el que realmente produce la mortalidad durante este tipo de catástrofes. No parece demasiado atrevido suponer que se trata de una simple cuestión de prioridades, en la que, al parecer, la seguridad de la población es la que ha resultado sacrificada en aras de extraños intereses ideológicos.
Otro aspecto a cuidar ante la previsión de una catástrofe es el de garantizar la accesibilidad a las zonas de alto riesgo, ya que para que pueda acudir la ayuda en caso de emergencia, los accesos deben estar practicables. Esto se consigue, entre otras opciones, creando redundancias mediante la construcción de vías de acceso alternativas.
Además de las infraestructuras, es imprescindible disponer de dotaciones adecuadas para poder hacer frente a las catástrofes. Las dotaciones deben estar correctamente dimensionadas y localizadas, aplicando siempre el criterio de sensatez y de eficiencia. En España existen dotaciones para hacer frente a emergencias a nivel de municipio, comunidad autónoma y a nivel nacional. Estas dotaciones actuarán según el grado que asigne la situación operativa que se requiera para hacer frente a la emergencia. En situación operativa 1, serán sólo los recursos del municipio los que se pongan en juego. En situación 2 entrarán en juego también los de la comunidad autónoma. En situación operativa 3, se podrán poner en juego los de todo el país que sean necesarios. En casos graves, también se puede recurrir a la ayuda de otros paises amigos que pueden desplazar efectivos al lugar de la catástrofe. El nivel de alarma solo puede ser decretado por el ministerio del Interior que es competencia del gobierno de la nación. En caso de duda, cuando hay vidas humanas en juego, se debería optar, con la máxima urgencia, por aquel nivel que diera las mayores garantías de reducir las pérdidas humanas y materiales al mínimo.
Cuando me refiero a los criterios de sensatez y eficacia, quiero decir que igual que no parecería sensato construir un hospital de 10.000 camas con su dotación completa a la espera de que aparezca una pandemia desconocida en un hipotético futuro indeterminado, tampoco tendría sentido disponer de una dotación desproporcionada para la ayuda a una hipotética catástrofe en cada pueblo de la geografía española. Es mucho más sensato que las dotaciones de cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado y Protección Civil estén preparadas para hacer frente a este tipo de contingencias y que exista algún núcleo geográficamente cercano, tal vez dependiente de la diputación provincial, con una dotación adecuada para dar servicio urgente a un conjunto de pueblos cercanos entre sí. La dotación municipal y de la comunidad autónoma que permiten atender las situaciones de emergencia operativa de actuación 1 y 2, deberían dimensionarse también con otros criterios como es el de accesibilidad, ya que la actuación rápida ante una catástrofe es absolutamente primordial.
Otro aspecto fundamental frente a una catástrofe es la notificación temprana de alertas, así como la educación ciudadana sobre la forma de actuar cuando se prevé la llegada de un temporal. Aunque la clase política no termine de entenderlo, es muchísimo mejor una falsa alarma que un aviso de alarma tardío que ya no resulte de ninguna utilidad. Igual que se exige un plan de emergencias en cualquier empresa, los ciudadanos de las zonas de riesgo deberían conocer que cosas deben hacer, cuales no, y en qué momento procede hacerlas ante una situación de riesgo.
Todos estos aspectos y muchos más, que los expertos conocen sobradamente, permiten, toléreseme la metáfora, construir el arca antes de que llegue el diluvio y ya resulte demasiado tarde.
El después de la catástrofe
Lo más importante es que la actuación sea lo más rápida posible en todos aquellos frentes que permitan recuperar la normalidad en la población afectada. Hay mucho trabajo por hacer. Si bien, unas tareas son más urgentes que otras. Afortunadamente, la mayoría no precisa realizarse de forma secuencial por lo que se podrían hacer en paralelo si existe la ayuda suficiente para ello.
- Hay que activar el plan de emergencia al primer indicio serio de alerta. Por salvar una sola vida, siempre debería ser aceptable el riesgo de emitir una falsa alarma.
- Hay que recuperar las vías de comunicación para permitir que pueda llegar la ayuda del exterior,
- Se debe proceder a la atención inmediata a los heridos.
- Hay que realizar la búsqueda contrarreloj de desaparecidos (cada minuto cuenta para recuperarlos con vida).
- Proporcionar cobijo y manutención a los que se han quedado sin techo.
- Recuperar los servicios mínimos esenciales de agua, electricidad, alcantarillado y teléfono.
- Priorizar el tipo de ayudas necesarias y coordinar, de forma ordenada, la logística de su envío.
- Proporcionar seguridad para evitar los saqueos. Debería considerarse un agravante el delito de saqueo en situaciones de catástrofe.
- Localización, recogida e inhumación de cadáveres, dando visibilidad pública a los números reales.
- Aplicar medidas de protección sanitarias para evitar epidemias.
- Proporcionar ayuda psicológica a los que han sufrido pérdidas humanas y materiales.
- Recuperar las calles y el mobiliario urbano.
- Reconstrucción de edificios dañados.
- Compensar en la medida de lo posible las pérdidas económicas sufridas mediante el consorcio de compensación de seguros y ayudas del Estado a fondo perdido.
- Proporcionar cercanía para dar ese calor humano que todos necesitamos ante la desgracia.
Conclusiones relativas a la gestión realizada de lo sucedido en Valencia
Mi conclusión es que sí que ha habido errores graves y que éstos han sido, fundamentalmente, de naturaleza política ya que los políticos, movidos por intereses ideológicos y electoralistas, son los que finalmente toman las últimas decisiones, discrepando, con frecuencia, del docto consejo de los expertos. Empiezo a dudar seriamente de que muchos de los errores cometidos no hayan sido intencionados, buscando algún tipo de rédito, a sabiendas de sus graves consecuencias. En cualquier caso, no cabrían más que dos interpretaciones posibles: ineptitud superlativa o mala fe. La mentira y la inacción irresponsable merecen la peor de las respuestas por parte de la ciudadanía. Un pueblo tolerante con la mentira y carente de criterio y exigencias con el gobernante, es el mejor caldo de cultivo para la peor de las tiranías.
Existen muchas cosas de las que tendríamos que aprender si no queremos volver a repetir esta terrible experiencia. Veamos algunos ejemplos:
- Se tardó en emitir la alerta y no se dieron indicaciones de autoprotección adecuadas a la ciudadanía. Al parecer, Seguridad Nacional dio el aviso de emergencia 12 horas antes de que empezaran las precipitaciones. Los retrasos no son aceptables. Un cargo público lo es las 24 horas del día y 7 días a la semana. En consecuencia, la dejación de responsabilidades supone, en circunstancias tan graves, una negligencia temeraria con resultado de muerte. Solo por esto deberían ir, los responsables de esos gravísimos errores, a la cárcel y pagar indemnización a las víctimas haciendo frente con su propio patrimonio. A ver si podemos conseguir, por la vía penal, que alguna vez no sean los más tontos ni los más inmorales los que accedan a las mayores responsabilidades públicas.
- Aunque rápidamente los políticos se pusieron las botas katiuskas para hacerse la foto electoralista en el lugar de la catástrofe, pasó una semana sin que se elevase a nivel 3 de emergencias la situación. Esto ha impedido la pronta actuación de las fuerzas y cuerpos de seguridad en la proporción necesaria. La Administración Central ha tenido información puntual de la crisis en todo momento, por lo que no es aceptable decir aquello de que «si necesitas ayuda me la pides» cuando sabes que la actuación temprana, preferiblemente en las primeras 24 horas, resulta primordial. Estoy seguro que todo el mundo sabía, desde el primer momento, que la comunidad valenciana, por sí sola, no podría hacer frente, de manera solvente, a una catástrofe de esas proporciones, pero se decidió, de forma consciente, no actuar. Muy posiblemente para imputar de la mala gestión de la crisis al gobierno valenciano. ¿Se puede actuar de forma más miserable? Sorprende, aunque tal vez no demasiado, que esta mala disposición del gobierno central, para hacer frente a esta crisis, no la mostrase cuando ofreció ayuda inmediata a Marruecos con ocasión del terremoto de 2023. Me pregunto si el gobierno de Sánchez habría actuado con la misma desidia ante la catástrofe producida en Valencia si el gobierno de la comunidad valenciana hubiera estado en manos del PSOE.
- Falta de coordinación en la recogida y almacenamiento de ayuda procedente de todas las regiones de España. Habría que pedir explicaciones y responsabilidades a Protección Civil.
- Falta de material para la limpieza de las zonas afectadas. Todavía se sigue pidiendo botas y cepillos para que los afectados puedan limpiar el barro de sus casas y de sus calles.
- Disuasión, en lugar de coordinación, del voluntariado que se ha desplazado a la zona para ayudar. Parece como si la Administración quisiera ocultar su ineficacia impidiendo que la presencia de voluntarios les ponga en evidencia.
- La aplicación de imposiciones del ecologismo fanático asociado a la agenda 2030 y su ley de restauración de la naturaleza, votada en Europa al alimón por PP y PSOE. Ley que entorpece gravemente la gestión preventiva de este tipo de catástrofes. La demolición de presas que antes existían hace que zonas, donde se ha permitido edificar, dejen de ser seguras, sin que nadie se haya preocupado de prevenir a la población. El ministerio de Transición Ecológica y, posiblemente, la Confederación Hidrográfica del Júcar tendrían que dar muchas explicaciones. A ser posible, ante un juez. No es excusa moral la obediencia debida cuando se trata de aplicar leyes que ponen el peligro a la población. En 1982, cuando no existían estas limitaciones «ecológicas», se hizo frente a una catástrofe mucho mayor, en términos de caudal de agua, como fue la destrucción de la presa de Tous. Catástrofe que tan solo produjo 8 muertos, y que pudo ser mucho menor si el gobierno de Calvo Sotelo hubiera actuado a tiempo sin dejarse llevar por la prepotencia. Como ya indicamos anteriormente, las imposiciones de la ley de restauración de la naturaleza son, entre otras:
- La destrucción de presas que permitirían la retención y control del excedente de agua.
- La prohibición de limpiar bosques y lechos de los ríos de la maleza y suciedad, lo que favorece la aparición de trombas, que son las que producen la mayoría de los muertos al destruir puentes, que no están diseñados para resistir presiones horizontales, arrastrar vehículos, árboles y mobiliario urbano. Por si fuera poco, la falta de limpieza de los bosques ha disparado también los incendios forestales y su gravedad durante la época estival.
- La cancelación en 2004 por el PSOE del plan Hidrológico Nacional propuesto por el PP impidió, entre otros proyectos, el de construir una presa en Cheste que hubiera podido proteger 16 de las localidades afectadas por la reciente DANA. Presa que habría creado un embalse de gran capacidad para regular los caudales de las cuencas altas de los barrancos del Poyo, la Saleta y el Pozalet.
En el lado positivo, está la formidable disposición de la gente que se ha volcado con sus hermanos de Valencia, salvando las dificultades de todo tipo que han encontrado. Lo que demuestra que, a pesar de los esfuerzos de los partidos nacionalistas que pretenden balcanizar España, fomentando el enfrentamiento, todavía hay mucha gente que siente la solidaridad y la vinculación con sus hermanos de otras regiones españolas afectadas por la desgracia.
Fotos de la recogida de ayuda humanitaria en la campa de camiones de la localidad de San Clemente (Cuenca)
Otro aspecto positivo que es de justicia mencionar es que las presas existentes en la Confederación Hidrográfica del Jucar, entre las que se encuentran las construidas por Franco en los embalses de la Loriguilla, el Regajo o la Forata, retuvieron más de 80.000 millones de litros de agua que, de otra manera, habrían inundado las poblaciones cercanas causando muchos más daños humanos y materiales. Permítanme la siguiente reflexión ¿Cuál es la explicación para que se pudiesen construir en unos tiempos de postguerra, cuando ni siquiera se recaudaba el IRPF, todas esas infraestructuras? En mi humilde opinión, el secreto es muy simple: se pensaba más en la gente, los impuestos se usaban de manera más eficaz y casi no existía la corrupción política.
Las catástrofes como la producida en Valencia y Cuenca, analizadas de forma superficial, dan munición a los defensores del cambio climático. La realidad es que siempre ha habido DANA en España, aunque ahora hayan cambiado el nombre para confundir al personal. La diferencia es que en su día se aprendió de los errores, como hizo Franco tras la catástrofe de 1957, desviando el cauce del Turia con su plan Sur, para que no volviese a ocurrir otra tragedia como la que ocurrió entonces. Ahora parece que, para nuestra desgracia, la seguridad de la población ha dejado de estar entre las prioridades de la inmensa mayoría de los políticos.
Como ocurrió con la isla de la Palma, las ayudas prometidas nunca llegarán o llegarán cuando ya no sean necesarias, porque ese dinero, procedente de unos impuestos cada vez más confiscatorios, se necesita para financiar objetivos ideológicos y extrañas ayudas a terceros países y empresas de amigos y familiares. Ayudas que posiblemente proporcionen alguna comisión de retorno a los muchos intermediarios de las numerosas tramas de corrupción que existen en nuestro país y que mueven dinero que no monitoriza ninguna institución, con el beneplácito de todos los partidos políticos que gestionan los fondos públicos.
Estamos bastante cansados de oír que el cambio climático mata. Como la gota malaya, se intenta que el mensaje acabe calando en el cerebro emocional de la población sin que sea preciso dar explicaciones rigurosas. En mi opinión, como he intentado explicar en muchos de mis artículos anteriores, la teoría del cambio climático de origen antropogénico es un completo fraude. Punto de vista que también comparten innumerables científicos que prefieren no traicionar su compromiso deontológico pese a la influencia de enormes presiones políticas. Esta teoría tiene como último propósito el aumentar nuestros impuestos con la excusa de “curar” el planeta, reducir nuestras libertades, hacernos más pobres y conseguir que desaparezca el sector primario y la clase media en Europa, para que la gente, sometida a un sistema de crédito social, sea cada vez más vulnerable y dependiente de subvenciones que el Estado solo dará a los que no tengan la osadía de discrepar. Resulta la perfecta tiranía en aras de una hipotética buena causa que solo insiste en aplicar Europa. El futuro ya lo tienen diseñado: España será exclusivamente una huerta solar y un destino turístico si se lo permitimos. Afortunadamente, cada vez son menos los ingenuos que siguen sin ver en sus propias carnes los terribles efectos de esa agenda 2030 que nos quieren imponer. Pero no se lo pierdan, en el día de hoy votarán la posible elección de la ministra de transición ecológica Teresa Ribera, como premio a sus desvelos por atornillar la nefasta agenda 2030 en España, como nueva vicepresidenta del parlamento europeo con los votos previsibles de PSOE y PP. ¡Qué absoluta desvergüenza!
No creo que haya sido el cambio climático el causante de la catástrofe de Valencia, sino, en buena medida, el fanatismo obsesivo que emana de la agenda 2030 y sus leyes ideológicas. Mata la gestión de aficionados torpes y malintencionados de una catástrofe que les desborda y cuyo impacto no parece preocuparles demasiado. Mata el interés electoralista que es capaz de sacar rédito de una catástrofe como ésta, subordinando el interés de la población a sus fines. Mata la imprevisión. Mata la mentira.
Eusebio Alonso | Licenciado en ciencias físicas. Subdirector del diario online Adelante España.
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1 comentario en «La tragedia de Valencia: una inevitabilidad mucho más que cuestionable | Eusebio Alonso»
Como físico, licenciado en las ramas de Meteorología y Geofísica (1974) y en situación de jubilado, siempre tengo presente que, que ya en mis años de estudios -allá por los finales de los sesenta y comienzos de los setenta-, ya se hablaba de una posible alteración climática, sólo que en aquellos años se refería a un «próximo enfriamiento global». Pasaron los años y aquellas catástrofes nunca se produjeron; conclusión: se cambió la letra de la canción por «calentamiento global», cosa que, pasados los años para los que se preveía su aparición, tampoco sucedió. ¿Qué hacer para seguir atemorizando a la población?. Dejamos la cosa en «cambio climático» y aquí tenemos la madre de todas las desgracias.
Expuesto todo lo anterior, no tengo por más que estar totalmente de acuerdo con el Sr. Alonso, en todas y cada una de sus reflexiones y conclusiones y propuestas; todas ellas acertadas. Espero que cada vez sean menos los que traguen con el sapo.
Mi más cordial enhorabuena a Eusebio y un cordial saludo.