La Pérdida de España | Luis Antequera

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Impertérritos e indolentes, asistimos los españoles a un proceso de “Pérdida de España” que comienza en el año 1978 y que, al ritmo que lleva, podría consumarse en poco tiempo ya.

Dicho proceso opera en tres fases, la primera de las cuales es la que yo denominaría “Pérdida de España hacia abajo”, recogida ya en la Constitución del año 1978 mediante dos instrumentos que operan en el mismo sentido y con idéntico resultado. El primero, ese nefasto título VIII que impulsa la creación de hasta diecisiete minirrepúblicas mal llamadas “autonomías”, cada una con su correspondiente constitución denominado “estatuto”. Sin entrar en la naturaleza de las competencias que en España gestionan esas minirrepúblicas, -algunas como educación, seguridad social o interior de carácter altamente sensible en la construcción de una nación-, lo cierto es que el gasto público de las autonomías españolas alcanza ya el 40% del gasto público total. En otras palabras, el Estado Central apenas gestiona 3 de cada 5 euros que en España corresponden a la Administración; los otros 2 los gestionan las minirrepúblicas.

Junto a este fenómeno de fragmentación de la soberanía nacional, y también recogido en la Constitución, el de un Gobierno central muy débil, que requiere para su construcción de complejas mayorías parlamentarias, obligándole a ponerse en manos de partidos minúsculos respaldados por muy unos pocos votos, los cuales se venden a carísimo precio, y siempre el mismo: más fragmentación de la soberanía nacional.

El sistema en su conjunto es maléfico, y no parece que lo hubieran diseñado españoles bien intencionados y patriotas, sino directamente, sus peores enemigos.

La segunda dirección en la que España se nos disuelve entre las manos es la que yo llamaría “Pérdida de España hacia arriba”, proceso que se inicia en 1985 con la entrada de nuestro país en la entonces Comunidad Económica Europea, hoy Unión Europea. Aquí, al menos, reconozcamos que se antojaba imposible que todo el continente tendiera a su unificación y un pequeño país en su extremo sur se quedara fuera. Pero indudablemente, supondrá un importante trasvase de poder que, como el anterior, se hace en detrimento de la soberanía nacional.

Otra cosa es de reconocer: este trasvase de soberanía hacia arriba ha sido, para esta España débil e indefensa que contemplamos hoy, incluso positivo: estoy firmemente convencido de que, de no haber pertenecido España a la Unión Europea, los sucesivos referenda de secesión producidos en Cataluña habrían obtenido su objetivo. Más allá de “pequeños” detalles como esos jueces que han denegado a España la extradición del protagonista del evento, el fracaso de la orden europea de detención y otros, sin la aquiescencia europea a la acción que puso fin a la aventura secesionista, el débil Gobierno español nunca la habría acometido, y Cataluña se habría separado. Puede costar creerlo, pero lo cierto es que la Unión Europea aprobó dicha acción: lo hizo soto tavola, sin alharacas… pero la aprobó. Y ello, no por un inesperado y novedoso sentimiento pro-hispánico nunca visto en la Historia de Europa, sino porque la unificación europea no se puede permitir casos como el catalán: el entero continente está trufado de ellos, y el triunfo del primero está llamado a dar un impulso colosal a todos los demás. Es más, creo que, si España hubiera ingresado en ella antes de elaborar su Constitución, la Unión Europea no le habría permitido una chapuza como la del título VIII.

La tercera dirección en la que deambula esta Pérdida de España de la que hablamos es la que yo llamaría “la Pérdida Transversal”, la más desconocida, la que se ha hecho de manera más opaca, sin festejo ni conmemoración alguna, y por descontado, sin consultar a los españoles. Se trata de una inusitada cesión de soberanía hacia una indeterminada Autoridad Mundial, cuya sede nadie sabe a ciencia cierta dónde esté, (aunque lo sospechemos), y que impone un engendro que genéricamente podemos denominar el “Nuevo Orden Mundial”, cosa que hace a través de una serie de lobbies -el del aborto, el de la eutanasia, el del LGTBI, el de un feminismo antifeminista, el del cambio climático, el del adoctrinamiento escolar, el de las discriminaciones entre hombres y mujeres, el del derribo de las fronteras-, que aparecen como independientes entre sí, pero que, en realidad, persiguen un idéntico objetivo y profesan una ideología única y común: la del ataque frontal contra el ser humano, convertido en enemigo de un planeta Tierra elevado a la categoría de Divinidad.

¿Cuándo empieza este tercer proceso de Pérdida de España? Da un primer paso en 1985, con la aprobación de una Ley del Aborto que abre la puerta a todas las demás aberraciones. Pero adquiere un ritmo endiablado cuando en 2004 un gobernante inesperado, llamado a ser provisional, sin formación alguna, sin equipo, sin programa, sin experiencia, y gracias a un formidable atentado terrorista, gana unas elecciones y procede a gobernar durante siete inacabables años. Y más concretamente aún, el día en que, nada más ganar, visita la Organización de Naciones Unidas, donde recibe instrucciones claras y concretas del proceso que tiene que impulsar en nuestro país.

Y esto es lo que queda de España, señores: ese pequeño residuo que aún no gestionan ni las minirrepúblicas autonómicas, ni la Unión Europea, ni el Nuevo Orden Mundial, gracias a estos procesos de Pérdida de España que hemos dado en llamar “hacia abajo”, “hacia arriba” y “transversal”. Muy poquito ya, la verdad.

Que hagan Vds. mucho bien y que no reciban menos.

Luis Antequera | Escritor

6 comentarios en «La Pérdida de España | Luis Antequera»

  1. Lamentablemente es una descripción totalmente cierta de la situación de España.
    Ahora nos quejamos, con razón, de que se está olvidando y destruyendo lo conseguido en la transición, especialmente la aparente reconciliación.
    Sin embargo, esa misma transición es, al menos parcialmente, culpable de ello.
    En una nación cuya Constitución dice que todos somos iguales ante la Ley, se acordó que hubiera autonomías de primera y de Segunda.
    Se crearon policías autonómicas en Cataluña y País Vasco. Se mantuvo el privilegio del cupo Vasco y de Navarra.
    Se favoreció la representación en el parlamento de determinadas regiones, que han aprovechado para sus continuos chantajes.
    Nada de eso es igualdad.
    Todo eso continúa y se aumenta con la discriminación entre hombres y mujeres y con la concesión de nuevas ventajas a las regiones que ya las tienen.

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  2. COMO MEDICO, TODA ENFERMEDAD TIENE UNA CAUSA. D. LUIS ANTEQUERA NOS HA RESUMIDO LAS CAUSAS DE LA DESTRUCCIÓN DE ESPAÑA. COMO CONSECUENCIA DE LA TRAICIÓN Y CORRUPCIÓN… Y SEGUIMOS…

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  3. Luis, en la nefasta tercera dirección hay que mencionar también la destrucción de nuestra identidad cultural católica, y digo cultural, y no sólo religiosa. A la vez tratan de que seamos ateos y espirituales y quizá que estemos preparados para hacernos todos musulmanes, por si acaso, aunque esto último no lo veo tan claro. Una especie de gnosticismo sin dios ni Dios, inculto además, pues al menos el gnosticismo siempre ha contado con cierta formación filosófica-metafísica artificiosa e innecesariamente enrevesada, eso sí. Menéndez Pelayo ya profetizó con gran acierto que España empezaría a desunirse en cuanto renunciase a sus raíces católicas, y lo haría bastante rápido, además.

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  4. Como siempre, el D. Luis Antequera ha hecho, en este artículo, un estudio perfecto de la situación diseccionando, hasta lo más profundo, el estado de la cuestión. Bien; una vez que las causas han sido determinadas y sus efectos puestos de manifiesto, es hora de que entre todos los que, de una u otra forma, nos sentimos aludidos en la llamada de recuperar España, la España que nuestros antepasados nos legaron y nosotros heredamos, nos pongamos manos a la obra, por lo menos que nuestros hijos y nietos no se encuentren con una nación sumida en la división y la confrontación una vez más.

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  5. Tampoco ayuda que el Tribunal Constitucional se haya convertido en una tercera cámara legislativa no votada por los ciudadanos, que refrenda la supuesta constitucionalidad de las leyes cuando las hace la izquierda y sólo la izquierda siempre que cuente con mayoría seudoprogresista de sus miembros, y que, cuando tienen mayoría seudoconservadora, paraliza los recursos de inconstitucionalidad que se le plantean (hasta ahora su récord han sido 13 años y unos meses para la ley del aborto tristemente vigente), a la espera de que vuelva una mayoría seudoprogresista que haga el trabajo sucio.
    Con lo que cuesta al erario público y su manifiesta tendencia ideológica SIEMPRE en la misma dirección, sería mejor reformar la Constitución para suprimirlo, ahorrar a los españoles ese gasto tan oneroso y que sus competencias las asumiera el Tribunal Supremo, como ocurre en otros países, más democráticos que el nuestro. Total, el TS tampoco es del todo independiente, y tira de la misma cuerda ideológica, aunque algo menos. A nuestros políticos les seguiría sirviendo para lo mismo, pero se ahorraría algo de dinero público y se mejoraría la unidad jurisdiccional del Poder Judicial, ya que los enfrentamientos entre TS y TC siempre acaban con la prevalencia de este último, un órganos judicial que no forma parte del Poder Judicial , que no está sometido por lo tanto a la autoridad superior del Tribunal Supremo (tampoco del Parlamento o el Gobierno, al menos en teoría), que está por encima de dicho Tribunal, si llega el caso, y que por tanto hace que el Tribunal Supremo deje de ser eso mismo, Supremo. ¿Cabe mayor contrasentido? Y encima es el menos independiente de los dos

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  6. Pues sí cabe ese contrasentido. Que el Tribunal de garantías constitucionales garantice siempre la constitucionalidad de las leyes más anticonstitucionales posibles, siempre las de los Parlamentos de mayoría ideológica de izquierda y que la misma supuesta derecha que recurrió dichas leyes se alegre de esos fallos efusivamente. A estas alturas, el voto ciudadano ha perdido todo sentido. ¿Para qué, si siempre van a hacer lo mismo los que estén, o a esperar a poder hacerlo cuando vuelva a haber una mayoría de izquierdas y mientras mantener el paripé conservando, como buenos (es decir, malos) conservadores, lo perpetrado por la mayoría de izquierda anterior?

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