La mentira poblacional | José Antonio Ruiz de la Hermosa

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Queridos amigos, otra semana más con ese inconformismo que me caracteriza y que no es realidad mas que el acumulo de circunstancias, eventos y anécdotas, que el paso del tiempo, todos atesoramos en nuestra parte de vida llamada experiencia.

Hace muchos años, casi como diría la película Star Wars, en otro tiempo y otra galaxia, vivíamos de una manera completamente diferente a la actual. Los entonces jóvenes vivíamos felices con nuestra vida y nuestro trabajo. Pues, el más y el que menos, desde temprana edad, además de hacer la primaria y el bachillerato, echábamos un ratillo, o algo más, para ayudar económica y socialmente a nuestra familia.

Recuerdo esos momentos de la era, donde se separaba el grano de la paja, o la recolección de determinados elementos, como los garbanzos, que nos facilitaban y a la vez obligaban a tener que bañarnos en una alberca, camino del pueblo. Eso sí, sin bañador, con nuestra ropa interior y con el fin, no solo de refrescarnos de la canícula veraniega, sino de quitarnos el polvo de las faenas agrícolas en las que habíamos ayudado a cambio de ningún emolumento.

En mi caso, aquello era todavía más importante, pues yo solo vivía en el pueblo de mi madre, desde mitad de junio a mitad de septiembre, volviendo a Madrid para el curso escolar en el Instituto de San Isidro, al que entre en “párvulos” y salí con la primera promoción de “COU”. Pero, no olvidemos esos meses de Madrid, en los que el negocio familiar, que llevaba mi hermana, también exigía algún que otro momento que te quitabas de una televisión que solo tenia un canal, el de TVE en VHF y luego otro más adelante que en el UHF, se convirtió en la cadena cultural de la tele.

Todo esto viene a que esa felicidad que nos promete Pablete y su Agenda 2030, 2040 y 2050, nunca podrá superar aquellos momentos de la puesta de sol tras la era, el trillo y la recogida de garbanzos. Pero claro, el problema es que la televisión ha crecido y la era ha desaparecido. La mecanización ha llevado al campo al mínimo exponente en mano de obra y un máximo de tiempo libre. Y con esto no quiero decir nada al respecto de ambos, sino que quizás esa falta de trabajo es lo que hace que nuestros hijos sentados frente a una maquinita, se dediquen, como decía mi padre, a matar marcianos.

Los ordenadores, tablets, teléfonos inteligentes, etc., son unos instrumentos de trabajo formidables, que nos permiten hacer multitud de cosas fácil y rápidamente, pero que no dan ninguna alegría al intelecto y menos al espíritu. En definitiva, ningún tierno infante es ahora, más feliz de lo que, posiblemente, usted y yo lo fuimos. Todas esas maquinitas no son en definitiva más que elementos alienadores de nuestra juventud. Una juventud que no tiene ninguna experiencia física o mental que desarrolle su personalidad como seres vivos, como personas, como ciudadanos de provecho, y no como simples elementos de la novela 1984 del inefable Orwell.

Ahora bien, ¿hasta qué punto se ha llegado a esta situación por la vía del control mental de la población?. Creo que es algo perfectamente predefinido por las elites que desean tenernos completamente controlados. Un paso más hacia ese mundo ideal del año 2030, donde no tendremos nada, pero viviremos con lo básico que nos facilitara esa élite, mientras se procede al control poblacional del mundo. Pues como ustedes conocen y si no les emplazo a que lo conozcan a través de los informes de la ONU sobre control poblacional y sobrepoblación mundial, y en los que los funcionarios de esa institución mundial, ¡ojo! ellos son una casta privilegiada, se aconseja, digo, las líneas a seguir para obtener una población que se regule entre 500 y 700 millones de habitantes.

Dios mío, esas cifras son impensables, salvo que…: Pues sí, salvo eso, se producirá a lo largo de los próximos cincuenta años una desaceleración en los nacimientos. De hecho en los países occidentales y gracias al aborto o la pastilla del día después el crecimiento es negativo y el envejecimiento de la población en elevación continua y preocupante. Pero dirán ustedes ¿si países como España han crecido en número de población?. Bien es verdad, pero no es población autóctona. En España hay cinco millones de personas más de forma legal y unos tres millones de ilegales desde hace unos diez años. Este crecimiento es fomentado para la creación de una raza de cruce, entre razas, pues el número de niños nacidos de padres de raza española, ha caído como en un precipicio profundo, tan profundo que no se ve su final.

Los motivos son la creciente preocupación de las mujeres por trabajar y ser independientes económicamente y sobre todo el enfrentamiento entre sexos, disfrazado de enfrentamiento entre géneros (recordemos que las palabras tienen genero, las personas sexo). Lo anterior se obtiene de la desconfianza, el miedo, el enfrentamiento y la comodidad que da no tener hijos, motivo importante de la creación de la familia, algo que ya Engels y luego Marx, definieron como el mayor enemigo del comunismo y ahora el globalismo, hijo putativo de los anteriores. Para redondear con la implantación de una nueva población venida de fuera, que no comparte cultura, valores y sobre todo otro motivo a destruir: religión.

La familia es un estorbo para el sistema globalista, el de los 500 millones de terrestres. Y la mejor manera de destruir la familia ha sido por una parte la integración de la mujer al mundo laboral, algo que ya hacía antes de manera secuencial y parcial y que ha provocado sin imponerlo la desaparición de los hijos, del hijo único y de la generación de nuevas personas. En 1975 un trabajador normal podía tener una familia, su esposa generalmente no trabajaba y tenía tres o cuatro hijos que estudiaban ¡Con aprovechamiento de futuro! Y quizás alguien de edad avanzada en casa. Además de una vivienda en propiedad y posiblemente otras ventajas personales. Hoy en día, año 2020, eso es inviable. Si alguien decide casarse o vivir en pareja, raramente podrá acceder con facilidad a una vivienda en propiedad y lo de tener hijos es inviable, primero por motivos económicos y segundo porque la publicidad subliminal del Estado nos lleva al aborto y la eutanasia, pero no puede evitar la necesidad del individuo de la afectividad. Pero por eso aparecen las mascotas. Ahora mismo el censo de mascotas personales conocido, duplica al número de niños.

Y podríamos seguir con este tema, durante mucho tiempo, muchas páginas. Pero yo la verdad prefiero hacerles una pregunta o varias, no con afán de que me respondan, sino con afán de que se respondan a sí mismos….:

¿A quién beneficia todo esto?. La desaparición de la familia, la pérdida de valores y cariño, y sobre todo la soledad. ¿No será que alguien pretende que solo haya 500 millones de habitantes en la tierra?

Y ahí lo dejo hasta la semana que viene…

José Antonio Ruiz de la Hermosa | Escritor

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