Al igual que en estas páginas digitales, escribo en otras, y muy concretamente en una revista mixta, es decir digital y edición en papel todos los meses. Se trata de DW Diplomatic World, dedicada a temas relacionados con la diplomacia, las embajadas, las personas que se dedican a ese interesante mundo. Y lo hace desde el plano de dar a conocer a las personas y los países de este proceloso mundo. Yo, concretamente hago las páginas dedicadas a la literatura, y para más abundar mi sección, de unas cuatro páginas, la dedico a los autores de libros, normalmente haciendo un resumen de su último libro, de su obra o un retrato del autor, Y este mes le ha tocado a un cineasta metido a escritor. Y, dirán ustedes, ¿todo esto a que viene? Pues…, es sumamente importante, porque existe un director de cine español, que además escribe, que ha decidido poner los puntos sobre las íes en su “mundo”.
Luis María Ferrández es, entre otras cosas, director de televisión y cine y, además, escritor de guiones o, por ejemplo, libros. Y su última obra “LA FUERZA DEL RELATO” es un buen ejemplo de ello. Este hombre, gran discurridor, ha llevado adelante una obra que se define por tres excelentes frases consecutivas: Contar una historia es algo necesario; Contar una buena historia es algo extraordinario; Pero contar la verdad es algo imprescindible.
Y en la “Fuerza el Relato” está el meollo de la cuestión, pues en esa fuerza se halla normalmente la verdad de la lucha cultural en la que estamos inmersos, desde que las otras fuerzas, las oscuras del mal que manejan lo woke, lo progre, la izquierda malintencionada actual, entraron en juego hace ya muchos años.
Y ahí me di cuenta de que era imprescindible entrevistar a Luis María Ferrández y hablar de su obra, de su libro: “La Fuerza del Relato”. Pero era también imprescindible hablar de su vocación, el cine, que le ha llevado a ponerse detrás de los mandos de la filmación de tres obras, tres de momento, que cuentan su verdad, la verdad que todos buscamos. Y esa es su cruz, porque si hay algo maldito en la sociedad WOKE es la verdad, y alguien a quien perseguir y destruir, quien la dice.
El libro “La Fuerza del Relato”, busca descubrir las claves ocultas detrás de la construcción de relatos ideológicos, relatos perfectamente estructurados, imbricados en una lucha ideológica concreta y que pretenden dominar, en esta era digital, el campo de la batalla cultural. Los chicos malos han basado su trabajo en la narrativa de la seducción, un terreno donde la ficción tiene un poder transformador, moldeando nuestra percepción del entorno y de la realidad misma. ¿Y cómo?, ¿y porqué están ahora en ello?, más bien ¿desde cuando han apretado el acelerador y están usando todos los medios, antes analógicos y ahora digitales para imponer su idea y sojuzgar las nuestras?
Una vez que cae el muro de Berlín, ya no existe una conciencia de lucha de clases por parte del obrero, de la izquierda social y necesitan construir otra batalla, otro relato. Esta es una batalla cultural, que sigue con la base del opresor y el oprimido. Pero, desde un punto de vista más cultural. En este momento, el comunismo como idea y como control de esas clases, que él mismo ha ayudado a crear y definir, se queda sin fuerza motriz, ya que el trabajador entra a formar parte del propio capital.
Y en la búsqueda de ese nuevo frente de batalla encuentra una serie de filones, antes inexplorados, que son las minorías identitarias: El feminismo, el animalismo, el indigenismo, ecologismo climático, las enfermedades en forma de pandemias. En definitiva, explotar los miedos y las sensaciones de inferioridad de determinados colectivos, para crear enfrentamientos. Y esto se ve en el libro que es un análisis y sobre todo busca que las personas que lo lean traten de entender porque las políticas de derechas nunca se han preocupado de ese relato; mientras que la izquierda política, siempre ha tratado de vendernos, de introducirnos un relato.
Un ejemplo es la Revolución Francesa, que lo primero que hace es mandarnos tres mensajes claros y muy directos: Libertad, Igualdad y Fraternidad. Esto ya surge en el famoso local de la primera asamblea “El juego de pelota” donde se inventa lo de izquierda y derecha y, donde, desde el primer momento, la incipiente izquierda se arroga las tres palabras tan bonitas e indiscutibles. Y también se apropia de una lucha, larvada y olvidada hasta entonces, que es el anticlericalismo. Ellos son los buenos, y los de enfrente se han quedado sin discurso fácil e indiscutiblemente atrayente para cualquiera; porque, ¿quién va a estar en contra de ese discurso?
Pero estos lodos son de aquellos polvos. Cuando surge la le Revolución Industrial y hacemos el nuevo relato, este es, que la izquierda está con el trabajador luchando contra el burgués, contra el capitalista que oprime al asalariado de la industria o la minería, en un principio. Y que no es hasta la Revolución de 1917, cuando se incluye en el paquete reivindicativo al que trabaja la tierra.
El propagandista es el que ataca a la situación más o menos conflictiva, con la agitación y con las palancas de lo reivindicativo. ¿Quiénes mueven esas palancas? Pues inicialmente gente con principios y valores, pero una vez puestos en marcha, se les saca del control de su propia creación por los instigadores del nuevo relato. Curiosamente, si tú te pones a ver las biografías de esos individuos, nunca te encontrarás a procedentes de la clase que se han inventado para esa lucha. Un ejemplo claro es Marx, quizás mejor Lenin, hijo de un alto funcionario zarista, que vive la mayor parte de su vida de una pensión de viudedad y orfandad familiar que tiene su familia a la muerte de su padre. Sin embargo, Lenin es el adalid de la lucha anti zarista.
La derecha pretende el poder para ejecutar políticas liberales, piensa en la economía y en la nación en su conjunto y sus individuos. La izquierda no, piensa en el poder para imponer a sus líderes y sus ideas a la nación y en la única economía que piensa es en la suya propia. Su relato está tan bien hecho que, cuando la derecha se apropia del poder, es un golpe de estado. Cuando lo hace la izquierda es una revolución de, y por, el pueblo. ¡Relato!, todo relato. Llegan hasta tal punto que en ciertos casos se apropian del relato nacionalista. Cuando su base ideológica, reniega del nacionalismo, pues pretende imponer el internacionalismo.
En definitiva, debemos hablar de que esa izquierda panfletaria maneja la emoción. Es sobrecogedor como se utilizan las emociones. Cuando no interesas se utilizan una serie de palabras que te llevan a la cancelación. Se hacen frases, campañas, donde la memoria colectiva atrapara las ideas que van a desprestigiar, anulando al opositor y buscando la creación de individuos que sean incapaces de pensar, simplemente que piensen lo que el estado, o el ideólogo, quiera. Intelectualmente se busca con las consignas la eliminación de la capacidad de discernimiento. Con el relato de las maravillas, puedes quitar las libertades con decálogos o guiones de esas maravillas que en definitiva solo buscan la culpabilidad del individuo que es incapaz de hacer lo que es bueno para la sociedad en su conjunto.
Y, ¿qué podemos hacer contra el relato? Información. La verdad mata el relato. Ese es nuestro camino. Y ahí lo dejo…
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