La escuela, ¿para qué se educa realmente? | Albert Mesa Rey

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La idea conceptual de la Educación

El concepto de educación se definiría como un proceso a través del cual, los individuos adquieren conocimientos, ya sea habilidades, creencias, valores o hábitos, de parte de otros quienes son los responsables de transmitírselos, utilizando para ello distintos métodos como, por ejemplo, mediante discusiones, narraciones de historias, el ejemplo propiamente dicho, la investigación y la formación.

Tomando en cuenta la definición de educación, es importante acotar que únicamente no se da a través de palabras, puesto que en las acciones de cada individuo puede haber algo de ello, así como también en las actitudes y sentimientos. Por lo general el proceso educativo es dirigido por una figura de gran autoridad, como por ejemplo los maestros, los padres, directores, etc.

¿la educación hace al hombre o el hombre hace a la educación?

El resultado final del proceso educativo es incierto, ya que el ser humano nunca deja de aprender, por ende, de cambiar sus conductas y sus preceptos. Sin embargo, las etapas iniciales de la vida se consideran cruciales para la formación y educación del individuo (tanto en aspectos formales como en materia afectiva, ciudadana, etc.), ya que serán responsables del modo de actuar que el individuo presente en su adultez.

Las leyes de Educación desde la Transición a la actualidad

 Desde 1980, los que tenemos cierta edad y hemos vivido la Transición, hemos visto 8 leyes de educación. El autor de este artículo entiende que las leyes que regulan la educación de los ciudadanos, debería ser un Pacto de Estado superior a los intereses de los partidos. Desgraciadamente no ha sido así y particularmente las últimas, siempre impulsadas por los socialistas, más han tenido de manipulaciones de ingeniería social que de un verdadero ánimo de mejorar la educación que reciben los ciudadanos. Abusando de tu paciencia, permíteme que hagamos un resumen de esas 8 leyes de “educación”, para luego exponerte mis impresiones.

La primera fue la Ley Orgánica por la que se regula el Estatuto de Centros Escolares (LOECE) de 1980. Esa primera ley educativa aprobada en democracia en España y la primera en materia de educación tras la Constitución de 1978. Salió adelante bajo el Gobierno de Unión de Centro Democrático (UCD), firmada por el ministro José Manuel Otero, y sus principales aportaciones fueron la creación de entidades colegiadas que agruparan a todos los sectores de la comunidad educativa (las asociaciones de padres, entre ellas, por ejemplo) y la aplicación de un sistema democrático de organización en los colegios e institutos. La polémica llegó cuando el PSOE la recurrió, aduciendo que no respetaba la Carta Magna, y el Tribunal Constitucional le dio la razón. No llegó a entrar en vigor por dos motivos: el golpe de Estado del 23-F (1981) y la victoria electoral del Partido Socialista (1982).

En 1985 se promulga la Ley Orgánica reguladora del Derecho a la Educación (LODE)- Es la segunda ley de Educación de la democracia, llegó de la mano del Partido Socialista, que ya gobernaba en España tras ganar las elecciones en 1982, y era su ministro de Educación José María Maravall. Una de sus principales novedades fue el impulso de los llamados consejos escolares, órganos que por primera vez facilitaron la participación de alumnos, padres y profesores en la gestión de los centros. Además, mantuvo intacto el sistema de enseñanza que había aprobado el régimen franquista en su Ley General de Educación de 1970 (EGB y BUP), vigente hasta ese momento, pero añadió una modificación sustancial al plan de subvenciones a centros escolares privados que recogía dicha legislación: a partir de este año, debían cumplir una serie de requisitos y estaban obligados a admitir de forma preferente a aquellos niños que residieran más cerca del centro, tuvieran hermanos estudiando ya en sus aulas o cuyas familias contaran con menor capacidad económica. Tardó en tramitarse porque algunos partidos también recurrieron el texto.

En 1990 se promulga la Ley Orgánica de Ordenación General del Sistema Educativo (LOGSE) de infausto recuerdo. Solo contó con los votos en contra del Partido Popular y fue impulsada y aprobada por el PSOE (con Felipe González como presidente y Javier Solana como ministro de Educación). Ahora sí, esta reforma acabó con el sistema de EGB y BUP de la LGE (1970) y estableció los ciclos formativos de Educación Infantil (0 a 6 años), Educación Primaria (6 a 12 años), Educación Secundaria Obligatoria -ESO- (de 12 a 16 años) y Bachillerato. Esta última etapa, además, se estableció como ciclo no obligatorio (de los 16 a los 18 años). Otros cambios fueron: establecer la escolaridad obligatoria hasta los 16 años, la posibilidad de cursar materias impartidas por docentes especializados y la reducción de las ratios por aula de 40 a 25 alumnos.

En 1995 se promulga la Ley Orgánica de Participación, Evaluación y Gobierno de los Centros Docentes (LOPEG). Se aprobó de nuevo bajo un Gobierno socialista en noviembre de 1995 y más que una reforma, supuso un complemento a la LOGSE. Sus objetivos tenían que ver con la organización y gestión de los centros escolares, a los que otorgó una autonomía mayor y obligó a admitir de forma preferente a alumnos procedentes de minorías sociales. Con esta ley, además, se reforzó la función inspectora, se amplió la vigencia del cargo de director de centro de tres a cuatro años (elegido por el Consejo Escolar, como hasta entonces) y promovió la jubilación anticipada del personal docente a los sesenta años hasta el año 2000.

Es del 2002 la Ley Orgánica de Calidad de la Educación (LOCE). Se trata de la primera reforma educativa del Gobierno del Partido Popular tras ganar las elecciones en 1996, con José María Aznar a la cabeza y Pilar del Castillo como ministra de Educación. Se aprobó en 2002 pero no entró en vigor hasta el año 2003 y tuvo una vida bastante fugaz: la victoria electoral de José Luis Rodríguez Zapatero (PSOE) en 2004 y un decreto inmediato aprobado por los socialistas paralizó la aplicación de muchas de sus medidas (en 2006 se aprobó una nueva ley). Entre sus novedades, encontramos la puesta en marcha de itinerarios formativos diferentes en Educación Secundaria y Bachillerato, una prueba de reválida al final de Bachillerato, la asignatura de religión computable y algunos cambios en los currículos formativos de la etapa de Educación Infantil.

En 2006 el PSOE promulga la Ley Orgánica de Educación (LOE). Derogó las leyes educativas previas, salvo la LODE de 1985, pero mantuvo el sistema establecido en la LOGSE. Entró en vigor en 2006, con Rodríguez Zapatero como presidente del Gobierno y María Jesús San Segundo como ministra de Educación, aunque después la desarrolló Mercedes Cabrera, su sucesora al frente de dicha cartera. Permitió el paso de curso con dos asignaturas suspendidas como máximo, blindó las enseñanzas comunes a todas las Comunidades Autónomas y encontró sus principales polémicas en la asignatura de Educación para la ciudadanía y el mantenimiento de la asignatura de Religión como oferta obligada en los centros, pero optativa para los alumnos.

En 2013, el Partido Popular intenta remediar algunos de los aspectos más dañino de la LOE.  La Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa (LOMCE), bautizada como ‘ley Wert’, pues su impulsor fue el ministro de Educación del Gobierno de Mariano Rajoy José Ignacio Wert (PP), es la ley educativa y que estableció el castellano como lengua vehicular. Su aprobación trajo una de las polémicas más fuertes que se recuerdan por medidas como: la implantación de las reválidas al final de ESO y Bachillerato, la reducción de las asignaturas optativas, la eliminación de las asignaturas Educación para la Ciudadanía y Ciencias para el Mundo Contemporáneo y el impulso renovado a la asignatura de Religión.

Pero el gobierno Sánchez en 2020 no podía dejar pasar la ocasión de dejar su impronta, la Ley Orgánica de Modificación de la LOE (LOMLOE). Fue aprobada en el Congreso de los Diputados y llegó de la mano del actual Gobierno socialista de Pedro Sánchez y de su ministra de Educación, Isabel Celaá, de ahí que se la conozca popularmente como ‘ley Celaá’. Se trata de la primera reforma educativa impulsada y aprobada por un Gobierno de coalición (PSOE y Unidas Podemos) de la democracia en España. La polémica, en este caso, ha llegado por medidas como: la eliminación del castellano como lengua vehicular de la enseñanza, la obligatoriedad de los centros ordinarios de implementar los medios necesarios para escolarizar al alumnado de Educación Especial en un plazo de diez años y la no obligatoriedad de cursar la asignatura de Ética en 4º curso de Educación Secundaria.

¿Los pretendidos objetivos de la Educación?

A la vista de este panorama legislativo, solo cabe preguntarse: ¿qué se pretende con esa demencial manipulación de la educación? Aquí permíteme amable lector que entremos en el terreno de la especulación. Es evidente a todas luces que la educación lleva una deriva hacia el fracaso, pero quizás deberíamos preguntarnos si esto se debe a un error de nuestros gobernantes o se trata de una característica del sistema.

La verdadera grieta al ponernos a analizar la situación es que creo que no se trata de un tema de derechas-izquierdas o de innovadores-tradicionalistas. En mi opinión, una sería la que se abre entre quienes creen que educar debe servir para algo (propagar ideología, perpetuar un sistema político, en definitiva, manipular) o quienes piensan que educar debe servir a alguien (al educando). A la postre, esas dicotomías no resultan tan importantes cuando en todos los casos, unos y otros creen que la educación sirve para meterle al alumno “ideas correctas” o “adiestrarle en habilidades útiles”. Quizás puestos a elegir entre lo malo y lo peor me quedo con esa segunda opción. Hay quienes creemos que educar vale por si mismo, no por lo que la economía presente o futura, o por lo que uno u otra ideología quieran hacer del estudiante. Algunos de nosotros creemos que darle saber y conocimientos a nuestros jóvenes es tanto como darles salud, fuerza física, afecto, disfrute por la vida. Somos los creemos que la educación debe hacer mejores a las personas. Quizás sea la educación lo que haga la diferencia de que una sociedad lo sea de “ciudadanos libres e iguales” (libertad, pensamiento crítico, madurez emocional) o de simples “súbditos”.

No soy pedagogo, pero desde la perspectiva que me dan los años vividos, no dejan de sorprenderme y no agradablemente, los sistemas educativos desde el advenimiento de la “democracia” y el funcionamiento de la escuela, en particular de la pública. Como observador de la actualidad, no puedo evitar hacerme algunas preguntas:

¿Y si la vía que tienen nuestros colegios e institutos de servir al país (o a la sociedad) no fuera ilustrar hasta el máximo posible a cada uno de los que pasan por ellos?

¿Y si el propósito fuera retener estabulados a millones de niños y jóvenes para que no molesten a los que estamos en edades productivas?

¿Y si se les entretuviera entre tanto con un poco de ideología por aquí, un poco de saberes por allá, pero sin esfuerzos excesivos, ya que al fin y al cabo la mayoría de estos alumnos terminarán haciendo cosas como cuidar ancianos o fregar esas escaleras donde Roomba no marcha del todo bien?

¿Y si nuestros profesores fueran ya solo animadores socioculturales mejor pagados que sus homónimos en Benidorm, que amenizan a jubilados en vez de a púberes?

¿Y en la universidad? Está de moda que después de una licenciatura, el recién licenciado tenga que hacer unos carísimos másteres que completen su currículo para acceder a un puesto de trabajo que, en muchos casos, demasiados, no cumplen ni expectativas ni se refieren a la educación recibida. ¿Quizás es que sale más barato un estudiante que un parado y socialmente está mejor aceptado? Sospecho que el nivel general de estos de esos títulos, tienen apariencia de una utilidad más de “cara a la galería” que una utilidad real al tejido social al que se supone deberían servir. Además, y permíteme amable lector la ironía, cuanto más tiempo estén en la universidad, más nos ahorramos en subsidios al paro y en pensiones.

En el fondo, sospecho que la situación de nuestros sistemas educativos tiene un claro paralelismo con aquel viejo chiste soviético que venía a decir que: “los obreros de las fábricas de la extinta URSS hacían como que trabajaban y el Estado hacía como que les pagaba” Poco a poco el sistema educativo se va asemejando a esto: “los profesores hacen como que enseñan y los alumnos hacen como que aprenden”, y sospecho que a ningún gobierno le molesta o preocupa que esto sea así. Los suspensos cada vez importan menos, cada vez hay menos recuperaciones y el esfuerzo y la excelencia es cada vez menos necesaria. La economía del futuro parece no necesitar otra cosa.

Paradójicamente, todo este galimatías formativo no se lo aplican ellos mismos, me refiero a esos que pergeñan esos demenciales programas educativos. Ellos llevan a sus retoños a las escuelas privadas y algunas de las concertadas –casualmente, las más caras- donde la educación es digamos más “clásica”. Da mucho que pensar si es que uno quiere hacerlo.

La “educación sexual con perspectiva de género”

Un capítulo aparte merece comentar la inclusión en el sistema educativo de “la educación sexual con perspectiva de género”. Si afirmo que es adoctrinamiento “Queer” dentro de la línea de pensamiento “Woke” podría dar por finalizado este apartado.

La ideología “Queer” es una teoría acientífica y antirreligiosa que pretende, al albur del globalismo galopante, convertirse en una posición política-filosófica rectora de la sociedad de la Agenda 2030. Establece que los caracteres genitales con los que nace una persona no deben ser limitantes y condicionantes de identificarse como “hombre-mujer” o “masculino-femenino”.

Desde el punto de vista de la psiquiatría clásica, esto sería la justificación de una alteración de la personalidad etiquetada como “disforia de género”.  La ideología Queer pretende establecer y normalizar que hay personas que tienen una “identidad de género” que no se corresponde con la “asignada por los genitales” pero determinada por su dotación cromosómica (XY para los machos y XX para las hembras de todas las especies).

Estas charlas que se imparten en escuelas e institutos vienen a decir a alumnos que están en la difícil etapa de la adolescencia, que si no se sienten a gusto con las “imposiciones sexistas” entonces es que están atrapados en un “cuerpo equivocado”.

Corolario

En la entrada de una universidad en Sudáfrica está el siguiente mensaje para reflexión de los estudiantes”: “Para destruir una nación no se requiere de bombas atómicas o misiles de largo alcance. Sólo se necesita bajar el nivel de educación y permitir que se copie en los exámenes

  • Los pacientes mueren en manos de tales doctores.
  • Los edificios colapsan en manos de tales ingenieros.
  • El dinero se pierde en manos de tales economistas y contables.
  • El Humanismo muere en manos de tales religiosos.
  • La Justicia muere en manos de tales jueces.”

El colapso de la Educación es el colapso de una nación y me temo que estamos recorriendo este camino a velocidad de crucero, cegados por lo supuestamente “progresista y moderno”.

Mi tiempo de educar hijos ya pasó. Educar a mis nietos ya no me corresponde. El testigo de la carrera de la vida ya cambió de mano y son otros los que ya corren sus 400 metros hasta que un día también ellos también deberán pasar el testigo. Eso no quita que desde mi posición ya casi de observador, que ya no la de actor, no tenga mi opinión y que gracias a este medio tenga la oportunidad de expresarla.

Si has llegado hasta aquí y he sido capaz de moverte a alguna reflexión, daré por bien pagado el tiempo que me ha llevado a escribirlo. Una vez más amable lector no pretendo que estés de acuerdo conmigo ni siquiera con lo que aquí expongo, es simplemente un artículo de opinión y de momento, expresarla, está amparado por el artículo 20 de nuestra Constitución. Gracias por leerme.

Albert Mesa Rey | Escritor

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