La dictadura sin rostro | Julio García

La dictadura sin rostro

Hace algunas semanas asistimos en Madrid a la presentación por sus autores del libro “Desmontando la Agenda 2030. José-Ramón Ferrandis y Felipe González Abad (Editorial Luz de Trento)”. Nos consta que también van a presentarlo por diversos puntos de España.

Como características generales de la Agenda 2030 explicadas por los autores del libro, destacamos:

La ONU ha fracasado en su misión principal, preservar la paz; desde su fundación no han sido capaces de parar ninguna guerra, ni mantener la paz en el mundo tras la II Guerra Mundial. Este objetivo fundacional ha sido sustituido por múltiples actividades al margen de su función original; el caso más claro es el de la Agenda 2030.

La Agenda 2030 es un catálogo de buenas intenciones para el mundo y para solucionar sus diferentes problemas, como continuación de programas anteriores, llevados a cabo durante décadas, desde los años 70 del siglo XX, y que se han saldado siempre con sonoros fracasos.

La Agenda 2030 ha tenido un gran éxito comercial; todos los países están llevando a cabo las directrices de la Agenda; parece como si hubiera una dirección universal que desconocemos y que hace que todos los gobiernos del mundo se muevan con una extraña unanimidad aplicando sus consignas.

Utiliza un lenguaje melifluo, reiterativo, con términos que ahora suenan bien: resiliencia, sostenible, inclusivo, redistribución, y una redacción pesada y poco clara, llena de eufemismos. En varias ocasiones se repiten casi literalmente Metas y Objetivos.

Adopta una perspectiva ONU (mundial), sin el menor soporte de Administraciones Estatales o locales; siempre da un alcance universal a cualquier Objetivo o Meta, por lo que resultan imposibles de realizar. Suele expresar que “todo el mundo debe hacer…”; se queda en declaraciones ineficaces, que hacen inviable la adopción de soluciones globales; también da recomendaciones que ya se están realizando por otros organismos o asociaciones internacionales. No tiene en cuenta que cualquier política que pretenda mejorar o cambiar algo debe estar basada en la actuación concreta de las Administraciones Estatales o locales, y tener muy en cuenta las diferentes circunstancias de cada país. Sin ellas, cualquier Meta u Objetivo es solo una declaración buenista de intenciones.

Los Objetivos y las Metas son «brindis al sol’, obviedades a las que nadie se opone a priori: acabar con la pobreza, el hambre, etc. en el mundo; pero toda la Agenda destila bajo cuerda una visión globalista-progresista, de corte socialista-intervencionista, desde una perspectiva materialista, sin la más mínima referencia a valores religiosos o trascendentes.

En las Metas se cuelan subrepticiamente ideas y políticas erróneas que vemos cómo en el momento actual siguen todos los gobiernos y todos los partidos, desde el centro a la izquierda. Constituye el primer paso de un futuro gobierno mundial.

Se ve enseguida la obsesión de la Agenda por recaudar, bajo el eufemismo de promover «instrumentos financieros». Como ya conocemos en nuestras latitudes, los progres siempre tienen un ansia desmedida de obtener dinero. La Agenda ha supuesto desde siempre, también en sus antecedentes históricos, un coste enorme para los países “ricos”, y quieren continuar en esa línea recaudatoria y falsamente redistributiva.

Hay que destacar el escaso eco que la Agenda tiene en los países de confesión musulmana. Existe una asociación de todos los países islámicos (Organización para la Cooperación Islámica, nacida en 1.969, con 57 países miembros en total), que siguen ciegamente todos los dogmas islamistas. Habitualmente dan el mismo sentido a su voto en la ONU, y son totalmente contrarios a la Agenda en muchos de sus principios, sin que nadie parezca llamarles la atención por ello.

La crítica que hacen los autores del libro, buenos conocedores de los temas de la Agenda 2030, es muy interesante. En cada Meta u Objetivo presentan en contraposición a la Agenda los criterios correctos para solucionar los temas planteados, bien explicando la base política y técnica para resolverlos, bien refutando con abundantes datos las afirmaciones de la Agenda, o bien describiendo experiencias reales de éxito, entre las que se encuentran varias españolas (solución del chabolismo de los años 50-60 del siglo XX, los Planes de Desarrollo, etc.) y de otros países (Francia, Holanda, etc). En cada Objetivo y en cada Meta los autores muestran su gran conocimiento de cómo hay que plantear las políticas públicas para que contribuyan realmente al desarrollo, con criterios elaborados, profusión de datos y multitud de ejemplos, que presentan una clara alternativa a los confusos mensajes que lanza la Agenda.

El conjunto de las aportaciones de los autores constituye todo un corpus doctrinal de principios y acciones de buena política. Un caudal muy valioso para los interesados en encontrar soluciones a una gran parte de los problemas de nuestro tiempo, al menos en lo relativo a las políticas públicas concretas a aplicar a los más diversos temas.

Entre estos principios los autores destacan que, para resolver los problemas de subdesarrollo, pobreza, carencia en servicios y equipamientos básicos, etc., las políticas a implementar deben empezar por la generación de riqueza por los Estados. Frente a la tozudez de la Agenda 2030 por redistribuir -léase quitar a unos para regalárselo a otros, personas o países-, las políticas de éxito a lo largo de la Historia han consistido en favorecer la iniciativa privada y promover la creación de riqueza, para que existan excedentes económicos que permitan implementar políticas en el marco de una economía de mercado; ofrecer garantías a la inversión, favorecer el comercio, políticas de diversificación e innovación, programas educativos, infraestructuras y equipamientos, estabilidad institucional, crecimiento económico, conseguir una Administración eficaz, una Justicia independiente, transparencia, facilitar la integración en los mercados internacionales, etc.

Con 17 Objetivos y 169 Metas sería difícil explicar en un artículo todo el detalle de la Agenda; aquí solo exponemos algunos de los temas que más nos han llamado la atención, porque los estamos sufriendo cada día. Los autores destacan algunas metas que camuflan con su neolengua otros intereses y que están siendo implementadas en todo el mundo:

Meta 2b, Objetivo 2: “eliminar las subvenciones a las exportaciones agrícolas”. Está en el origen del desmontaje de la PAC (Política Agraria Común) en la UE, que perjudica -entre otros- al campo español.

Meta 5.6 del Objetivo 5, y Meta 3.7 del Objetivo 3. “asegurar y garantizar el acceso universal a los servicios de salud sexual y reproductiva”. Sin decirlo expresamente -sólo se ve al entrar en el detalle-, estas Metas impulsan la extensión del aborto en todos los países del mundo. Ya sólo con promover a ultranza el aborto la Agenda 2030 queda invalidada en su totalidad. Obedece a la intención no declarada de disminuir como sea la población mundial sin límites éticos o morales ni respetuosos con la vida, en una nueva versión del neomaltusianismo.

El Objetivo 5, sobre la “igualdad de género”, tiene una orientación unidireccionalmente feminista. Dado que todo el Objetivo está enfocado exclusivamente en la mujer, presupone que el hombre no sufre discriminación alguna, o que siempre y en toda circunstancia no existen injusticias ni discriminaciones en el caso de los hombres, por lo que no se aborda en ningún momento su problemática específica. Este punto da cobertura ideológica a cualquier tipo de feminismo, hasta el más radical.

La Meta 6.6 del Objetivo 6, junto con la Meta 15.1 del Objetivo 15 promueve el “uso sostenible de los ecosistemas de agua dulce”, y pretende el “restablecimiento de los ecosistemas de agua dulce, incluidos los ríos”; aquí vemos el porqué de la destrucción sistemática de las diversas obras hidráulicas (presas, embalses, azudes, etc.) de nuestros ríos, y la prohibición de limpiar sus cauces.

Meta 7.2, Objetivo 7: “Aumentar la proporción de las energías renovables”, que no incluye a la hidráulica por motivos ecológicos al estar en contradicción con otras Metas, como la 6.6 y la 15.1. En esta Meta se basa la promoción de las renovables (solar y eólica), a pesar de los inconvenientes que tienen de coste elevado, destrucción del paisaje y de los cultivos tradicionales, y de nulo respaldo energético, como vimos en España durante el apagón.

La Meta 10.3 del Objetivo 10 es una expresión camuflada de la ideología socialista: “Reducir la desigualdad de resultados” (económicos, de desarrollo, etc), que motiva claramente las políticas fiscales que destruyen a los emprendedores y a las clases medias.

Meta 10.7, Objetivo 10 “Facilitar la migración y la movilidad ordenadas”; es el eufemismo que justifica las actuales políticas migratorias sin control de todos los países, especialmente en los “desarrollados” occidentales.

La Meta 10.b del Objetivo 10 promueve la Asistencia al Desarrollo, que con otros formatos anteriores de la ONU lleva gastados 100 billones (millones de millones) de dólares desde los años 60 del siglo XX, según los autores, sin que se hayan visto los efectos beneficiosos de tales donaciones. Quizás porque, como indican los autores, gran parte de ese dinero se lo han apropiado las élites corruptas de los países receptores de la ayuda. Nada nuevo en el mundo globalista.

La Meta 11.6 del Objetivo 11 habla de “reducir el impacto ambiental negativo de las ciudades, prestando especial atención a la calidad del aire.” Ahí tenemos la justificación de la recalcitrante política de las ZBE (Zonas de Bajas Emisiones) en las ciudades.

Las Metas 12.c y 12.6 del Objetivo 12 quieren “racionalizar los subsidios ineficientes a los combustibles fósiles.” Vemos claramente el origen de las políticas de la UE relativas a la demonización de los combustibles fósiles, por lo que sufrimos unos elevadísimos impuestos sobre tales combustibles (gas, gasolina, Diesel), que suponen más del 40% del coste final para los usuarios, y que repercute en todos los productos y en el transporte; así como la destrucción de las centrales térmicas y las políticas restrictivas con los vehículos Diesel y de gasolina.

La Meta 13.2 del Objetivo 13 habla de “implementar medidas relacionadas con el Cambio Climático en todas las políticas, estrategias y planes nacionales”. Todas las políticas del fanatismo climático actuales se basan en el desarrollo de esta meta.

La Meta 15.1 del Objetivo 15, sobre “restablecimiento y uso sostenible de los ecosistemas terrestres” motiva la prohibición de facto para explotar las llamadas “tierras raras”, muy ricas en minerales o metales estratégicos para muchas industrias.

Las Metas 17.1, 17.2 y 17.3 del Objetivo 17, junto con otras Metas, la 1.a del Objetivo 1, la 3.c del Objetivo 3, la 6.a del Objetivo 6, la 11.c del Objetivo 11, 97.000 millones anuales en educación (Objetivo 4), Más de 803.000 millones de dólares anuales para combatir el cambio climático, 35.000-40.000 millones anuales para el acceso universal a la electricidad (Objetivo 7), la 13.a del Objetivo 13, que pretende “movilizar 100.000 millones de dólares anuales para medidas concretas de mitigación y poner en pleno funcionamiento el Fondo Verde para el Clima”, así como las Metas 15.a y 15.b del Objetivo 15, impulsan la necesidad de financiación de la Agenda. La requisitoria de mucho más dinero para implantar todos los Objetivos y Metas es la tónica dominante.

La suma total de lo que solicita la Agenda “al mundo” (con los importes citados anteriormente, más los que se indican como “necesidades de financiación”) es una cifra descomunal. Como ya sabemos qué pasa en España con nuestros impuestos, nos podemos imaginar a qué agujero negro van las enormes cantidades de dinero que pide la Agenda, más teniendo en cuenta que para el común de los españoles la ONU es un ente nebuloso y muy lejano, imposible de controlar por nadie identificable en ningún aspecto.

Las Metas 17.11 y 17.12 del Objetivo 17 defienden la “redistribución mundial”: promueven el aumento de las exportaciones de los países en desarrollo; en concreto, el acceso a los mercados por parte de los países “pobres” de forma “libre de aranceles y contingentes”, con “normas preferenciales”, junto con la Meta 10.a del Objetivo 10, que defiende “el trato comercial especial y diferenciado” en favor de los “países en desarrollo”. Todas las políticas de la UE o de la OMC que favorecen comercialmente a terceros países (MERCOSUR, Marruecos, Túnez, China, etc.) en detrimento de países como España se basan en estas metas.

Hay alguna Meta de la Agenda que se incumple clamorosamente, como la 16.15: “reducción sustancial de la corrupción y el soborno en todas sus formas”. ¡Mira qué casualidad!

Vemos por tanto que la Agenda 2030 es en el momento actual el motor ideológico y político de: el socialismo mundial, el aborto, el fanatismo climático, el feminismo a ultranza, el castigo impositivo a las clases medias, la persecución al sector primario español, la inmigración descontrolada, la destrucción de presas y embalses, el encenagamiento de los cauces de los ríos, las Zonas de Bajas Emisiones, la demonización de los combustibles fósiles (incluyendo la destrucción de centrales térmicas y la persecución a los vehículos Diesel y de gasolina), la prohibición de explotar las “tierras raras”, la promoción a toda costa de la energía eólica y solar y la demonización de la energía hidráulica, el favoritismo comercial a los países menos desarrollados, la subvención billonaria (de millones de millones) de los países desarrollados al resto, el desprecio islamista de la Agenda, y la pérdida de soberanía de los Estados en favor de un organismo (la ONU) no elegido democráticamente, nada transparente y compuesto por más Estados dictatoriales (122) que democráticos (71). Un panorama desolador. Todas estas medidas son puestas en práctica con una asombrosa obediencia ciega por todos los países del mundo, y sin posibilidad alguna de negociación o mitigación; lo estamos viendo en España. En ello están todos los partidos sistémicos, los socialistas y los populares, con la excepción de aquellos países que tienen la suerte de haber elegido a gobernantes patriotas y soberanistas.

Recomendamos la lectura de este apasionante libro, con el convencimiento de que es un texto imprescindible para quien quiera entender mejor el mundo actual, tenga interés por la Política y su puesta en práctica, o desee incorporar nuevos conocimientos a su bagaje intelectual, además de desmontar la dichosa Agenda y acabar con la dictadura sin rostro que amenaza con sumergirnos en una pesadilla distópica y destruir nuestro mundo tal y como lo conocemos. 

Julio García | escritor

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