Estamos en el sprint final de una carrera única y decisiva, en la que no se disputa ni un trofeo ni una medalla. Lo que está en juego es algo mucho más valioso: el futuro de una sociedad entera, el futuro de la libertad, el futuro de España. Es una competición de dos corredores que representan dos visiones antagónicas sobre cómo debe ser el futuro de la sociedad en la que vivimos. La meta está ya cerca, y la sociedad, expectante, contiene el aliento.
A un lado del circuito, tenemos a quien ya es conocido como «el Gran Tirano». Vestido con una sonrisa fría y segura, con su ego y soberbia desmesurada y la mentira compulsiva como arma, su odio a todo lo católico y su sed de venganza a flor de piel, cada uno de sus pasos revela su confianza en el control total sobre los distintos factores de poder que ha ido amasando durante la carrera. Ha logrado reunir a su alrededor a todo tipo de cómplices de la peor especie así como lacayos sumisos dispuestos a obedecerle sin cuestionar. Moviendo los hilos de la justicia, los medios de comunicación, las empresas públicas e incluso los sistemas de educación y salud, ha logrado concentrar en sus manos un poder casi absoluto. Sus discursos falsos y demagógicos hablan de justicia, paz y seguridad, pero sus movimientos dejan claro que solo busca imponer su propia visión, controlar cada rincón de la vida de aquellos que lo observan, hasta que no quedase espacio alguno para la discrepancia, la disidencia o la crítica.
Por el otro lado, el segundo corredor, un grupo heterogéneo de personas que han unido sus fuerzas para correr juntos. Son ciudadanos comunes, periodistas comprometidos e independientes, juristas que no quieren someterse, educadores, agentes de la sociedad civil, padres, familias y tantos otros que aún creen en la libertad. Saben que esta carrera no es justa, que las reglas han sido manipuladas desde el inicio para favorecer al Gran Tirano. De hecho, han sido impuestas por él. Sin embargo, ellos no se rinden. Luchan por una meta en la que todavía exista espacio para la diversidad de ideas, donde el respeto, la libertad y la paz están por encima de la imposición, el control y la dictadura. Luchan porque quieren dejar a sus hijos una España unida mejor de la que se encontraron. Trabajan para que la familia, la vida, la libertad educativa, la libertad religiosa, la justicia social sean los ejes de la convivencia social.
El Gran Tirano, ya cerca de la línea de llegada, sonríe con satisfacción y maldad, confiado en que la victoria está casi asegurada. Le queda poco para llegar, Pero los otros no dejan de correr, de dar todo de sí en el último sprint, sabiendo que en sus manos está la posibilidad de una España libre. La carrera, en ese instante, se vuelve feroz. El Gran Tirano está dando las últimas zancadas. Cada paso de los defensores de la libertad es una prueba de que no cederán tan fácilmente.
La historia aún no tiene un final escrito. Todo dependerá de la fuerza, del coraje y de la determinación de aquellos que no desean vivir bajo un poder que les dicte cómo deben pensar, sentir o vivir, bajo una tiranía. Porque aunque las probabilidades puedan parecer en su contra, el poder de la voluntad, el espíritu humano, impulsado por un profundo amor a Dios, a la Patria, la justicia y la libertad, tiene la capacidad de inclinar la balanza.
Así, mientras la sociedad observa esta carrera final, algunos miran con esperanza, otros con temor, y otros con la certeza de que es su deber seguir luchando hasta el último instante, hasta el último aliento.
José María Romero | Analista Político
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