La Convención Ciudadana Francesa sobre el Final de la Vida se declara a favor aunque también reclama una expansión intensiva de los cuidados paliativos y reconoce la objeción de conciencia del personal sanitario.
Tras conseguir su aprobación en España en marzo de 2021 y que entrase en vigor el 25 de junio de ese mismo año —y tras conseguir que el Tribunal Constitucional controlado por el régimen sanchista la declarase constitucional porque “el derecho a la vida no es absoluto”— el Nuevo Orden Mundial busca ahora su aprobación en un país adalid de ese tipo de políticas contrarias a la ley natural, como Francia.
La Convención Ciudadana Francesa sobre el Final de la Vida la aprueba
Pues bien: tras cuatro meses de trabajo, la Convención Ciudadana Francesa sobre el Final de la Vida adoptó el domingo su informe final, de carácter meramente consultivo, que entregaron al presidente Emmanuel Macron.
En su informe, la Convención Ciudadana —un grupo de unos 180 ciudadanos, seleccionados al azar según ciertos criterios de representatividad— recomienda aprobar la eutanasia en forma de suicidio asistido.
En concreto, el 75% ciento de la Convención Ciudadana se muestra a favor de abrir la legislación en la dirección de la eutanasia activa en forma de suicidio asistido.
No obstante, los ciudadanos de la Convención Ciudadana también reclaman una expansión intensiva de los cuidados paliativos que permita a todos los ciudadanos acceder a una atención integral al final de la vida.
Objeción de conciencia
La Convención Ciudadana también está a favor de una cláusula de conciencia que dé a los médicos y al personal sanitario la opción de negarse a participar en un suicidio asistido.
En ese sentido, trece organizaciones que representan a 800.000 sanitarios franceses (en conjunto afirman representar a dos tercios de los profesionales de la asistencia médica en Francia) publicaron el documento ‘¿Provocar la muerte puede considerarse cuidado?’, en el que rechazan la eutanasia.
En ese documento, esas trece organizaciones afirman: “Legalizar la muerte administrada de cualquier forma por medios médicos convertiría el concepto de asistencia en su contrario”. Y: “Con unos cuidados paliativos de calidad, el deseo de morir desaparece en la gran mayoría de los casos”. Asimismo, opinan que liberalizar la eutanasia también enviaría una señal muy negativa hacia las personas más vulnerables de la sociedad y su entorno. Ya el 1 de abril, el Colegio Nacional de Médicos francés declaró que rechazaría la participación de los médicos en la eutanasia, «ya que el médico no debe provocar intencionadamente la muerte administrando un agente letal».
Cultura de la Muerte
La eutanasia y el suicidio asistido suponen traspasar la frontera ética de que la vida es sagrada y ni uno mismo y ni mucho menos un tercero puede disponer de ella. Esa frontera ética está en la conciencia de todas las personas del mundo y es acorde con la ley natural: respetar la vida humana en todas sus etapas, desde la concepción a la muerte natural.
Y esa frontera ética debería estar reconocida por las leyes: como lo está el ‘no’ a la pena de muerte, al asesinato o al homicidio. Es decir, es la misma razón por la que hay que oponerse también a la pena de muerte, al asesinato o al homicidio: no con un argumento religioso, sino meramente humano y racional, que la vida no se toca.
Pendiente resbaladiza
Además, en los países donde se ha aprobado la eutanasia y el suicidio asistido está ocurriendo que se empieza permitiéndola sólo en casos excepcionales y por voluntad propia, pero se termina aplicándola sin restricciones, a cualquier persona e incluso en contra de su voluntad, y de manera especial a los más débiles y vulnerables: enfermos mentales, ancianos, discapacitados sobre todo intelectuales…, que no pueden defenderse ante la decisión de otros -el Estado, un médico, los jueces, los políticos, sus familiares- sobre sus vidas.
Se trata de un plano inclinado o pendiente deslizante muy difícil de parar que provoca que la vida no tenga ningún valor, especialmente la de los más débiles y vulnerables, y que sea a ellos a quienes se termine aplicando la eutanasia sin su consentimiento.
Se vende la eutanasia como un progreso, como el derecho de cada uno a disponer de su propia vida. Pero es al contrario, un retroceso en el reconocimiento de la dignidad humana. Y para el caso de las vidas que padecen sufrimientos, además de toda la comprensión del mundo, hoy en día se dispone de un gran arsenal de medicamentos que consiguen controlarlo. Lo dicen médicos de todo el mundo, que rechazan la eutanasia y apuestan por los cuidados paliativos, como una manera de no atentar contra la vida y la dignidad humana.
(Con información de Hispanidad)