Se desmorona el sanchismo

El juez del Tribunal Supremo envía a juicio al fiscal general del Estado por un delito de revelación de secretos.

La imputación del Fiscal General del Estado así como la de su hermano David Sánchez confirma la descomposición del sanchismo. Ya no se trata de conjeturas. La Justicia alcanza al corazón del poder, y las élites lo han sentenciado.

La imputación del Fiscal General: el sistema hace aguas

La imputación del Fiscal General del Estado, Álvaro García Ortiz, marca un antes y un después. El magistrado Ángel Hurtado ha determinado que existen indicios suficientes para investigarlo formalmente por un delito de revelación de secretos. La imputación también alcanza a la fiscal jefe de Madrid, Pilar Rodríguez, coimputada en el caso. Este hecho supone un terremoto político y judicial sin precedentes.

No hablamos de especulaciones. Hablamos de hechos. El máximo responsable del Ministerio Público, pilar esencial del entramado institucional del Gobierno, se sentará en el banquillo. Es la confirmación de que el régimen de Sánchez, sostenido durante años por redes de poder y silencio mediático, comienza a desmoronarse.

El Estado de Derecho, tantas veces manipulado por el sanchismo, devuelve el golpe. Pero no nos engañemos: esto no es una victoria del pueblo, sino un movimiento de las élites.

El cerco se estrecha: el hermano y la esposa de Sánchez

Mientras la imputación del Fiscal General sacude al Ministerio Público, la ofensiva judicial continúa. La titular de un juzgado de Badajoz ha sentado también en el banquillo a David Sánchez, hermano del presidente del Gobierno, por tráfico de influencias y prevaricación. La instrucción revela un entramado de favores políticos, contratos públicos y manipulación institucional al servicio del clan familiar.

Por otra parte, todo apunta a que en breve, también Begoña Gómez, esposa de Pedro Sánchez, será formalmente imputada. Las pesquisas avanzan, y la presión judicial aumenta. No se trata ya de investigaciones vagas o rumores de la oposición. Se trata de procedimientos en marcha, autos judiciales firmados y fechas de juicio marcadas en el calendario.

Cuando un presidente ve cómo su esposa, su hermano y su fiscal general acaban ante la Justicia, el mensaje es claro: ha llegado la hora de que te vayas. Se acabó el tiempo de impunidad. Y quien dicta ese final no es el ciudadano, sino las élites que antes lo protegían.

Las élites retiran su apoyo a Sánchez

¿Por qué ahora? ¿Qué ha cambiado? La respuesta es sencilla: las élites globalistas han retirado su apoyo a Pedro Sánchez. Lo auparon al poder. Era un buen títere. Cumplía todo lo que se le mandaba, ya fuera aplicar sin rechistar la agenda 2030, implantar la ideología de género, desmantelar el sistema educativo, hundir la economía o fragmentar la unidad nacional. Pero Sánchez ha osado rebelarse. Quiere perpetuarse en el poder. Y eso no lo permiten.

Las élites tienen nuevo plan, nuevo candidato y nueva hoja de ruta. Y ese nombre es Alberto Núñez Feijóo. Una figura dócil, maleable, controlable, capaz de mantener las políticas de sumisión globalista bajo un disfraz de moderación. Sánchez se ha convertido en un estorbo.

Y como advertencia, le golpean donde más duele: su familia. Primero su hermano, luego el Fiscal General. Pronto, su esposa. Si no se rinde pronto, él mismo acabará imputado. Y cuando eso ocurra, no pensemos que ha sido una victoria ciudadana. Esta caída no se debe al empuje de la sociedad civil. Por desgracia, Ha sido un ajuste de cuentas entre élites, con la Justicia como herramienta.

La imputación del Fiscal General es solo la primera ficha del dominó. Pero no garantiza nada. Si permitimos que las élites cambien de rostro sin cambiar de plan, no habremos logrado nada. Cambiar a Sánchez por Feijóo es cambiar de verdugo, no de destino.

No es momento de celebraciones. Es momento de vigilancia. Porque cuando el enemigo cae, el siguiente puede ser aún más peligroso. Y las élites nunca duermen.