La pandemia ha ocultado muchas cosas, entre ellas el avance de la inteligencia artificial (IA) que está ya en todos los sectores, tanto el primario -agricultura y cuidado de animales-, como en el secundario -el industrial y especialmente en los lugares más peligrosos de la fabricación- y por supuesto en el terciario -servicios, restaurantes, bares, hoteles, cuidado de enfermos, ayuda a médicos, cirugía, en donde en el Complejo Hospitalario de Ourense acabamos de recibir un robot cirujano Da Vinci-, y podemos ver robots en cualquiera de los sectores.
La gestión del conocimiento (primeros pasos de la IA) no es la implementación de una tecnología, más bien es un enfoque multidisciplinar que integra la estrategia empresarial, los valores culturales y los procesos de trabajo. Los robots IA funcionan mejor cuando se les proporciona tecnología sofisticada y retroalimentada, un énfasis en la tecnología por sí sola logrará muy poco progreso. A la inversa, incluso la IA más sólida que no esté respaldada por una tecnología fuerte también fracasará. La ética, el conocimiento al que puede llegar el robot, su docilidad o agresividad (al día de hoy China está creando robots guerreros) son elementos esenciales para un buen funcionamiento y, lo que es importantísimo, para que la humanidad no quede sometida a las élites globalistas que están intentando, a través de sus organizaciones y de los servicios secretos de los países, acapararla y conseguir su fin: la esclavitud del ser humano. Ya lo dijeron claramente: “Serás feliz y no tendrás nada”, definido en la agenda 2030.