El fanatismo climático del Gobierno provocó el apagón del 28 de abril. Diez personas murieron por falta de electricidad. Millones quedaron sin suministro.
Así lo revela un informe del Observatorio Energético Peter Huber, de la Universidad de las Hespérides.
Un apagón mortal provocado por la obsesión ideológica
El fanatismo climático del Gobierno no solo ha empobrecido el modelo energético de España. El pasado 28 de abril, esta obsesión ideológica se tradujo en una tragedia: un apagón masivo que dejó sin electricidad a millones de personas y provocó la muerte de hasta diez ciudadanos, según diversas fuentes médicas, al depender de máquinas vitales que dejaron de funcionar.
Este apagón histórico, que duró varias horas, fue consecuencia directa del modelo energético impulsado desde Moncloa. Un modelo basado en cerrar centrales nucleares, reducir la generación térmica y apostar a ciegas por energías renovables intermitentes que, como se ha demostrado, no garantizan estabilidad en momentos críticos.
El gas vuelve a salvar a España… pese al Gobierno
Tras el colapso eléctrico del 28 de abril, Red Eléctrica de España (REE) no tuvo más remedio que activar de urgencia las centrales de ciclo combinado. Es decir, volvió a quemar gas para evitar nuevas caídas. Así lo revela un informe técnico publicado por el Observatorio Energético Peter Huber, adscrito a la Universidad de las Hespérides.
Este documento muestra un brusco aumento en el uso del gas desde el día del apagón. Si en abril de 2024 la media diaria de generación con gas rondaba los 3.000 MW, tras el 28 de abril de 2025 esas cifras se duplicaron e incluso triplicaron, alcanzando picos de hasta 9.000 MW. Todo esto contradice la propaganda oficial que asegura que “España se aleja de los combustibles fósiles”.
La razón de este aumento es clara: las renovables no aportan potencia síncrona —es decir, no estabilizan la red—. Por ello, REE tuvo que encender de nuevo el gas para compensar la fragilidad estructural causada por la ideología climática del Ejecutivo.
El modelo del Gobierno: más vulnerabilidad, más dependencia
Lejos de rectificar, el Gobierno sigue insistiendo en su modelo energético dogmático. Continúa el cierre progresivo de centrales nucleares —fuentes estables, limpias y sin emisiones de CO₂— mientras empuja una red basada exclusivamente en solar y eólica, sin respaldo real.
El fanatismo climático del Gobierno ha convertido al sistema eléctrico español en un castillo de naipes: aparentemente verde, pero sin estructura firme. Sin centrales térmicas ni nucleares, la red depende de fuentes que no siempre están disponibles. Cuando no hay sol o viento, se produce inestabilidad, que puede llevar a apagones masivos como el de abril.
La paradoja es evidente: el mismo Gobierno que quiere eliminar el gas ha tenido que aumentar su uso drásticamente para tapar los agujeros de su incompetencia energética.
Negación de la realidad: propaganda contra datos
Frente a los datos duros, el Gobierno ha elegido la propaganda. Según el relato oficial, el apagón “no tuvo relación directa con la falta de potencia síncrona”. Sin embargo, la reacción inmediata del sistema eléctrico contradice esa afirmación: se encendieron masivamente las centrales de gas para evitar un nuevo colapso.
En lugar de reconocer errores, Moncloa opta por blindar su relato ideológico. Prefiere desmantelar la red fiable y diversificada que España tardó décadas en construir, a cambio de una imagen internacional que satisfaga los objetivos de la Agenda 2030.
Esta actitud no solo es negligente. Es peligrosa. Porque cuando el relato choca con la realidad, los que sufren son los ciudadanos. Como ocurrió el 28 de abril, donde la fe ciega en la transición energética costó vidas humanas.
¿Y la energía nuclear? Una solución ignorada
Mientras países como Francia o Finlandia apuestan de nuevo por la energía nuclear como pilar para garantizar suministro constante y sin emisiones, el Ejecutivo español sigue su cruzada contra ella.
Se están cerrando reactores operativos, ignorando que ofrecen una generación estable, predecible y libre de CO₂. En nombre de una “transición ecológica justa”, se está destruyendo el único tipo de energía que permitiría alcanzar la descarbonización sin caer en la intermitencia.
Pero en España, la ideología pesa más que la evidencia técnica. El fanatismo climático del Gobierno no admite excepciones: ni siquiera cuando la seguridad del país está en juego.
Una llamada urgente al sentido común energético
La lección del 28 de abril es clara: sin planificación seria, sin respaldo técnico y sin diversificación energética, el sistema colapsa. Y cuando colapsa, mueren personas. No se trata solo de economía o eficiencia, sino de vida o muerte.
España no puede seguir dependiendo de un modelo diseñado en base a ideologías globalistas, desconectadas de la realidad nacional. Necesita recuperar el control de su soberanía energética y dejar de sacrificar la estabilidad en el altar del ecologismo militante.
Diez muertos, millones de afectados y un culpable claro
El fanatismo climático del Gobierno no es una anécdota. Es una ideología peligrosa que ya ha costado vidas. El apagón del 28 de abril fue solo la consecuencia más dramática de una política energética irracional.
Y mientras se siguen cerrando centrales fiables y aumentando la dependencia del gas —al tiempo que se promete lo contrario—, lo único constante es la mentira.