Euroaborto | Mariano Martínez-Aedo

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Sí, como todos Vds. ya conocen, el parlamento europeo votó este jueves pasado una resolución no vinculante para incluir el derecho al aborto en la Carta de los Derechos Fundamentales de la UE.  Lo aprobó una amplia mayoría, duplicando los apoyos a los rechazos.  Con la práctica unanimidad de los partidos centristas e izquierdistas y la ruptura en los partidos conservadores.  Junto a esto, la resolución se extiende a condenar las cláusulas de conciencia del personal sanitario, a la obligatoriedad de servicios anticonceptivos gratuitos, educación sexual, etc.  en definitiva, todo el paquete habitual de esa visión enloquecida del hombre como un animal cuyo anhelo y derecho fundamental sería un sexo descontrolado y alejado de cualquier realidad biológica o racional, y que el Estado debe tutelar y facilitar dichas tendencias.

Como guinda del pastel, también reclamaron detener la financiación de todas esas “malvadas” organizaciones que luchan “contra la igualdad de género y los derechos de las mujeres”, especialmente los “reproductivos”, aunque deberían llamaros más bien derechos a no reproducirse.

Y esta resolución se ha presentado como algo normal y positivo por los medios de comunicación, pocos han osado plantearse siquiera por qué de repente el parlamento europeo aprueba tal propuesta en un tema que no le compete (se refieren a competencias nacionales).  Y son mayoría, lamentablemente los que lo presentan como un paso razonable, cuando no fabuloso o defensor de una causa maravillosa y digna.  De esta forma, Europa se hunde cada vez más en la decadencia ya no moral sino humana. Aunque probablemente no llegue a nada práctico, es gravísimo.

La Comunidad Europea se inició como un intento de superar los odios tras la segunda guerra mundial.  Al inicio se basaba en unos principios de dignidad del hombre, fundada en el humanismo cristiano, que reconocía la común herencia de los distintos países europeos.  Apenas 60 años después nos encontramos en una Unión Europea donde el aborto parece ser la principal bandera que se ondea orgullosamente y se quiere imponer, por encima de cualquier norma o acuerdo interno, como summum de los nuevos derechos humanos.  Estos se basarían en una extraña dignidad donde el derecho a la muerte parece ser la mayor conquista humana, frente a los ahora considerados “bárbaros”, anclados en la «obsoleta» visión de que la persona humana es un ser digno por su propia constitución ontológica. Con esta dignidad humana reconocida, su vida se consideraba un bien intangible, que todos debían respetar y proteger, y donde se había avanzado hasta hacer innecesaria la pena de muerte como último recurso de defensa social.  Por el contrario, los nuevos derechos, junto a una condena en cualquier situación de la pena de muerte impone el aborto y la eutanasia que se aplica crecientemente hasta multiplicar por miles esas antiguas penas de muerte, y no a criminales sino a inocentes fetos o a “prescindibles” personas mayores, enfermos o deprimidos con vidas “indignas “de ser vividas.  Los más ardientes defensores de los “nuevos” tiempos ya proclaman en algunos países prescindibles a aquellos que son “rémoras sociales” porque consumen recursos, porque degradan el planeta, porque enturbian la economía o porque no son productivos.

Es tan grave esta toma de decisión del parlamento europeo, arropado por las élites de la mayoría de los países europeos, y culmina de tal forma el movimiento a una nueva sociedad (en consonancia con la aprobación masiva y entusiasta del aborto como derecho en la constitución francesa), que no deberíamos olvidarlo dentro de dos días como un simple paso más hacia el fin de nuestra civilización.  No, este es un aldabonazo decisivo, que debe hacernos conscientes de este proceso cada vez más acelerado de cambio social. Un cambio teledirigido e impuesto, que supone que Europa ya no es la Europa que fue (basada en el derecho romano, la filosofía griega y el cristianismo) sino su reverso más espantoso y despiadado.   Que bajo los mismos nombres y aspectos culturales, estamos en un mundo distinto, cuya degeneración es cada vez más rápida y acelerada.  No podemos engañarnos más sobre seguir viviendo en la misma sociedad que nuestros padres o abuelos, con “pequeños” cambios, que pudieran no gustarnos mucho pero que no eran decisivos. No, el cambio es tan brutal y acelerado que vamos a asistir a muchos otros retrocesos y transformaciones trágicos nosotros, ya no nuestros hijos o nietos, como podríamos haber pensado hace años.

Sí, esa ficción piadosa, que nos permitía vivir de forma egoísta, pensando que, por lo menos nosotros, seguiríamos viviendo en una sociedad más o menos parecida a la que conocíamos, se está disolviendo a toda velocidad, por mucho que no queramos enterarnos.  Podemos rendirnos, y vender lo poco que nos queda de corazón y dignidad ante estos nuevos tiempos y valores, para intentar comprar un poco de tranquilidad y poder seguir viviendo sin problemas, pero parafraseando a Churchill tras el acuerdo de Munich: «Habéis aceptado el deshonor y los contravalores para salvar vuestra tranquilidad; conservaréis el deshonor y esos contravalores, pero no tendréis tranquilidad”.  Sí, el nuevo orden no nos va a permitir mantenernos tranquilos y al margen, nos obligarán cada vez más a implicarnos y a enfangarnos, y lo mismo harán (ya lo hacen) con nuestros hijos, sólo tenemos que ver lo que ya va pasando en los colegios.

En definitiva, la nueva Europa acelera y ya tiene una bandera y un símbolo de la nueva época, el aborto, el euroaborto.  Y tal como en la Inglaterra de Enrique VIII se impuso un juramento de apoyo a las nuevas ideas, aquí cada vez más tendremos que aceptar y suscribir “jubilosamente” los nuevos valores o ser valientes y afrontar la persecución.  Y si no sucumbimos nos irán imponiendo penalidades de todo orden además de los estigmas de “antidemócrata”, “odiador”, etc.

No, el aborto como derecho, el “euroaborto”, no es simplemente otro pasito, sino un paso simbólico y decisivo que buscan imponer de la forma más arrolladoramente posible los nuevos contravalores.  Junto a otras imposiciones no nos va a dejar resquicio de “huida”, sino que nos obligará a “mojarnos” o rendirnos ya sumisos al nuevo orden, si no mundial todavía, al menos ya europeo.  Y digo europeo, ya que supongo que mantendrán el nombre de “Europa” a esta triste amalgama neoglobalista de países unidos bajo el liderazgo de las élites iluminadas que ya nos gobiernan sin límites ni recato.

Mariano Martínez-Aedo es Presidente del Instituto de Política Familiar (IPF)

 

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2 comentarios en «Euroaborto | Mariano Martínez-Aedo»

  1. Esto comenzó en Mayo de 1968, tambien en Francia, con la revolución sexual. El comienzo, aceptado por muchos, no fue otra cosa que la separación entre el placer sexual y la reproducción.
    Biologicamente era y es un contrasentido, pues no habría animales si la atracción entre los sexos no existiese, de esa atracción se sigue necesariamente la reproducción.
    El aborto es matar a un ser inocente 8una persona), y los que lo hacen lo saben, y los que votaron en Europa a favor del aborto también lo saben. No pueden ignorarlo, cualquier persona puede acceder ahora a toda la información sobre el desarrollo embrionario.
    La Eutanasia o el suicidio asistido es matar a una persona, los mismo que el aborto. Hoy será al que lo pida, mañana será a quien estorbe o simplemente se necesite una cama en un hospital.
    La Eugenesia, criticada a los Nazis, es una práctica actual en muchos servicios de ginecólogía, los Down no tienen derecho a la vida y realmente cada vez nacen menos; no ha cambiado la estadistica, ha cambiado la eficacia en su detección precoz y la práctica del aborto. Ahora todos son nazis.
    Por eso es tan importante ese documento recien salido «Dignitas infinita» sobre la necesidad de volver a una antropología cristiana.
    La vida de cada uno, dada por Dios a cada uno personalmente, es un don sagrado y nadie tiene el derecho a quitarla, ni con la pena de muerte, ni con la guerra, ni el asesinato de estado, ni el aborto, ni la eutanasia, ni el suicidio (asistido o no), ni la píldora abortiva, ni el terrorismo, nadie tiene derecho sobre la vida de otro.
    Roma y Grecia, no eran sociedades a imitar. No debe olvidarse que solo tenían derecho los ciudadados de la Polis o de Roma, los demás, esclavos por conquista, no tenían ningún derecho. La guerra era desde siempre el modo de aumentar la riqueza. Algunos fueron excepcionales en su concepción del hombre y en el derecho romano, de esos ciudadanos hemos tomado una parte, y ahora tambien la parte del desprecio a la vida.

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